lunes, 27 de octubre de 2014

Viernes. Puente la Reina/Gares- Estella/Lizarra

Como cada día, salimos de noche. El Camino atraviesa otro antiguo barrio y pronto abandonamos definitivamente al Arga. Llanea hasta una fuerte subida antes de Mañeru, dormido todavía aunque el resplandor del nuevo día ha dibujado su perfil en el cielo. En la plaza un japonés me pregunta el nombre del pueblo y lo mira en su guía. Ha ido amaneciendo, pero hay poca luz porque el cielo está cubierto.  

El terreno asciende algo, teniendo a la izquierda el valle de Mañeru por donde corre el hilo del río Salado. Hay muchas viñas. Veo a Eva y Lourdes que, como son de Bilbao, llevan un paso muy ágil. También veo a Eva, Gema y Rosa, de Valencia. Todos juntos subimos, con todas las velas al viento, hasta la plaza de Zirauqui. Aquí siempre me acuerdo de mi amigo Benjamín. Las valencianas se quedan aquí y los demás seguimos, descendiendo por el otro lado del pueblo, por restos de calzada y puente romanos.

El tiempo va despejando. Parece que no va a llover. Seguimos por un tramo en ligero descenso, con un paisaje igual al que llevábamos hasta aquí, con viñas y campos de cereal. Los racimos ya están gordos aunque les falta algo para madurar. El punto más bajo lo marca el río Salado, que se cruza por un puente de dos ojos apuntados, tajamares triangulares y forma de lomo de asno.

Desde aquí, de nuevo es subida, por el valle de Yerri, hasta Lorca, pueblo caminero alineado sobre la calle central. Paramos para comer algo de fruta en uno de los dos albergues, donde ya paré en otra ocasión. Lo regentaba una catalana que ahora no está porque va a dar a luz, según me cuenta otra camarera. Eva y Lourdes toman un refresco y se quedan aquí. Yo sigo porque me dan un poco de ventaja. En la lejanía, ya se ve la montaña Monjardín, por donde pasaré mañana. Se sigue por un terreno llano, por un camino bueno en medio de campos de cereal cosechado, con arbolado en las laderas de las sierras cercanas. Hay alguna nube, pero el sol castiga sin piedad. Calor.


Al fondo de la llanada está Villatuerta, donde se cruza el río Iranzu, afluente del Ega, por un puente de dos arcos de medio punto algo apuntados, tajamares triangulares y perfil de lomo de asno. Después, un tramo de ascenso lleva a la ermita de San Miguel. Formaba parte de un monasterio y conserva parte de la nave románica, aunque lo más importante son unos relieves iconográficos, once altorrelieves, que se conservan en el Museo de Navarra. Poco después se cruza el río Ega. Estella ya está cerca. El Camino pasa por delante de la fachada gótica de la Iglesia del Santo Sepulcro que demuestra cómo la piedra, que carece de la fugaz precariedad de la condición humana, puede contar historias, instruir, y que los capiteles, las esculturas, etc., son la Biblia de los no instruidos. El albergue municipal está próximo. Rutina.

Para la comida voy a la plaza pero busco en una calleja lateral y encuentro el  restaurante Casanova, que me gusta. Tomo una cerveza y hablo con unos señores simpatiquísimos, que me dicen que coma allí mismo, que es el mejor restaurante, y que pida pochas. Les hago caso, subo y me acomodan al lado de otros dos señores que comen unas pochas de aspecto inmejorable. No lo dudo. Me cuentan que si compro vino de Zirauqui que sea clarete y tinto si es de Mañeru. El menú resulta excelente.

Por la tarde, veo el Palacio de los Reyes de Navarra, la mejor muestra de románico civil de Navarra, segunda mitad s. XII. Me detengo en el famoso capitel del lado izquierdo, algo deteriorado, a la espera de que el tiempo cumpla su obra. Enfrente está San Pedro de la Rúa, con elementos desde el s. XII hasta el XVIII, que tiene en su portada tardorrománica motivos decorativos como la estrella, símbolo de la ciudad.


La población tiene mucha vida, está muy animada.  En una plaza con menos gente me siento en el silencio, disfrutando de la placidez del atardecer. El día ha pasado al mismo ritmo lento de las nubes por el cielo. Ceno unos pintxos cerca de la plaza y vuelvo al albergue pasando por el puente de la cárcel. Ha sido una etapa sin dificultades especiales, de 20 km de longitud. La noche está ocupando cada rincón pero hay una lucha de la vigilia contra el sueño. Mañana, más.

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