lunes, 11 de agosto de 2025

Morón de Almazán

Es un municipio de la provincia de Soria, comarca de Almazán, que cuenta con 202 habitantes (2024) y está situado a 1.004 m de altitud. El topónimo Morón puede hacer referencia a monte o montículo, como el cerro del castillo donde se han encontrado restos arqueológicos de época celta y en cuya ladera se sitúa el pueblo. En el siglo XII, a la muerte de Alfonso VI, se encontraba en manos musulmanas siendo un pequeño castillo de control hacia el Jalón y Medinaceli. Fue conquistado por los cristianos y cambió de manos entre Aragón y Castilla. En 1304 recibió el título de villa del rey Fernando IV de Castilla y Alfonso VII fortificó la población. Pasó a señorío de Duguesclin, pero volvió a Enrique II de Castilla. Más tarde pasó a señorío de los Mendoza y los marqueses de Camarasa. En el censo de 1842 tenía 860 vecinos y, cuando en 1895 se abrió la línea Valladolid-Ariza, tuvo estación de ferrocarril propia.

Lo más destacado es la plaza mayor, conjunto monumental renacentista que subraya el carácter institucional de las plazas mayores, de gran armonía y con representación jerárquica de los habitantes y los estamentos de poder escalonados elegantemente: el pueblo en la parte baja y, ascendiendo, el concejo -poder civil- con arquerías abiertas a la administración de la localidad, el palacio del señor -poder señorial-  con fachada cerrada y vida de puertas adentro, y la iglesia -poder religioso- presidiendo el conjunto. La plaza contiene edificaciones de la primera mitad del siglo XVI, una fuente, un rollo y la iglesia en lo alto, que es del siglo anterior. Se ha mantenido prácticamente igual desde su construcción. Ya en el siglo XX se eliminó el frontón del juego de pelota y se trasladó el rollo.




Concejo o Ayuntamiento, de finales del siglo XV, es el edificio más antiguo de la plaza. Es un edificio pequeño, de dos plantas con arcos escarzanos adornados con florones. Los arcos se repiten en la planta superior. En la espadaña hay un reloj de finales del siglo XIX.







El rollo, gótico de principios del siglo XVI. Originalmente se hallaba junto al concejo, pero se ha trasladado junto a las escaleras de subida a la iglesia.





El palacio tiene fachada de sillería, portada ceñida por columnas con escudo de los Mendoza encima y medallones con las caras del matrimonio Juan Hurtado de Mendoza y Leonor del Río. La fachada destaca por su sobriedad, decorada con sencillos alfices que enmarcan sus principales huecos. Después ha tenido otros usos como cuartel de la guardia civil y en la actualidad es la sede del Museo Provincial del Traje Popular de Soria, creado por la Diputación Provincial en el año 2012 para dinamizar culturalmente el mundo rural.

 




La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción es de estilo gótico de transición, siglo XVI, construcción costeada por la familia Mendoza, sustituyendo a otra anterior de menores dimensiones.







Lo más impresionante es la espectacular torre plateresca, que domina la Plaza Mayor, levantada en 1540. Tiene planta cuadrada y se alza en cuatro cuerpos separados por frisos decorados con animales enfrentados o florones. 








La decoración va aumentando con la altura. El cuerpo bajo es macizo. En el segundo cuerpo hay una ventana cuadrada con venera y jambas profusamente adornadas. 



En el tercero, una ventana cuadrada en la cara oeste, blasones (Mendoza a la izquierda y Ríos y Salcedo a la derecha), la esfera de un reloj y una inscripción con este texto: “En el tiempo de la Sacrosanta Cesárea Católica Majestad del Emperador D. Carlos el Magnánimo, D. Juan Hurtado de Mendoza siendo Señor de esta villa, casado con Doña Leonor del río, mandó hacer esta torre. Se terminó el 4 de septiembre del año 1540”. 


 


 El cuerpo superior es el más abierto, al concentrar los vanos, en arco de medio punto, dos en la cara oeste y tres en la sur; en la cara oeste hay un bello balcón semicircular bajo los vanos. 







La torre se remata con una cornisa sobre la que apoya una cornisa saliente con gárgolas y elegante crestería.  






