La casa de los Grifos.
La Institución de Estudios Complutense, I.EE.CC.,
organiza una visita guiada a la geométrica ruina de la ciudad romana –dormida-
de Complutum, en Alcalá de Henares, con el objetivo concreto de ver la “casa de los Grifos”, en proceso de
excavación. Sin estar acuciados por el presente, tenemos afición por los siglos
pasados. Nos esperan los arqueólogos Ana Lucía Sánchez y Sebastián Rascón que
nos van a guiar en el recorrido. Como somos muchos nos dividimos en dos grupos
que irán algo separados para no molestarse en las explicaciones: yo me pido Ana
Lucía.
El espacio está completamente protegido, vallado y
cubierto. En la puerta, unos paneles informativos explican cómo era la casa,
completándose con unas infografías que permiten “verla”. Entramos por una de
las puertas que se abren a la historia y nos situamos en una especie de tribuna
elevada que tiene visibilidad –con la familiariedad de las dos dimensiones- sobre
todo el yacimiento, envuelto bajo un manto de silencio. Desde aquí, en lo que
podría ser la entrada principal de la casa, frente a la estancia E, Ana Lucía
nos da una explicación general.
La “casa de los Grifos” está situada entre los decumanos
IV y V al Norte y Sur respectivamente, y el mercado y cardo IV al Este y Oeste,
con sendos pórticos perimetrales en sus lados Oeste y Sur. Era una casa de
peristilo que ocupaba una manzana completa de 30 x 30 m, con un jardín central –con
pozo- rodeado de un pórtico sustentado por columnas (peristylum), al que se
abrían las diferentes estancias: salas para cenas y otros actos sociales
(triclinia, oeci, vestibula), siendo la más monumental la estancia E;
habitaciones privadas (cubicula), cocinas y establecimientos comerciales que se
abrían a la calle, principalmente un bar de comidas preparadas (thermopolium).
Era una vivienda señorial (domus), de una familia
importante como lo demuestra su ubicación junto al Foro, la vinculación directa
con el vecino mercado público -también propiedad de los dueños de la casa-, su
tamaño, etc. Fue construida a mediados del s. I –probablemente durante el
emperador Claudio- y destruida casi totalmente a consecuencia de un incendio al
final del s. III, cuando se acometían importantes reformas, y su importancia y
excepcionalidad reside en que conserva la superficie completa de la vivienda y
la mayor parte de las pinturas murales que la decoraban, de pretensiones
estéticas inusitadas. Salvo las estancias del ala Sur, que se emplearon, al
menos durante el s. IV, como tiendas y talleres, el resto fue demolido. Las
primeras excavaciones datan de 1985-91, pero es a partir de 2004 cuando se
desarrolla un programa continuado con el objetivo de devolver las pinturas y
otros elementos estructurales a su posición original (anastilosis).
La gran cubierta que techa todo el yacimiento permite
proteger los restos y musealizar los procesos de excavación y restauración de
los arqueólogos, de forma que la visita actual permite asistir a la marcha del
proceso arqueológico y ver las características de los espacios principales de
la casa como el peristilo o el gran salón de recepción, la estancia E. Desde
donde estamos se aprecia todo esto y son perfectamente visibles las
cimentaciones de cantos rodados de los muros, pero, para verlo mejor, salimos y
entramos por otra puerta, directamente a la excavación, como podrían hacerlo
los moradores de la casa.
Desde dentro se distinguen bien no sólo los volúmenes sino
infinidad de detalles como una vasija que sale en una zona sin terminar de
excavar, un capitel en forma de H, un fragmento de un gran mortero, el suelo
original –copiado en otros tramos-, una losa que tiene la marca redonda de una
estufa o cocina que tendría encima, el inicio de escaleras para subir a una
planta superior, columnas levantadas –los tambores estaban caídos pero
cercanos-, una canalización, el pozo, varias capas de revoco en una pared, zona
de hundimiento del tejado –se ven las tejas-, puerta y abertura de entrada,
etc.
Pero
lo más importante son las pinturas murales. Fue un arte decorativo muy
importante en la arquitectura romana, pero la alta calidad técnica alcanzada contrasta
con la escasez de restos, excepcionalmente frágiles y de difícil conservación.
Sin embargo, esta casa conserva la casi totalidad de sus programas pictóricos. Con
colores vivos como gritos, las escenas de cacerías de grandes felinos, los
trampantojos que imitan arquitecturas de mármol, los candelabros vegetales, los
símbolos de abundancia como las cornucopias, los seres fantásticos como los
grifos –que dan nombre a la casa-, etc., consiguen los efectos escenográficos
que los propietarios y los artistas persiguieron en los jardines y estancias,
derramando la poesía del arte sobre la prosa de la vida doméstica y material. Con
poética mirada de pintor tratamos de aprehender su significado.
Bajo
la voz insinuante de Ana Lucía, que transparenta su amor por lo antiguo, la
vida vuelve a la casa de los Grifos. Parece que hemos retrocedido en el tiempo y
que Complutum revive. El examen minucioso nos detiene a cada paso, con la mente
ocupada en recuerdos históricos. Después de algún comentario más general, que
trasciende los detalles, nuestra guía deja correr un silencio. Nos abandonamos
a la sensación del momento, tratando de relacionar los aspectos, de que las
imágenes no tengan un valor aislado, estático. Todos lo que nos va contando
hace que la visión final ya no sea de los detalles sino del conjunto, una idea
global de este lugar donde habitan las huellas del pasado, donde permanecen las
viejas sombras del pasado, donde se nota la persistencia en el recuerdo de una
grandeza perdida.
Al
final, desde Complutum, vamos al lado del Tear, a un edificio nuevo que no está
abierto al público y que es usado como laboratorio. Aquí vemos muchas cajas que
guardan las piezas encontradas, restauraciones y reconstrucciones de pinturas, mosaicos,
etc. También se hacen análisis de los restos y dataciones absolutas. Todo este
trabajo tan meticuloso, la unión de estas actuaciones, permite avanzar en las
tres líneas básicas del trabajo de los arqueólogos en relación con el
patrimonio: investigación, conservación y difusión, y nosotros hemos podido
disfrutar de su comprobación. El pesimista “¡Hasta las ruinas perecieron!”, de
Virgilio, aquí no tiene razón de ser. Estas ruinas no sólo son ya
indestructibles sino que esperan una, aunque lenta, segura resurrección.
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