Dadá ruso: 1914-1924.
Esta exposición en el Museo Reina Sofía aborda el arte de
vanguardia en Rusia y sus relaciones con el movimiento dadá internacional. Los
artistas rusos luchaban por el internacionalismo, fusionaban lo verbal y lo
visual, llevaban a cabo prácticas excéntricas y acciones pacifistas, al igual
que los dadaístas europeos. La exposición se centra en el periodo de máximo
apogeo del dadá, entre el estallido de la I Guerra Mundial en 1914 y la muerte
de Lenin en 1924, haciendo hincapié en el carácter multimedia del arte,
abarcando pinturas, dibujos y material impreso.
Los vanguardistas rusos se negaron rotundamente a
vincularse con el futurismo italiano a pesar de que la crítica se refiriera a
ellos en esos términos, pero Marinetti, ya en 1914, dijo que los rusos eran “falsos futuristas”. Los rusos defendieron
lo rural frente a la ciudad y criticaron la fidelidad del futurismo italiano a
la racionalidad y el progreso tecnológico. La creatividad fuera de la lógica se
usó para escandalizar al público, menospreciar los valores artísticos y
sociales tradicionales y burlarse de la destreza técnica. Frente a la
originalidad y autoría individual que hacía la modernidad occidental,
propusieron una práctica multiestilística y colectiva.
Vladímir Tatlin, Relieve pictórico, 1914
La ópera “Victoria
sobre el sol” (1913) fue, en esa estrategia teórica, un ejemplo de
integración de lenguajes verbal, musical y plástico y los principales artistas
expusieron juntos en las primeras muestras antiacadémicas relevantes donde se
presentaron obras de arte no objetivo, cuadros con ensamblajes, relieves
confeccionados con objetos encontrados, como ejemplo de producción mecánica.
Iván Kliun, Autorretrato con una sierra, 1914
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Aléksei Morgunov, Composición nº 1, 1916-17 |
Los dadaístas rusos promovieron campañas contra la
guerra, creando carteles y collages que denunciaban el militarismo y la
brutalidad alemana y las revoluciones de febrero y octubre dieron alas a las
facciones izquierdistas a las que pertenecían muchos vanguardistas. En ese
periodo revolucionario los artistas y poetas reunidos en Dadá ruso se dedicaron
a prácticas basadas en la razón y la antirrazón, el sentido y el sinsentido, el
diseño racional y los collages aleatorios, el teatro del absurdo, el cine
paródico, etc. El da, da (sí, sí) ruso se convirtió en net, net (no, no),
evitando la utilización de la ideología bolchevique.
Kazimir Malévich, Cuatro cuadrados, 1915
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Kazimir Malévich (diseño) y Vladímir Mayakovski (texto): "Miren, miren, cerca del Vístula: los cuerpos alemanes se hinchan y no se encuentran demasiado bien" 1914 |
Durante su exilio en Zúrich, antes de regresar a Rusia en
abril de 1917, Lenin vivió cerca del movimiento dadá y discutió con ellos
acerca de arte y política. Su muerte en 1924 coincidió con el final del
movimiento y el principio del surrealismo. Este punto de inflexión llevó a la
rivalidad cultural y política que se tradujo en mecanismo de peligro y
represión.
La exposición también tiene en cuenta a los dadaístas y
artistas rusos que visitaron ciudades como París, Berlín y Nueva York, se
alinearon con distintas facciones dadaístas y expusieron en la galería
berlinesa Der Sturm, firme promotora del dadá, y programaron actos dadaístas
como la Velada del Corazón Barbudo, organizada por Tristan Tzara en París,
1923.
Valentín Yustitski, Construcción pictórica con alambre,
años 1920
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David Zagoskin, Construcción, 1921-22 |
El “Monumento a la
Tercera Internacional de Tatlin” (1919) se convirtió en el paradigma del
antiarte para los dadaístas y, gracias a los viajes europeos de Mayakovski y
otros, circularon en Rusia numerosas publicaciones y reproducciones dadá.
Iván Kudriashov, Retrato de muchacha, 1919
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Kliment Redcó, Sublevación, 1924-25 |
Por otro lado, en Nueva York se pretendió fusionar a los
modernos progresistas europeos y estadounidenses en un único colectivo,
contando con rusos que habían llegado huyendo de la purga bolchevique de los
anarquistas. Además de estos intentos de integración de los artistas rusos en
los círculos dadá en Europa y Estados Unidos hubo una copiosa correspondencia
con Tristan Tzara, Paul Éluard y Francis Picabia.
Robert Delaunay, Tristan Tzara, 1923
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