El acceso es por pórtico con amplio arco carpanel y rejas, que anteriormente estuvieron en el interior del edificio. En el techo, los nervios de su bóveda de crucería parten de los símbolos de los cuatro evangelistas, situando el escudo de los Mendoza en la clave central.







El interior es de una nave con bóvedas de crucería y capillas adosadas en los laterales. La cabecera es pentagonal, con el retablo mayor barroco del s. XVIII (talla románica de la Virgen de la Muela) y con el acceso a la cripta con los enterramientos de la familia Mendoza al pie del altar. 


A la izquierda, en un arco abierto en la pared, al estilo del Doncel de Sigüenza, el sepulcro en alabastro de D. Rui Hurtado de Mendoza, tercer señor de Morón, con la inscripción “muerto en campaña bélica en 1516”. A los pies hay un amplio coro elevado sobre arco rebajado con balaustrada de piedra, que contiene un órgano del siglo XIX, y la gran pila bautismal (románico tardío, siglo XIV, arcos entrecruzados) en el sotocoro. Hay numerosos escudos de la familia Mendoza y de linajes emparentados.

 

 

jueves, 7 de agosto de 2025

Afterwork (PhotoESPAÑA)

Esta exposición en la sala de exposiciones Santa María la Rica, Alcalá de Henares, indaga en la relación entre el viaje y los fotógrafos, en el contraste paradójico entre el empleo del tiempo de ocio y la necesidad compulsiva de seguir produciendo imágenes no precisamente casuales o improvisadas. Se trata de un recorrido imaginario por seis capítulos veraniegos que conforman una odisea colectiva de imágenes tomadas en fértil soledad, que se condensan en la revelación de Fernando Pessoa: “De cualquier viaje, por breve que sea, regreso como de un sueño lleno de sueños”.

El viaje, más su anhelo que su consecución, ha sido motor de arranque para el proceso creativo de fotógrafos desde los orígenes de esta disciplina. Proyectar un viaje es, para un fotógrafo, escoger un territorio donde liberar las inquietudes que permanecían en cautiverio en su residencia habitual, mientras para el resto es una desconexión de la rutina. 

La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos”. Esta declaración, casi un manifiesto, de Fernando Pessoa, incluida en su Libro del desasosiego, es la hoja de ruta de los artistas que integran esta exposición.

 

EL VIAJE.


Mientras el turista apresurado soporta con impaciencia el trayecto hasta el anhelado destino, el fotógrafo lo emprende como un rito en el que a veces lo de menos es llegar. Los artistas agrupados en esta sección reivindican la costumbre de desplazarse con lentitud, con etapas de transición geográfica y emocional entre un lugar y otro, lo que se traduce en el elogio de los tiempos muertos y en el interés de detalles secundarios. Así no resulta tan relevante a donde ir, sino cómo hacerlo, para simultanear el viaje y el proceso creativo.




 

PAISAJES DE TRÁNSITO.

Los fotógrafos se detienen frente a espacios irrelevantes para otros viajeros en busca de capas de memoria de lo que en ellos sucedió. La dicotomía de John Szarkowki entre los fotógrafos-espejo (su trabajo como expresión de su mundo interior) y los fotógrafos-ventana (su obra como exploración del mundo exterior) se resuelve encontrando fuera respuestas a las preguntas que surgen dentro. Las luces y formas en las que el fotógrafo se reconoce se asientan en efímeros decorados, en panoramas difíciles de encontrar en guías de viaje, en puntos de vista personales, incluso irreales.

 




ESTADOS DE EXCEPCIÓN.


Bajo un calor sofocante, el relajo de las costumbres se impone como forma de atravesar el desierto estival, considerado un estado de excepción en un acuerdo tácito en el que todo vale y nada es suficiente porque siempre puede haber más de todo. Así se refleja en las imágenes de los ingleses en Mallorca, en las fiestas populares, en las maneras de relajarse al sol.






CINE DE VERANO.


En La vida descalzo, Alan Pauls dice que “se sueña mucho en la playa. Y que cada sueño, digamos, equivale a una película”. El cine también sueña con el verano, como en esta selección de películas españolas contemporáneas en las que el verano es el imperio de lo visible, principio y fin, promesa y nostalgia, aquello que, triste o felizmente, siempre termina.

