viernes, 6 de junio de 2025

“Nabatas” en Aragón. 

Los ríos siempre han sido camino. Uno de los usos antiguos de sus aguas era el de transportar los troncos de los bosques de zonas altas hacia las zonas bajas. Al ser los accesos terrestres difíciles hasta la explotación maderera, una posible solución era transportarlos por el propio río hasta los puntos de transporte o las serrerías. Los troncos se acumulaban en las orillas del río esperando a que el caudal aumentase con la primavera. En el Pirineo los troncos se agrupaban en balsas (“almadías” en Navarra, “rai” en Cataluña, “nabatas” en Aragón), sujetos con sargas, planta similar al sauce que, tras humedecerla, queda muy flexible para las ataduras.

Esta arriesgada actividad, el viaje de la madera del Pirineo hasta la desembocadura del Ebro, desapareció al construirse embalses en los ríos y al mejorar los transportes y las comunicaciones, pero se ha recuperado como actividad festiva en un homenaje a unos tiempos y unas gentes muy sacrificadas. En la actualidad hay fiestas y museos en varios pueblos.

Chesús Yuste, en su libro "Navatas y navateros", editado por la Diputación Provincial de Huesca y por PRAMES, explica todo el proceso en un homenaje a la gente que creó esa cultura y a los que la han recuperaedo "como reivindicación de la identidad montañera". Las navatas o plataformas formadas por troncos talados se trasladaban por vía fluvial hasta la desembocadura del Ebro en Tortosa, donde se concentraba la demanda. Esta actividad formó parte del desarrollo económico y social de las zonas de montaña. 

El viaje era la parte final del proceso. Antes de navatear había una labor previa, talar los bosques, desemboscar la madera sacando el árbol, lanzar los troncos sueltos y manejarlos hasta los ligaderos donde se construían las navatas y se echaban al río. La construcción de troncos tenía una anchura de 4-4,5 m, pero su longitud y su peso variaban en función de su composición, que dependía de la demanda. Por lo general se componía de tres plataformas atadas entre sí, una tras otra, y su peso solía alcanzar un máximo de 21 toneladas.


Los navateros eran en su mayoría pequeños agricultores o ganaderos que se dedicaban a esto durante la primavera. "No eran aventureros, sino trabajadores duros en constante lucha con la montaña, el bosque y el río". Desde el llano se les veía con cierto halo de heroísmo y envidia por llegaban hasta el mar, pero vivían en condiciones difíciles. Los descensos comenzaban en abril, aunque mayo y junio eran los meses de mayor actividad debido a que el deshielo primaveral aumentaba el caudal de los ríos. En invierno no eran frecuentes por el frío, el hielo y el escaso caudal, pero la necesidad obligaba en alguna ocasión a jugarse la vida.

El oficio decayó desde la década de 1920 por las obras de regulación de los ríos impulsadas por las compañías eléctricas y los regantes, que supuso la construcción de presas y centrales que bloquearon los cauces. Además, se desarrollaron las carreteras desde el valle del Ebro al Pirineo. Hay un documento, el último, del 26-6-1936, en el río Aragón, expedido por el alcalde de Berdún. La España de posguerra carecía de camiones y combustible, por lo que las navatas volvieron a los ríos, aunque por poco tiempo, hasta la mitad de siglo. Queda la idea del río como "un espacio de conexión entre la gente de montaña y las del llano", de ríos vivos que son cultura. 

El 12-6-1983 las navatas volvieron a descender por el río Cinca. En 2013 el Gobierno de Aragón las declaró Bien de Interés Cultural Inmaterial. Después se presentó para su inclusión del Patrimonio Mundial de la UNESCO en candidatura conjunta con otras comunidades (Navarra, Cataluña, Castilla la Mancha y Comunidad Valenciana) y otros países (Polonia, Alemania, República Checa, Letonia). Se consiguió en el 2022.


PROCESO DE CONSTRUCCIÓN.

Pedro Borau, Presidente de la Asociación de Nabateros D’a Galliguera.

Para la construcción de las “nabatas” el trabajo comienza en la primera mengua de febrero. Es el momento en que se corta la sarga, planta de la familia de los sauces que se encuentra en las orillas de los ríos, y que servirá para atar los troncos. Se limpian los tallos y nudos y se guardan en un lugar húmedo.




Un mes después se procede a retorcer la sarga, a girarla sobre sí misma, siempre manualmente, para romper las fibras y así convertir esta madera rígida en flexible, como si fuese una cuerda, para hacer los nudos y atar los maderos, acopladeras, remeras, etc. Este es el trabajo más duro al exigir más fuerza física para realizarlo. Una vez retorcidos se llaman “berdugos” y seguidamente se sumergen en el agua para que no se resequen. Los delgados se dejan para atar los troncos y los más gruesos se dejan para las remeras y acopladeras.




Participación femenina en el descenso del Gállego

El paso siguiente es adobar la madera, que consiste en preparar los maderos, cortándolos todos a la misma medida, y haciendo unas escotaduras en los extremos, terminándolos en punta redondeada para evitar el choque contra las piedras del fondo del río. También se hacen agujeros en dichas puntas, que servirán para pasar los berdugos que permitirán atar los trabeseros, que son unos troncos delgados de caxico (roble) que se colocan en las escotaduras de los troncos, atándolos entre sí para formar el trampo. 


