2ª etapa: Cabañes-Cades (31,30 km).
Desde Cabañes se pasa por Allende en la
vuelta hacia la carretera y se llega a Lebeña,
que tiene su espléndida iglesia de Santa
María, en el límite entre Cillorigo de Liébana –al que pertenece- y
Lamasón.
Según el Cartulario
del Monasterio de Santo Toribio, fue fundada por los condes de Liébana, Alfonso
y Justa, en torno al año 924, para depositar los restos de Santo Toribio que,
al parecer, no estaba de acuerdo con el traslado y cegó a los que lo intentaron,
hasta que desistieron. Desde el s. XI hasta el XVI dependió del abad de Santo
Toribio y recibió donaciones de los vecinos, que terminaron por no reconocer el
señorío del prior, se negaron a pagar los diezmos al monasterio y se desligaron
de él convirtiéndose en parroquia.
La iglesia de Santa
María de Lebeña es el principal monumento prerrománico de Cantabria y uno de
los más importantes de estilo mozárabe o “de repoblación”, que anticipa algunas
soluciones del románico como los pilares de núcleo cuadrado con columnas adosadas.
Con posterioridad se añadieron el pórtico y sacristía barrocos y una torre
exenta, s. XX. El estilo mozárabe tiene tres influencias: asturiana, visigoda y
musulmana.
Presenta unidad
estilística por lo que debió construirse en poco tiempo, con sillería en los
ángulos y cercos de los vanos y
mampostería en el resto. Al exterior presenta una forma casi cuadrangular, de
dimensiones modestas (19 x 12 m) y orientación canónica, con la cabecera hacia
el este. El juego de volúmenes se aprecia por la gran altura de la nave central
en contraste con las laterales.
Consta de tres
naves -más ancha la central-, separadas por cuatro pilares exentos, dispuestas
en planta basilical a semejanza de los templos prerrománicos asturianos,
cabecera tripartita con tres capillas paralelas de planta rectangular
comunicadas entre sí por arcos de medio punto, como el arco de triunfo y los
que dan acceso a las capillas laterales. El cuerpo de las naves viene a ser
casi un cuadrado con nueve espacios abovedados, unido a la cabecera tripartita.
Aquí aparece por primera vez el pilar compuesto cruciforme. Los capiteles son
derivados del corintio, con hojas de acanto, símbolo de eternidad, apareciendo
rosetas, símbolo de Cristo. El espacio interior es de gran belleza por su
compartimentación horizontal y vertical.
Las influencias
aparecen claras. La visigoda se muestra en la compartimentación de los espacios
y en la planta –una cruz griega inscrita en un cuadrado-. La asturiana, en la
cabecera y en la contracabecera con dos cámaras laterales, y en el complejo
sistema de abovedamiento, de medio cañón pero en direcciones diferentes para
contrarrestarse. La andalusí, en los modillones de rollos que soportan los
aleros, que proceden de Córdoba, con la variación de llevar remates circulares
con sencillos motivos geométricos de estilo visigótico, así como en pilares,
arcos, alfiz, técnica decorativa, etc.
Un elemento curioso
es el frontal del altar, adosado al basamento de piedra del retablo mayor, que
en su día debió estar entre las dos primeras columnas de la nave central.
Presenta siete círculos distribuidos simétricamente a partir de un motivo
central cuyo significado parece cristológico: los ángulos inferiores hacen
referencia a la vida terrenal, la zona intermedia indicaría el carácter
espiritual del cielo a través de la resurrección (estrella de ocho puntas) y la
zona superior, la salvación de Cristo (flores de cuatro pétalos sobre cruz,
rombos, etc). La simbología también parece ser celta, por lo que podría haber
pertenecido a otro santuario.
Otro elemento
curioso lo forman los dos árboles al lado de la iglesia. Parece ser que al
terminarse la iglesia Don Alfonso la consagró al tejo, árbol sagrado celta que
por su toxicidad representa la protección, y que Doña Justa, su mujer, noble
del sur de la Península, plantó un árbol de su tierra junto al tejo, un olivo,
relacionado con el Cristianismo y la Cultura Mediterránea representando la
riqueza. Esta muestra del sincretismo de la sociedad, este encuentro de
civilizaciones, esta historia de amor, duró más de mil años, hasta que en el
2007 el tejo fue alcanzado por un rayo.
En el pueblo de
Lebeña, incrustada en la fachada de la vieja escuela, hay una lápida romana
procedente de la desaparecida ermita de San Román que contiene una inscripción
sepulcral con letras capitales del s. III, uno de los pocos ejemplos de la
presencia romana.
El siguiente pueblo
es Cicera (municipio de Lamasón),
desde cuyo mirador de Santa Catalina se puede divisar una de las mejores
panorámicas del Desfiladero de la Hermida, que queda al oeste, rodeado de
inmensas montañas blancas, calizas, que contrastan con el verdor del paisaje.
Es el desfiladero más largo de España con 21 km y la ruta, que sigue la
espectacular garganta excavada por el río Deva, se abrió en 1863, permitiendo
la comunicación de la comarca de Liébana con la costa.
Tras Bustos se
llega a Lafuente, donde se encuentra
la iglesia de Santa Juliana, pequeña iglesia rural de una nave con ábside
semicircular, románico tardío de finales s. XII o principios s. XIII, con
influencias protogóticas (arcos apuntados, columnas dobles del ábside, talla de
los capiteles del arco triunfal).
La riqueza natural
y paisajística continúa en Sobrelapeña
(iglesia de Santa María y ermita de San Bartolomé), pero todavía queda el paso
por La Venta antes de terminar la etapa en Cades.
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