 

FAMILIA Y OTROS ANIMALES.

Gerald Durrell describió con humor y ternura su infancia naturalista en Mi familia y otros animales. Para aquellos que pasan sus vacaciones en la naturaleza, es un tiempo de exploración con familia y amigos para profundizar los vínculos afectivos con el entorno cercano y generar otros nuevos con personas y animales con los que se convive de forma temporal.

En este apartado se ha fotografiado lo cotidiano, interesándose tanto en las vidas de los allegados como en los lazos que entretejen una red de familiaridad con desconocidos.

El tiempo de ocio permite observar con detenimiento lo que suele pasar inadvertido. De la unión infrecuente de animales y personas por un periodo limitado brota una colección de imágenes entrañables como un atípico álbum de familia.





 

FINAL DE VERANO.

Canto al amor estival que termina con el fin de la temporada, temática de la ruptura y la ausencia desde unos días de sol cegador hasta la matización por el ocaso de los últimos instantes de penumbra.

Con su lógica de fin de ciclo, el verano exige en ocasiones la culminación de un cambio pendiente de concluir, como el abandono definitivo de la adolescencia para completar la transición a la edad adulta. No obstante, “la nostalgia es un buen material de trabajo, pero como energía vital no es muy recomendable”.

Encuentros, reencuentros y desencuentros despiden la estación para dar paso al otoño, tan maduro y sosegado que hace que el verano parezca haber ocurrido muchos años atrás. 


REEL.

Hasta hace no mucho, de las vacaciones se volvía con carretes para revelar y contar la experiencia a un círculo reducido de personas. Hoy se comparten fotos y videos en directo con una potencial audiencia infinita, lo que genera una avalancha de imágenes muy similares entre sí.

Donde los turistas ven un monumento, los artistas ven a quien está mirando el monumento; en vez de puestas de sol, zonas de sombra que quedan a su paso.

Además de hacer referencia a la idea circular de volver una y otra vez sobre la misma cosa, Reel también se utiliza para rollo o carrete, lo que otorga más sentido a esta forma en que ahora se guardan los recuerdos de verano.

sábado, 2 de agosto de 2025

Monteagudo de las Vicarías.

Se trata de una pequeña población (177 habitantes, INE 2024), situada a 794 m de altitud en la comarca soriana de Las Vicarías, que tiene el título de villa. En el siglo XII se mantuvo en poder del rey y obtuvo los privilegios llamados Vicarías en el siglo XIII. Pasó a distintos señores, pero siempre terminó volviendo al poder real. Los Mendoza, señores de Almazán, estuvieron presentes en la villa desde comienzos del siglo XV. En el siglo XIX desapareció la tierra de Monteagudo al suprimirse los señoríos y crearse los ayuntamientos. En el censo de 1842 tenía 652 vecinos y 162 hogares. En la actualidad cuenta con una ZEPA de más de 7.000 hectáreas.


La villa está situada en lo alto de un cerro amesetado y su rico patrimonio incluye restos de un pasado antiguo y elementos religiosos y militares. En el término municipal de Monteagudo, paraje de Borjabudo, se encuentran restos de un poblado celtíbero. Se sitúa en el margen derecho del arroyo de la Cañada (afluente del río Nágima), muy cerca de los restos de otro poblado celtíbero, el de Tartaragudo, situado en la margen izquierda del arroyo. 

Los elementos militares están compuestos por la muralla, de la que se conservan algunos lienzos, las puertas y los castillos. El castillo-palacio se sitúa en el ángulo NE del cerro, en una plaza junto a la iglesia, conformando los dos poderes principales. Por su posición estratégica sobre el río Nágima, domina y controla un amplio territorio, lo que fue decisivo durante el medievo. Es una fortaleza medieval, situada en el interior de la muralla que rodeaba la población. Aunque sus orígenes se remontan a una atalaya musulmana del siglo XI que vigilaba la frontera, fue modificado desde el siglo XII y, el actual, construido por la familia Hurtado de Mendoza en los siglos XV-XVI dentro del estilo gótico renacentista. Juan Hurtado de Mendoza comenzó la construcción a partir de 1415 y su nieto, Pedro de Mendoza, fue nombrado conde de Monteagudo en 1475. Está construido en aparejo de buena calidad mezclando sillería y sillarejo. La fachada principal da a la plaza, con puerta de acceso de arco apuntado y defendida por matacanes, que exhiben el escudo de armas de los Mendoza.

