Alcolea del Pinar: La casa de piedra.
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Fotografía tomada en 1925 por Francisco de Goñi y Soler |
De paso hacia el carnaval de Luzón paramos en la
población de Alcolea del Pinar, Guadalajara, a 1.200 m de altitud y con unos
inviernos largos y rigurosos, donde se sitúa esta curiosa construcción, troglodita
y rural (Díaz Sánchez, Julián, 2006,
“Troglodita y rural. Casa de Piedra de Alcolea del Pinar (Guadalajara)”),
escultectura margivagante (Ramírez, Juan
Antonio (Dir.). Escultecturas margivagantes. La arquitectura fantástica en
España. Siruela, pp. 340-348), ejemplo de arquitecturas-esculturas
marginales y extravagantes, monumento al trabajo duro, a la constancia, al
tesón, al ingenio, al esfuerzo individual.
Lino Bueno Utrilla, trabajador infatigable, nació en
Esteras de Medinaceli, Soria, en 1848 y tras su boda con Cándida Archilla,
natural de Ambrona, Soria, residió con ella en Alcolea del Pinar hasta su
muerte en 1935 con 87 años. No sabía leer ni escribir, fue peón de albañil, trabajador
manual en obras públicas -abría y conservaba acequias- e incluso pastor. Las
dificultades económicas para adquirir una casa le movieron a solicitar al
Ayuntamiento, en 1907, cuando ya tenía 59 años, la cesión de la peña para
excavar en ella una vivienda rupestre en la que viviría con su mujer y cinco
hijos que sobrevivieron de los quince que tuvo.
La peña es una pieza bastante compacta, principalmente de
arenisca, aunque tiene alguna veta de granito rosa, y tuvo que ser vencida con
herramientas sencillas de hierro como picos, cinceles, barras (chimenea), etc. En principio se trataba de una habitación a la
que se trasladó hacia 1915, pero con posterioridad –nunca dio realmente por
acabada la obra- fue añadiendo cocina (alacena excavada, fregadero y chimenea
perforada de abajo a arriba), comedor o cuarto de estar, pasillos, cuadra,
cochiquera, etc., e incluso el mobiliario y accesorios como escaleras,
desagües, armarios, mesa, pesebre, chimenea, etc.
En 1920 el Ayuntamiento le había concedido la propiedad y
Lino seguiría con la “construcción” tallando unas escaleras al lado de la
cocina para crear una segunda planta con la habitación principal, donde pueden
verse las empezadas escaleras para crear un tercer nivel, encima de la cocina,
que ya dejó inacabadas pese a estar picando hasta el día anterior a su muerte.
Dos de sus hijas seguirían viviendo hasta 1990.
La excavación la realizaba, con herramientas manuales,
durante las noches, después de su jornada diaria, con su mujer acarreando los
escombros, y lo extraordinario de la obra hizo que fuese visitada por Alfonso
XIII –que le nombró peón caminero para darle un sueldo fijo aunque ya era muy
mayor- y el general Primo de Rivera en 1928 y que le fuese concedida en 1929 la
Medalla al Mérito del Trabajo en la modalidad de bronce. Durante la Guerra
Civil la casa fue ocupada por el ejército italiano que la usó como refugio y
polvorín debido a su solidez, instalando la luz eléctrica que no pudo disfrutar
Lino. Los reyes Juan Carlos I y Sofía la visitaron en 1978 y desde 1990 puede
ser visitada como casa museo dedicada a su memoria.
La roca presenta una fachada compuesta por puerta de
acceso, puerta a la izquierda de acceso al trastero, ventana del recibidor en
planta baja, balcón de la habitación superior y hueco para el balcón de la
nueva habitación, inacabada. A la derecha, patio lateral donde desagua la pila
interior y cuadra. Está estructurada en dos plantas, con la superior –donde se
ve el inicio de otra excavación inacabada- en dos niveles para salvar la mayor
altura de la cocina. La superficie total es de unos 100 m2.
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Dormitorio del segundo piso donde murió Lino Bueno. |
Esta casa, a pesar de su situación casi fósil, no es una
cueva. Es una solución individual, no colectiva como en otros lugares. Es una
solución arquitectónica alternativa. Es una arquitectura espontánea, no
arquitectura popular, no tiene modelos. Es una obra no construida, sino esculpida,
cincelada. La peña puede recordar un montículo o dolmen, pero la fachada es
rotunda, la excavación demuestra un buen sentido de la orientación y la
abundancia de pequeños detalles es abrumadora: baste señalar la mesa junto a la
entrada, pensada para colocar encima los féretros cuando muriesen.
La visita es gratuita y sólo aceptan la voluntad para su
mantenimiento, voluntad que se da con mucho agrado. Los herederos enseñan la
casa, queriendo transmitir la “locura” que supuso el esfuerzo inacabable, esta
obra de romanos realizada con una fe medieval que consiguió comprender la
verdad de la piedra, con el cariño y la atención de lo que es suyo y con la
complacencia admirada hacia su antecesor, que nos mira desde sus fotografías
con la chispa de la creación en sus ojos, con esa sencilla dignidad natural que
era como su propia envoltura, que parece esconder las tensiones de su voluntad,
de su destino ligado con un lugar y con un paisaje. La magnitud de la tarea
ennoblece la lucha. De no haber empresas no conociéramos a los héroes.
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