lunes, 29 de octubre de 2018

Camino Lebaniego.

2ª etapa: Cabañes-Cades (31,30 km).


Desde Cabañes se pasa por Allende en la vuelta hacia la carretera y se llega a Lebeña, que tiene su espléndida iglesia de Santa María, en el límite entre Cillorigo de Liébana –al que pertenece- y Lamasón.

Según el Cartulario del Monasterio de Santo Toribio, fue fundada por los condes de Liébana, Alfonso y Justa, en torno al año 924, para depositar los restos de Santo Toribio que, al parecer, no estaba de acuerdo con el traslado y cegó a los que lo intentaron, hasta que desistieron. Desde el s. XI hasta el XVI dependió del abad de Santo Toribio y recibió donaciones de los vecinos, que terminaron por no reconocer el señorío del prior, se negaron a pagar los diezmos al monasterio y se desligaron de él convirtiéndose en parroquia.

La iglesia de Santa María de Lebeña es el principal monumento prerrománico de Cantabria y uno de los más importantes de estilo mozárabe o “de repoblación”, que anticipa algunas soluciones del románico como los pilares de núcleo cuadrado con columnas adosadas. Con posterioridad se añadieron el pórtico y sacristía barrocos y una torre exenta, s. XX. El estilo mozárabe tiene tres influencias: asturiana, visigoda y musulmana.

Presenta unidad estilística por lo que debió construirse en poco tiempo, con sillería en los ángulos  y cercos de los vanos y mampostería en el resto. Al exterior presenta una forma casi cuadrangular, de dimensiones modestas (19 x 12 m) y orientación canónica, con la cabecera hacia el este. El juego de volúmenes se aprecia por la gran altura de la nave central en contraste con las laterales.






Consta de tres naves -más ancha la central-, separadas por cuatro pilares exentos, dispuestas en planta basilical a semejanza de los templos prerrománicos asturianos, cabecera tripartita con tres capillas paralelas de planta rectangular comunicadas entre sí por arcos de medio punto, como el arco de triunfo y los que dan acceso a las capillas laterales. El cuerpo de las naves viene a ser casi un cuadrado con nueve espacios abovedados, unido a la cabecera tripartita. Aquí aparece por primera vez el pilar compuesto cruciforme. Los capiteles son derivados del corintio, con hojas de acanto, símbolo de eternidad, apareciendo rosetas, símbolo de Cristo. El espacio interior es de gran belleza por su compartimentación horizontal y vertical.

Las influencias aparecen claras. La visigoda se muestra en la compartimentación de los espacios y en la planta –una cruz griega inscrita en un cuadrado-. La asturiana, en la cabecera y en la contracabecera con dos cámaras laterales, y en el complejo sistema de abovedamiento, de medio cañón pero en direcciones diferentes para contrarrestarse. La andalusí, en los modillones de rollos que soportan los aleros, que proceden de Córdoba, con la variación de llevar remates circulares con sencillos motivos geométricos de estilo visigótico, así como en pilares, arcos, alfiz, técnica decorativa, etc.




Un elemento curioso es el frontal del altar, adosado al basamento de piedra del retablo mayor, que en su día debió estar entre las dos primeras columnas de la nave central. Presenta siete círculos distribuidos simétricamente a partir de un motivo central cuyo significado parece cristológico: los ángulos inferiores hacen referencia a la vida terrenal, la zona intermedia indicaría el carácter espiritual del cielo a través de la resurrección (estrella de ocho puntas) y la zona superior, la salvación de Cristo (flores de cuatro pétalos sobre cruz, rombos, etc). La simbología también parece ser celta, por lo que podría haber pertenecido a otro santuario.



Otro elemento curioso lo forman los dos árboles al lado de la iglesia. Parece ser que al terminarse la iglesia Don Alfonso la consagró al tejo, árbol sagrado celta que por su toxicidad representa la protección, y que Doña Justa, su mujer, noble del sur de la Península, plantó un árbol de su tierra junto al tejo, un olivo, relacionado con el Cristianismo y la Cultura Mediterránea representando la riqueza. Esta muestra del sincretismo de la sociedad, este encuentro de civilizaciones, esta historia de amor, duró más de mil años, hasta que en el 2007 el tejo fue alcanzado por un rayo.

En el pueblo de Lebeña, incrustada en la fachada de la vieja escuela, hay una lápida romana procedente de la desaparecida ermita de San Román que contiene una inscripción sepulcral con letras capitales del s. III, uno de los pocos ejemplos de la presencia romana.

El siguiente pueblo es Cicera (municipio de Lamasón), desde cuyo mirador de Santa Catalina se puede divisar una de las mejores panorámicas del Desfiladero de la Hermida, que queda al oeste, rodeado de inmensas montañas blancas, calizas, que contrastan con el verdor del paisaje. Es el desfiladero más largo de España con 21 km y la ruta, que sigue la espectacular garganta excavada por el río Deva, se abrió en 1863, permitiendo la comunicación de la comarca de Liébana con la costa.



Tras Bustos se llega a Lafuente, donde se encuentra la iglesia de Santa Juliana, pequeña iglesia rural de una nave con ábside semicircular, románico tardío de finales s. XII o principios s. XIII, con influencias protogóticas (arcos apuntados, columnas dobles del ábside, talla de los capiteles del arco triunfal).


La riqueza natural y paisajística continúa en Sobrelapeña (iglesia de Santa María y ermita de San Bartolomé), pero todavía queda el paso por La Venta antes de terminar la etapa en Cades.

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