miércoles, 3 de febrero de 2016

Camino de Cervantes 2: Ajalvir-Daganzo.

Es el 25 de octubre. Nos concentramos en  el polideportivo de Ajalvir, ahora vacío y silencioso en
contraposición al domingo pasado. Parece que estamos menos personas, pero es que hemos llegado temprano; a la hora indicada estamos todavía más que el otro día y por megafonía anuncian que el kit del paseante estará disponible a fin de mes para los que no lo tienen. Como no hay amenaza de lluvia no se ven tanto los chubasqueros azules y el color es más variopinto.

Salimos a las 10:30, hora nueva después del cambio de la pasada madrugada, y retrocedemos por donde llegamos en la etapa anterior. Cruzamos en sentido inverso el pueblo, la plaza, etc. En
dirección SE, cruzamos por un paso elevado la M-108 y seguimos por la Colada del Camino de la Huelga. En medio de una mañana radiante, con un sol espléndido que no pueden tapar unas hilachas de nubes blancas desplegadas en el azul, ascendemos una ligera cuesta, una suave elevación de unos cerros entre campos de cereal cosechado. La bajada por el otro lado, que proporciona diversidad a la monotonía del paisaje, nos permite ver algunos cambios de color puesto que al amarillo de los rastrojos se une el marrón de los campos arados y el verde claro de una hierba rala en otros. Al fondo se vislumbra Alcalá de Henares y el cerro de San Juan del Viso como telón de fondo.

En el fondo de este vallecito giramos a la izquierda, al N, tomando la Colada del Camino de la Vega que discurre paralela al arroyo del Monte en una llanura enmarcada por lomas de escasa altitud,
conformando un paisaje suave en esta Campiña del Henares, donde, según las épocas, es posible avistar aves esteparias como avutardas y varias clases de aguiluchos, pero donde hoy sólo vemos galgos.  El municipio de Daganzo pertenece a la Zona de Especial Conservación ZEC “Cuencas de los ríos Jarama y Henares” y a la ZEPA nº 139 “Estepas cerealistas de los Ríos Jarama y Henares”.
Siguiendo por esta vía pecuaria intemporal, dejamos a la derecha, en alto, las ruinas del desaparecido Daganzuelo, Daganzo de Arriba, donde parece ser que quedan cimientos de algunas edificaciones. En la ladera se alternan el marrón de los campos arados y el
amarillo de los rastrojos. En lo alto hay varios coches parados y desde ellos descienden varios galgueros llevando sujetos a los animales. De pronto nos damos cuenta de que una gran liebre es perseguida por dos galgos que parece que le ganan terreno, pero que, finalmente, cuando se pierden en la lejanía tras atravesar varios campos de diferentes texturas visuales y dejamos de verlos, no la han alcanzado.

De frente, prácticamente uniendo Ajalvir y Daganzo, aparece un gran edificio de actividades industriales, alargado, en colores gris y blanco mientras vamos rodeados por el marrón. A nuestra
izquierda, casi tapado por un campo de rastrojos y algo de hierba verde por las últimas y escasas lluvias, se ve la torre de Ajalvir. Realmente estos dos pueblos están muy cerca, casi se divisa el fin en el mismo momento de empezar la etapa, pero venimos dando un gran rodeo para alargar el recorrido. Otro grupo de galgueros, incluso con gente a caballo, están en lo alto de la loma.

Tras la zona de La Vega, cruzamos el paso subterráneo de la M-100 y llegamos a Daganzo después de 8,5 km de recorrido aproximadamente. Cruzamos el pueblo, grande, nuevo, y vamos hasta la plaza
de la villa, de forma trapezoidal, antiguo centro geográfico, que cuenta con dos edificios importantes que reflejan los antiguos poderes, la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, que tiene una custodia de plata barroca que se usa en el Corpus, y el ayuntamiento, de dos pisos, porticado y con un reloj central en el tejado. Bajo el ayuntamiento se ha situado la zona de sellado de los pasaportes y en la gran plaza se ha instalado un mercadillo muy animado. Somos Daganzo reparte un escrito en el que advierte que detrás de esta iniciativa de senderismo, de turismo de cercanía y de conocimiento de los pueblos vecinos, está una empresa privada del ámbito sanitario que asume gestiones que deberían ser de la sanidad pública y que el Ayuntamiento le da facilidades.

Hemos invadido el centro del pueblo, que está como quizá nunca lo hayan visto. Además está anunciada la fiesta del garbanzo: los restaurantes ofrecerán platos con esa legumbre. No podemos quedarnos y los conductores vamos al autobús para recoger nuestro coche en Ajalvir y volver aquí a por el resto de pasajeros. Finalmente nos vamos sin ver el antiguo abrevadero de ganado y caballerías transformado en una fuente que tiene el mismo nombre que otra de Alcalá, la de los Cuatro Caños.

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