El caxico es una madera muy fuerte y flexible a la vez, que soporta muy bien el movimiento de los troncos con el agua y los posibles golpes. También con caxico se hacen las remeras, en las que se colocan los remos, uno delante y otro detrás, de aproximadamente 7 metros de largo, con forma de pala en la punta. Más tarde se acoplan los trampos con la sarga haciendo unos nudos especiales y con esto queda formada la nabata. 



Cuando ya están formados los trampos (cada módulo que forma la nabata) se aguan (acción de echarlos al río). Se coloca en el centro de la nabata el ropero, que era utilizado para llevar colgado todo lo que no se tenía que mojar (ropa, comida, etc). Y con esto ya está lista la nabata para emprender su viaje río abajo, hasta el Ebro o hasta el Mediterráneo. 

 

INICIO DE LOS TRABAJOS “NABATEROS”.


Representantes de las tres zonas donde se preserva la memoria de este trabajo (Sobrarbe, Hecho y la Galligera) se reunieron en Laspuña y cortaron casi 1.500 verdugos y acopladeras, que servirán para unir los troncos, haciendo coincidir la actividad con la luna mengua de febrero. Las sargas fueron retorcidas y reforzadas el 12 de abril para convertirlas en cuerdas vegetales, flexibles y resistentes. Fue una de las labores más simbólicas, “retorcer los verdugos”, tarea ancestral que requiere técnica.


Los nabateros del Gállego se reunieron en abril para construir las nabatas en la playa de Murillo de Gállego, punto de salida del descenso previsto para el domingo 20 de abril, domingo de Pascua, aunque se aplazó por el excesivo caudal del río y se efectuó el 26 de abril. La Asociación de Nabateros d'a Galliguera y la Coordinadora Biscarrués-Mallos de Riglos prepararon dos embarcaciones, una de dos trampos con dos remos y otra de tres con cuatro remos, acompañadas por kayaks y barcas de bomberos de las Diputaciones Provinciales de Huesca y Zaragoza para garantizar la seguridad. El descenso se realizó desde la zona de baño en Murillo de Gállego hasta Santa Eulalia (Santolaria) de Gállego.



Los nabateros de Sobrarbe prepararon su descenso entre Laspuña y Aínsa para el día 17 de mayo, coincidiendo con el Encuentro Internacional Nabatero que reunió a delegaciones de 13 países que desfilaron por las calles de Aínsa en un acto de hermanamiento. El sábado 3 de mayo se inauguró un espectacular puente tibetano construido para salvar el río Yesa y que es parte de la ruta navatera entre Puyarruego y Escalona, rehabilitada por el Ayuntamiento de Puértolas. Como acto simbólico, Daniel Pallaruelo, uno de los navateros de más edad, cruzó el puente desde la orilla de Puyarruego portando un verdugo. Para recoger el testigo, al otro lado esperaban dos jóvenes, Silvia Pallaruelo y Rodrigo N.


Laspuña. Inicio del descenso.

Aínsa: meta.






En el valle de Hecho, en el río Aragón Subordán, estaba previsto realizar el descenso el 10-11 de mayo, aunque fue trasladado al 18 de mayo.


En el río Tajo también se realizaba esta actividad, pero de forma diferente. José Luis Sampedro, en su libro El río que nos lleva, lo cuenta. El personaje Shannon se asombra al ver que “todo el río estaba entarimado por los largos maderos, pinos enteros descortezados. El hombre cruzaba ágilmente de una orilla a otra, apoyándose de cuando en cuando en una vara terminada en gancho”. “Para salvar un desnivel del rocoso cauce, los gancheros habían construido un castillete de troncos en rampa. Lo asombroso era que todo el conjunto se sostenía sin clavos ni cuerdas, como una arquitectura de mondadientes gigantescos. Shanon se lo dijo al Americano.

-Así es. Se hace el adobo trabando los palos solos, a puro arte. La fuerza de la corriente los mantiene como hace la gravedad con las piedras de un arco.”

El Americano, refiriéndose también a sí mismo, le cuenta a Shanon cómo es el trabajo. “Mando esta cuadrilla “de punta”, que es la primera de toda la maderada y prepara los adobos para salvar los obstáculos. A lo último va la compañía de “zaga”, desmontando nuestros trabajos y procurando no dejar troncos perdidos. En medio va el grueso de la gente y a todos nos manda el maestre del río, que es el responsable de la conducción”.

El tiempo del trabajo es parecido.

“- ¿Y cuándo se echan los troncos al río? -preguntó luego al Lucas.

-Se encambran todo el invierno, pa airearlos, y se embarcan según va el derretío de la nieve. Por marzo, como dicen: “Marzo con sus marzadas se lleva las maderadas”.”

Los gancheros del Tajo se encontraron los mismos inconvenientes:

“-La maderada- dijo alguien.

-¿Todavía se hace eso? -comentó Marcos desdeñoso-. ¡Mira que habiendo buenos camiones…! ¡Qué atraso!...

-Pues por el Tajo bajaban todos los años hasta la guerra… Y ahí tienes… Puede que ésa sea la última, con la presa -dijo un obrero más viejo. …

Los gancheros contemplaban las obras con asombro, pero sin la menor preocupación. Siempre hubo molinos y presas, pero siempre habían pasado las maderadas por los aliviaderos de los pequeños azudes y por canales en las grandes presas como la de Bolarque. Hasta resultaba más fácil que por el antiguo cauce. Pero ésta iba a ser más grande que ninguna. ¡Qué alturas!”




 

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