Arte y Cine. 120 años de intercambios.
CaixaForum organiza en sentido cronológico esta
exposición, a partir, principalmente, de una selección de obras procedentes de
las colecciones de La Cinémathèque française, con varios objetivos: mostrar los
vínculos del cine con las demás artes y sus influencias mutuas, demostrar que
el cine también se puede exponer, facilitar el análisis de fragmentos de
películas, etc.
La tecnología digital ha posibilitado que, al igual que
sucede en la crítica de arte recurriendo a la ampliación para descubrir
secretos en la ejecución de las obras, se puedan analizar en detalle los
filmes. El fragmento de una película es el equivalente del detalle de un cuadro
y se pueden comparar las películas en las paredes de los museos como comparamos
las obras de otras disciplinas sin poner en peligro la integridad de las cintas
de celuloide. En las paredes de los museos las películas rivalizan con las
imágenes inmóviles de la pintura, escultura o fotografía. Las técnicas
digitales no se han convertido en una amenaza para el cine, sino que han
ampliado su capacidad de invención formal ofreciendo situaciones desligadas de
la realidad, objetos de creación virtual.
1800. El hombre buscaba, al representarse a sí mismo,
comprender su propio ser y su movimiento, percibir sus proporciones con el
resto del universo. Desde el Renacimiento, la finalidad de la pintura y la
escultura era representar la realidad. En el s. XIX, con el diorama, el tiempo
entraba en la imagen, se ofrecía como percepción.
1900. Las primeras películas que realizaron los hermanos
Lumière guardan cierto parecido con los motivos utilizados por los pintores
impresionistas, principalmente Monet. La formación recibida hace que las
películas se encuadren siguiendo los códigos de la representación pictórica.
Hasta la I Guerra Mundial el cine compitió con la pintura, siguió sus modelos,
pero también al revés. El cine se puso rápidamente al servicio de la
representación de lo que sucedía en el mundo, tenía vocación informativa al
estilo de la pintura simbolista del siglo anterior, el denominado art nouveau.
1910. El cubismo, que nació en la pintura y la escultura,
también se extendió al ámbito cinematográfico. Charlot, descubierto en Francia gracias
a Guillaume Apollinaire, despertó el interés de Fernand Léger. Por sus
limitaciones técnicas, el cine era para los pintores un mero entretenimiento,
interesante pero secundario, como decía Picasso, aunque quizá le influyó cuando
creó algunas piezas de vestuario de un ballet, del mismo modo que influyó en
los futuristas italianos y en el arte ruso (Marc Chagall) o las vanguardias de
la Europa del Este.
1920. El cine iba dejando a un lado su faceta de espectáculo
considerado como oposición a las convenciones burguesas y los pintores sentían
la tentación de cambiar sus pinceles por una cámara. Algunos eran tanto
cineastas como pintores. El cine no existiría sin su componente fotográfico,
por lo que la fotografía quedaba expuesta a las influencias cinematográficas.
El cine se arrastraba hacia cierta abstracción, Luis Buñuel y Salvador Dalí
forzaban el relato novelesco clásico y las normas narrativas ya dominantes en
el cine sonoro en Un perro andaluz y La edad de oro, en la que figuraba en el
reparto el pintor Max Ernst y en la que algunas escenas anunciaban las
combinaciones de objetos encontrados en los cuadros de René Magritte.
1930. En estos años de peligro para la democracia y las
libertades en general, se produjeron pocas películas que incluyesen referencias
explícitas a los trágicos sucesos que se vivían en Europa. Jean Cocteau realizó
una obra maestra a caballo entre el cine mudo y el cine sonoro, La sangre de un
poeta. Cocteau es el ejemplo perfecto de la fusión de distintos ámbitos
artísticos: poeta, escritor, coreógrafo, músico, artista gráfico, cineasta. Aparecerán
secuencias anticipadoras del puntillismo pictórico, la nieve catódica, el
collage, el autorretrato y se analiza la extraña inquietud que surge en torno a
la pintura desde que existe el cine: la inmovilidad de las figuras.
1940. El surrealismo tomó del cine una gran cantidad de
motivos y figuras oníricas. Marx Ernst.
En sentido inverso, el cine recurrió a los delirios de
los pintores surrealistas: Hitchcock
invitó a Salvador Dalí a colaborar en una película psicoanalítica:
Recuerda, 1945. Algunas puestas en escena son tan pictóricas que incluso
incluyen cuadros y reproducen collages.
1950. Nueva York fue la ciudad de los inventores de
nuevos lenguajes cinematográficos, quizá debido a que los surrealistas hallaron
refugio durante la guerra. Imponiendo nuevos ritmos a las imágenes se
realizaron obras parecidas a un collage. Picasso colaboró en una película y
demostró su compromiso político. El cine daba vida a la pintura y a la escultura
de la mano de Alexander Calder. Jean-Luc Godard lo reinventó porque se hacía
clásico, se constata el fin de lo moderno.
1960. La nouvelle vogue –encabezada por Jean-Luc Godard-
cuestionó la narrativa cinematográfica tradicional y abrió la estética del cine
a las demás artes, en particular a la pintura moderna volviendo la mirada hacia
Henri Matisse y a la influencia de Jean Cocteau en el efervescente ambiente
artístico de París. El cine moderno se convertía en contemporáneo.
1970. El cine se consolidaba como arte entre las artes.
Los cineastas eran cada vez más indiferenciables del resto de los artistas y se
entregaban a empresas figurativas que narraban los males del mundo como a
intentos de renovar los lenguajes visuales en general. Los carteles de cine se
convirtieron en manifiesto que apelaban a las luchas sociales e ideológicas. Nacieron
las primeras propuestas de instalaciones de cine en el espacio del museo,
reuniendo la pintura, la escultura y el cine, que generaron un nuevo tipo de
espectador, el visitante-paseante, tan móvil como las imágenes que contempla.
1980-2010. Falta de perspectiva respecto de este periodo.
Jean-Luc Godard es uno de los principales puentes que establecieron el vínculo
entre los siglos XX y XXI, entre las imágenes pertenecientes a todas las artes,
entre las técnicas de reproducción, entre el cine que cuenta historias y un
arte que trata de reflexionar sobre la historia. El destino de los personajes
ya no es lo único que obsesiona a los artistas-cineastas, sino también el
destino de las imágenes.
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