martes, 11 de julio de 2017

La casa de los Grifos.

La Institución de Estudios Complutense, I.EE.CC., organiza una visita guiada a la geométrica ruina de la ciudad romana –dormida- de Complutum, en Alcalá de Henares, con el objetivo concreto de ver la “casa de los Grifos”, en proceso de excavación. Sin estar acuciados por el presente, tenemos afición por los siglos pasados. Nos esperan los arqueólogos Ana Lucía Sánchez y Sebastián Rascón que nos van a guiar en el recorrido. Como somos muchos nos dividimos en dos grupos que irán algo separados para no molestarse en las explicaciones: yo me pido Ana Lucía.


El espacio está completamente protegido, vallado y cubierto. En la puerta, unos paneles informativos explican cómo era la casa, completándose con unas infografías que permiten “verla”. Entramos por una de las puertas que se abren a la historia y nos situamos en una especie de tribuna elevada que tiene visibilidad –con la familiariedad de las dos dimensiones- sobre todo el yacimiento, envuelto bajo un manto de silencio. Desde aquí, en lo que podría ser la entrada principal de la casa, frente a la estancia E, Ana Lucía nos da una explicación general.

La “casa de los Grifos” está situada entre los decumanos IV y V al Norte y Sur respectivamente, y el mercado y cardo IV al Este y Oeste, con sendos pórticos perimetrales en sus lados Oeste y Sur. Era una casa de peristilo que ocupaba una manzana completa de 30 x 30 m, con un jardín central –con pozo- rodeado de un pórtico sustentado por columnas (peristylum), al que se abrían las diferentes estancias: salas para cenas y otros actos sociales (triclinia, oeci, vestibula), siendo la más monumental la estancia E; habitaciones privadas (cubicula), cocinas y establecimientos comerciales que se abrían a la calle, principalmente un bar de comidas preparadas (thermopolium).

Era una vivienda señorial (domus), de una familia importante como lo demuestra su ubicación junto al Foro, la vinculación directa con el vecino mercado público -también propiedad de los dueños de la casa-, su tamaño, etc. Fue construida a mediados del s. I –probablemente durante el emperador Claudio- y destruida casi totalmente a consecuencia de un incendio al final del s. III, cuando se acometían importantes reformas, y su importancia y excepcionalidad reside en que conserva la superficie completa de la vivienda y la mayor parte de las pinturas murales que la decoraban, de pretensiones estéticas inusitadas. Salvo las estancias del ala Sur, que se emplearon, al menos durante el s. IV, como tiendas y talleres, el resto fue demolido. Las primeras excavaciones datan de 1985-91, pero es a partir de 2004 cuando se desarrolla un programa continuado con el objetivo de devolver las pinturas y otros elementos estructurales a su posición original (anastilosis).

La gran cubierta que techa todo el yacimiento permite proteger los restos y musealizar los procesos de excavación y restauración de los arqueólogos, de forma que la visita actual permite asistir a la marcha del proceso arqueológico y ver las características de los espacios principales de la casa como el peristilo o el gran salón de recepción, la estancia E. Desde donde estamos se aprecia todo esto y son perfectamente visibles las cimentaciones de cantos rodados de los muros, pero, para verlo mejor, salimos y entramos por otra puerta, directamente a la excavación, como podrían hacerlo los moradores de la casa.

Desde dentro se distinguen bien no sólo los volúmenes sino infinidad de detalles como una vasija que sale en una zona sin terminar de excavar, un capitel en forma de H, un fragmento de un gran mortero, el suelo original –copiado en otros tramos-, una losa que tiene la marca redonda de una estufa o cocina que tendría encima, el inicio de escaleras para subir a una planta superior, columnas levantadas –los tambores estaban caídos pero cercanos-, una canalización, el pozo, varias capas de revoco en una pared, zona de hundimiento del tejado –se ven las tejas-, puerta y abertura de entrada, etc.

Pero lo más importante son las pinturas murales. Fue un arte decorativo muy importante en la arquitectura romana, pero la alta calidad técnica alcanzada contrasta con la escasez de restos, excepcionalmente frágiles y de difícil conservación. Sin embargo, esta casa conserva la casi totalidad de sus programas pictóricos. Con colores vivos como gritos, las escenas de cacerías de grandes felinos, los trampantojos que imitan arquitecturas de mármol, los candelabros vegetales, los símbolos de abundancia como las cornucopias, los seres fantásticos como los grifos –que dan nombre a la casa-, etc., consiguen los efectos escenográficos que los propietarios y los artistas persiguieron en los jardines y estancias, derramando la poesía del arte sobre la prosa de la vida doméstica y material. Con poética mirada de pintor tratamos de aprehender su significado.

Bajo la voz insinuante de Ana Lucía, que transparenta su amor por lo antiguo, la vida vuelve a la casa de los Grifos. Parece que hemos retrocedido en el tiempo y que Complutum revive. El examen minucioso nos detiene a cada paso, con la mente ocupada en recuerdos históricos. Después de algún comentario más general, que trasciende los detalles, nuestra guía deja correr un silencio. Nos abandonamos a la sensación del momento, tratando de relacionar los aspectos, de que las imágenes no tengan un valor aislado, estático. Todos lo que nos va contando hace que la visión final ya no sea de los detalles sino del conjunto, una idea global de este lugar donde habitan las huellas del pasado, donde permanecen las viejas sombras del pasado, donde se nota la persistencia en el recuerdo de una grandeza perdida.  


Al final, desde Complutum, vamos al lado del Tear, a un edificio nuevo que no está abierto al público y que es usado como laboratorio. Aquí vemos muchas cajas que guardan las piezas encontradas, restauraciones y reconstrucciones de pinturas, mosaicos, etc. También se hacen análisis de los restos y dataciones absolutas. Todo este trabajo tan meticuloso, la unión de estas actuaciones, permite avanzar en las tres líneas básicas del trabajo de los arqueólogos en relación con el patrimonio: investigación, conservación y difusión, y nosotros hemos podido disfrutar de su comprobación. El pesimista “¡Hasta las ruinas perecieron!”, de Virgilio, aquí no tiene razón de ser. Estas ruinas no sólo son ya indestructibles sino que esperan una, aunque lenta, segura resurrección. 


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