lunes, 24 de septiembre de 2018


Dadá ruso: 1914-1924.




Esta exposición en el Museo Reina Sofía aborda el arte de vanguardia en Rusia y sus relaciones con el movimiento dadá internacional. Los artistas rusos luchaban por el internacionalismo, fusionaban lo verbal y lo visual, llevaban a cabo prácticas excéntricas y acciones pacifistas, al igual que los dadaístas europeos. La exposición se centra en el periodo de máximo apogeo del dadá, entre el estallido de la I Guerra Mundial en 1914 y la muerte de Lenin en 1924, haciendo hincapié en el carácter multimedia del arte, abarcando pinturas, dibujos y material impreso.
 
Vladímir Tatlin, Relieve de esquina complejo, 1915
Los vanguardistas rusos se negaron rotundamente a vincularse con el futurismo italiano a pesar de que la crítica se refiriera a ellos en esos términos, pero Marinetti, ya en 1914, dijo que los rusos eran “falsos futuristas”. Los rusos defendieron lo rural frente a la ciudad y criticaron la fidelidad del futurismo italiano a la racionalidad y el progreso tecnológico. La creatividad fuera de la lógica se usó para escandalizar al público, menospreciar los valores artísticos y sociales tradicionales y burlarse de la destreza técnica. Frente a la originalidad y autoría individual que hacía la modernidad occidental, propusieron una práctica multiestilística y colectiva.
                                                    Vladímir Tatlin, Relieve pictórico, 1914
 
Iván Kliun, El taller del aviador, 1914
La ópera “Victoria sobre el sol” (1913) fue, en esa estrategia teórica, un ejemplo de integración de lenguajes verbal, musical y plástico y los principales artistas expusieron juntos en las primeras muestras antiacadémicas relevantes donde se presentaron obras de arte no objetivo, cuadros con ensamblajes, relieves confeccionados con objetos encontrados, como ejemplo de producción mecánica.




Iván Kliun, Autorretrato con una sierra, 1914
Aléksei Morgunov, Composición nº 1, 1916-17
Los dadaístas rusos promovieron campañas contra la guerra, creando carteles y collages que denunciaban el militarismo y la brutalidad alemana y las revoluciones de febrero y octubre dieron alas a las facciones izquierdistas a las que pertenecían muchos vanguardistas. En ese periodo revolucionario los artistas y poetas reunidos en Dadá ruso se dedicaron a prácticas basadas en la razón y la antirrazón, el sentido y el sinsentido, el diseño racional y los collages aleatorios, el teatro del absurdo, el cine paródico, etc. El da, da (sí, sí) ruso se convirtió en net, net (no, no), evitando la utilización de la ideología bolchevique.
                                       Kazimir Malévich, Cuatro cuadrados, 1915
 
Kazimir Malévich (diseño) y Vladímir Mayakovski (texto):
"Miren, miren, cerca del Vístula: los cuerpos alemanes se hinchan y no se encuentran demasiado bien"
1914
Durante su exilio en Zúrich, antes de regresar a Rusia en abril de 1917, Lenin vivió cerca del movimiento dadá y discutió con ellos acerca de arte y política. Su muerte en 1924 coincidió con el final del movimiento y el principio del surrealismo. Este punto de inflexión llevó a la rivalidad cultural y política que se tradujo en mecanismo de peligro y represión.
 
Serguéi Senkin, Ciudad, 1920
La exposición también tiene en cuenta a los dadaístas y artistas rusos que visitaron ciudades como París, Berlín y Nueva York, se alinearon con distintas facciones dadaístas y expusieron en la galería berlinesa Der Sturm, firme promotora del dadá, y programaron actos dadaístas como la Velada del Corazón Barbudo, organizada por Tristan Tzara en París, 1923.




Valentín Yustitski, Construcción pictórica con alambre, años 1920

David Zagoskin, Construcción, 1921-22
El “Monumento a la Tercera Internacional de Tatlin” (1919) se convirtió en el paradigma del antiarte para los dadaístas y, gracias a los viajes europeos de Mayakovski y otros, circularon en Rusia numerosas publicaciones y reproducciones dadá.

Iván Kudriashov, Retrato de muchacha, 1919
Kliment Redcó, Sublevación, 1924-25
Por otro lado, en Nueva York se pretendió fusionar a los modernos progresistas europeos y estadounidenses en un único colectivo, contando con rusos que habían llegado huyendo de la purga bolchevique de los anarquistas. Además de estos intentos de integración de los artistas rusos en los círculos dadá en Europa y Estados Unidos hubo una copiosa correspondencia con Tristan Tzara, Paul Éluard y Francis Picabia.





                                                              Robert Delaunay, Tristan Tzara, 1923

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