8.- Monreal-Puente la Reina.
Última etapa. Al poco de salir nos alcanzan los alemanes,
los únicos conocidos que quedan. El
Camino, una senda dificultosa, bordea la sierra de Alaiz. El paisaje está compuesto por algo de arbolado, arbustos y campos de labor. Pasamos cerca de Yárnoz, con torre fortificada del siglo XIV. Desde aquí las canteras propinan unas profundas dentelladas a la sierra que estropean el paisaje. Recordamos que los bosques preceden a la civilización y los desiertos la siguen. Por Otano se aprecia el bosque mediterráneo y a Esperun llega el canal de Navarra, con agua de Itoiz. Después atacamos un fuerte repecho, los Altos de la Cruz. A estas alturas, las cuestas no son una diversión lírica; es difícil poner esto en verso. Descendemos a Guerendiain, 590 m., con casonas engalanadas con geranios. Hemos abandonado el valle de Elorz.
Camino, una senda dificultosa, bordea la sierra de Alaiz. El paisaje está compuesto por algo de arbolado, arbustos y campos de labor. Pasamos cerca de Yárnoz, con torre fortificada del siglo XIV. Desde aquí las canteras propinan unas profundas dentelladas a la sierra que estropean el paisaje. Recordamos que los bosques preceden a la civilización y los desiertos la siguen. Por Otano se aprecia el bosque mediterráneo y a Esperun llega el canal de Navarra, con agua de Itoiz. Después atacamos un fuerte repecho, los Altos de la Cruz. A estas alturas, las cuestas no son una diversión lírica; es difícil poner esto en verso. Descendemos a Guerendiain, 590 m., con casonas engalanadas con geranios. Hemos abandonado el valle de Elorz.
Seguimos por otro duro tramo, desde el que se divisa la
Cuenca de Pamplona, hasta Tiebas, 575 m. Las piedras de su arruinado castillo
nos dan la bienvenida. El albergue y el restaurante
están cerrados. Los alemanes siguen y nosotros improvisamos un almuerzo con lo que nos queda. Cuanto más avanzamos más ligeras son las mochilas. Desde aquí hay dos rutas. Una sigue por Campanas, opción menos bonita en cuanto al paisaje. Nosotros seguimos hacia Muruarte de Reta y, en una fuente, encontramos a los alemanes. Paramos. Después seguimos por una carreterita hasta Oleoz. Vemos su románica iglesia de San Miguel Arcángel –cuya portada se dice que es como la de Eunate reflejada en un espejo-, casonas y un torreón.
están cerrados. Los alemanes siguen y nosotros improvisamos un almuerzo con lo que nos queda. Cuanto más avanzamos más ligeras son las mochilas. Desde aquí hay dos rutas. Una sigue por Campanas, opción menos bonita en cuanto al paisaje. Nosotros seguimos hacia Muruarte de Reta y, en una fuente, encontramos a los alemanes. Paramos. Después seguimos por una carreterita hasta Oleoz. Vemos su románica iglesia de San Miguel Arcángel –cuya portada se dice que es como la de Eunate reflejada en un espejo-, casonas y un torreón.
El río Robo nos guía en este último tramo. Hace mucho calor
y en el cielo no hay nubes. El sol es cegador; es un sol de hierro al rojo. El
calor y el cansancio hacen que el cerebro se apague y deje al
cuerpo entregado a las meras sensaciones. Llegamos a Enériz, 425 m., cuyo restaurante está cerrado. Retrocedemos hasta el camping donde los camareros, una pareja rumana, nos ceden gratis ducha y piscina, y nos preparan unos bocadillos enormes.
cuerpo entregado a las meras sensaciones. Llegamos a Enériz, 425 m., cuyo restaurante está cerrado. Retrocedemos hasta el camping donde los camareros, una pareja rumana, nos ceden gratis ducha y piscina, y nos preparan unos bocadillos enormes.
Reconfortados, salimos del frescor del bar al resol metálico
de la tarde. El incesante sol está en su apogeo y nos aplana sin piedad. Las
piedras hierven al sol en estas horas tórridas de la tarde. Parece como si el
propio sol fuera a derretirse. Andamos despacio por un camino ancho, entre
campos de labor sin arbolado, hasta que un desvío sombreado nos deja en la
Ermita de Nuestra Señora de Eunate, que está cerrada. Nos
extasiamos con su trazado octogonal de factura atribuida a los templarios.
extasiamos con su trazado octogonal de factura atribuida a los templarios.
Obanos está en subida. La última. Aquí se produce la unión
con el camino de Roncesvalles. Parece que esta tarde el sol está en el cielo
más tiempo. Llevamos en el cuerpo el sol de estos días como esa luz que los
astrónomos registran en su telescopio incluso miles de años después de
extinguirse. Al pasar por unos maizales sale un vaho de humedad que refresca de
momento. Un último empujón y nos acercamos a Puente la Reina. Paramos en el
primer albergue, Jakue, antes de llegar al pueblo, que
resulta muy cómodo. No están los alemanes; nos hemos quedado definitivamente solos.
Hemos terminado nuestro camino. Paz de postcatarsis. Estamos en la antigua Pons Reginae, fin de la vía Tolosana, que se tiende a los dos lados de una recta calle, la Mayor. Gastamos la tarde en paseo y visitas y en añorar a los que hemos perdido. Vemos la iglesia de Santiago, con portada románica y llegamos hasta el maravilloso puente de seis arcadas, el mejor del Camino, mandado construir en el siglo XI por Doña Mayor, esposa de Sancho III el Mayor. Desde el pretil contemplamos cómo el Arga se desliza mansamente, su suave fluir. En medio de un silencio fascinado escuchamos la risa de las aguas. Para la cena, nada mejor que los restaurantes de la calle Mayor. Todo un mundo esta calle por donde resbala mansamente, como el Arga, la historia. Volvemos al albergue y pronto somos arrebatados por el sueño.
resulta muy cómodo. No están los alemanes; nos hemos quedado definitivamente solos.
Hemos terminado nuestro camino. Paz de postcatarsis. Estamos en la antigua Pons Reginae, fin de la vía Tolosana, que se tiende a los dos lados de una recta calle, la Mayor. Gastamos la tarde en paseo y visitas y en añorar a los que hemos perdido. Vemos la iglesia de Santiago, con portada románica y llegamos hasta el maravilloso puente de seis arcadas, el mejor del Camino, mandado construir en el siglo XI por Doña Mayor, esposa de Sancho III el Mayor. Desde el pretil contemplamos cómo el Arga se desliza mansamente, su suave fluir. En medio de un silencio fascinado escuchamos la risa de las aguas. Para la cena, nada mejor que los restaurantes de la calle Mayor. Todo un mundo esta calle por donde resbala mansamente, como el Arga, la historia. Volvemos al albergue y pronto somos arrebatados por el sueño.
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