BURGOS. Camino de Santiago.
La primera población burgalesa es Redecilla del Camino, cuya iglesia nunca ha estado abierta a estas
horas para poder ver la maravillosa pila bautismal. Pues bien, hoy la iglesia
está abierta, pero la pila bautismal está en la exposición de las Edades del
Hombre que se celebra en Aguilar de Campoo. ¿? Más tarde, atravesando la
Riojilla Burgalesa, pasamos por Viloria,
pueblo natal de Santo Domingo de la Calzada, cuya iglesia conserva otra pila
bautismal románica. El paisaje no ha cambiado, rastrojo de cereal, girasol y
monte en los altos, de donde se escapa algún corzo.
Belorado, al
que llegamos por el Barrio el Corro y donde acaba la tercera etapa, es un pueblo grande pero que da una
sensación de ir a menos, de disminución, a pesar de las iniciativas del
Ayuntamiento (Paseo del Ánimo –mosaico
de baldosas en el tramo urbano del Camino, con las huellas de la mano, símbolo
de acogida, y del pie, homenaje a los peregrinos, huella que dejan las personas-,
Ruta 44 –elementos del patrimonio
histórico industrial, minas, presas, conjuntos etnográficos-, Museo Internacional de Radiocomunicación
Inocencio Bocanegra, pinturas en las fachadas de algunas casas, etc.).
Como otro signo de la vitalidad local, el emprendedor Joaquín
–que ya tiene carnicería- ha abierto el Hostel.B,
un albergue con una orientación distinta, que regenta junto con sus hijas Tania,
Silvia y Mari Luz. La simpatía y la amabilidad se personifican en toda
la familia que mira la vida a través de una sonrisa, y es de desear que estos
proyectos cuajen y tomen vuelo. Han puesto velas al viento y la esperanza
relampaguea como el oro. Heráclito: “Carácter
es destino”.
El tiempo sigue caluroso y se nota ya temprano, cuando
salimos en la cuarta etapa, con el alba tiñendo de gris la mañana, con la
aurora llegando lenta y pálida, por una pasarela peatonal al lado del puente
que cruza el río Tirón. Pronto quedará a la derecha la ermita rupestre de Tosantos y, poco más tarde, Villambistia rodeado de girasol, en el
habitual contraste cromático que llevamos viendo desde hace unos kilómetros,
junto con el cereal y el monte, cuyos cambios de tonalidad producen una
agradable animación visual.
En una bajada nos topamos con las ruinas de la ermita de San Felices, antiguo
monasterio de cuya existencia se tienen noticias ya en el año 863 y donde poco
después fue enterrado el conde Diego Rodríguez Porcelos, fundador de Burgos. Queda
poco, pero puede apreciarse su cabecera cuadrada en sillares de arenisca, arco
triunfal de herradura, etc., que indican su cronología prerrománica. A mediados
del s. XI, el rey navarro García de Nájera lo entregó a los monjes de San
Millán de la Cogolla.
Al fondo, con los Montes de Oca como retablo, aparece Villafranca, la Auca romana, sede
episcopal en la etapa visigótica y cabeza de alfoz desde el s. X. Antes se
cruza el río Oca, que viene como el Tirón de la Sierra de la Demanda, último o
primero de la vertiente del Ebro. A partir de aquí se pasa a la vertiente del
Duero en un duro ascenso por el bosque de roble engalanado por unas flores
lilas. En la Fuente de Mojapán puede apreciarse la densidad del bosque, con
brillantes helechos entre los robles. El bosque oculta nuestra presencia
mientras atravesamos su penumbra. El verde lo invade todo. Después aparece el
pinar de repoblación que rodea el Monumento a los caídos en la Guerra Civil,
con una fosa común contigua y otra un poco más alejada, que me ha indicado
Joaquín.
Queda un largo trayecto por tierras rojizas, en el que se
pasa por un espacio con esculturas de madera, ahora desierto, pero que luego –según
me contarán- es una especie de bar de atención a los peregrinos. En este
espacio donde reina el invierno estamos pasando mucho calor. Alcanzo a las
zaragozanas Ana Delia y Jara, madre e hija, y juntos vamos en animada
conversación hasta San Juan de Ortega,
escondido en el bosque, adonde poco después llegan Domingo y Javi.
Juan de Velázquez, nacido en Quintanaortuño en 1080, se
entregó a la tarea de ayudar a los peregrinos, como Santo Domingo, y construyó
esta iglesia dedicada a San Nicolás de Bari (ábside románico, baldaquino
gótico, cruz patriarcal –de Caravaca o de Lorena-, capiteles, tumba, escultura).
En el capitel de la Anunciación, que cierra el ciclo de la natividad, se
produce el curioso fenómeno de que un rayo de sol lo ilumina, a las 5 de la
tarde hora solar, en los equinoccios de primavera y otoño, 21 de marzo y 22 de
septiembre. Hemos hecho un descanso para visitar la iglesia y comer-beber algo,
antes de seguir.
El calor se deja sentir. En el camino ha habido muchos
tramos de sombra dentro del bosque, pero bajo el sol se hace más difícil
caminar. Seguimos, con la última parte ya fuera del bosque, en bajada, hasta Agés, fin de la cuarta etapa, en el
horno del día de este agosto que arde. Vamos confluyendo con muchos que hemos
conocido en estos días y con algunos coincidimos en el albergue. En la comida
conocemos a Alessandro, italiano de cerca de Venecia. Por la tarde, visita
guiada y paseo hasta el puente con un cielo ya de naranja, con una luz
crepuscular.
El calor ha remitido por la noche y no se ha dormido mal.
Última etapa hasta Burgos. Pasamos por uno de los puentes del río Vena, Puente
Canto, y, por la carretera, vamos hasta Atapuerca,
donde algunos han dormido para ver las excavaciones. Por un sendero con muchas
piedras se asciende, al lado de las alambradas de una instalación militar,
hasta una cruz que señala el alto en esta Sierra
de Atapuerca. En la bajada, donde se nos ha unido Víctor –de Leganés- nos
desviamos a la izquierda hacia Cardeñuela-Riopico,
donde descansamos y volvemos a desayunar, y también bordearemos el aeropuerto
por la izquierda hacia Castañares,
donde está todo cerrado excepto el hotel Versus, con muy buenas instalaciones.
Aquí nos vemos con otras dos zaragozanas, de las que no sabemos ni el nombre.
Para finalizar la etapa y el Camino por este año, nos
acogemos a la sombra balsámica de las arboledas y demás vegetación de ribera que
siguen el curso del Arlanzón, primero por su margen izquierda y después por la
derecha, pasando incluso por una zona de playa, hasta llegar transpirantes a Burgos. A pesar de que la etapa parecía
más corta, ha sido pesada, especialmente en estos últimos momentos, por el
calor. Llegando al centro se produce el inevitable momento triste de las
despedidas. Primero se va Víctor y después Domingo y Javi.
Todos terminamos aquí, pero cada uno se va por su lado,
después de unos días metidos en nosotros mismos, al margen de los vaivenes del
mundo. La vida es una travesía. Pasamos como las aguas de un río. Este es un
mundo de amistades instantáneas pero transitorias. Quizá nos veamos a la caída
del sol. Dejamos la antorcha en otras manos. El cuerpo vuelve a casa, pero la
mente tardará en reunirse con él. Tenemos nostalgia de futuro.
Muy bonito José Luis, al leer estos precios fracmentos del camino, podía oír tu maravillosa voz resonando como un cuento... Una historia preciosa!!! Que a demás de serlo tu la haces aún más bonita con tus pinceladas históricas que tanto la enriquecen. Gracias por compartir el camino. Te seguiré en el blog. Un abrazo muy grande, de mi hija y mío.
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