Su planta es pentagonal con torres diferentes en los ángulos, entre las que destacan la circular de poniente (sobre la plaza, dos cuerpos de diferente diámetro, robusto y casi ciego el inferior, con vanos y cubierto con bóveda en vuelta de horno el superior), la rectangular del sur y la octogonal en el exterior y hexagonal en el interior de levante, la torre del homenaje, de mayor altura como símbolo de señorío (tres cuerpos, macizo el inferior, estancia-dormitorio de los señores el medio y cuerpo de guardia el superior), todas comunicadas a través de un camino de ronda almenado. Tiene dos puertas, en arcos apuntados y defendidas por matacanes, con el escudo de los Mendoza en la principal. En el siglo XVI se reconvirtió en palacio renacentista, del que destaca el patio porticado, con doble galería y decoración plateresca en yesería. En el lienzo de poniente existía un pasadizo que comunicaba con la iglesia.









La puerta principal de entrada al recinto amurallado era la Puerta de la Villa o Puerta Sur, la única que se conserva de las tres -Falsa, Nueva- que hubo. Tiene arco apuntado, como el de la puerta del castillo, y está defendida por matacanes, rematándose el conjunto por almenas.



Otra fortaleza medieval es el castillo de la Raya o torre de Martín González. Su origen se debe al ser tierra fronteriza entre Castilla y Aragón. Alfonso VIII lo construyó como punto adelantado de Monteagudo para vigilar el valle del Nágima -acceso a la Meseta- y el río Jalón, y lo cedió a Martín González, su hombre de confianza. Se construyó con mampostería en los paramentos y sillares en las esquinas dominando el estilo gótico. Entre las ruinas pueden identificarse restos de plantas y aposentos, mechinales, un aljibe y un paso subterráneo.

Los elementos religiosos incluyen la iglesia y las ermitas. La iglesia de Nuestra Señora de la Muela está situada en la plaza junto al castillo y fue construida a finales del siglo XV en estilo gótico. Consta de una nave de tres tramos rectangulares, capilla mayor (bóveda ochavada, retablo renacentista del siglo XVI) con pequeño ábside rectangular, tribuna a los pies sobre arco escarzano volado y capillas laterales (Santiago, retablo hispanoflamenco s. XVI). Se cubre con bóvedas de crucería de trazados diferentes, destacando la de la capilla mayor. En el último tramo está el coro, sobre arco escarzano. Púlpito en el lado del Evangelio con decoración vegetal y monocromía verde.



La portada es hispanoflamenca, en arco escarzano con baquetones, columnas adosadas de balaustre, motivos renacentistas y una galería de arcos ciegos, paralela al tejado, reminiscencia del mudéjar aragonés, que en su día era pasadizo que comunicaba con el castillo para que los señores pasaran a presenciar los oficios religiosos. Un escudo de los Mendoza indica los patrocinadores de la obra.

La torre, a los pies del templo, es de mediados del siglo XVII. Tiene aspecto sólido y se compone de tres cubos, casi ciegos los dos primeros y con grandes vanos para campanas en el superior.


 

Extrarradio de la villa está la ermita de Nuestra Señora de Bienvenida, construida con anterioridad de 1543. Presenta al exterior un carácter sobrio y austero, con muros de mampostería reforzados por contrafuertes. Los vanos son escasos, dos ventanas abocinadas en la parte superior y la portada renacentista, con sencilla decoración geométrica incisa. El interior presenta una nave rectangular con ábside cuadrado, presidida por sencillo retablo barroco. Los lienzos del retablo mayor son obra de Juan Zapata Ferrer (ermita de San Saturio de Soria), a finales del siglo XVII.

La ermita de Nuestra Señora de la Torre o ermita de San Marcos se sitúa a los pies del castillo de la Raya y es un símbolo de concordia. En origen pudo ser la iglesia de un pequeño poblado junto al castillo, pero en 1375 se levantó una ermita, con motivo de la firma del tratado de Almazán (Pedro IV el Ceremonioso de Aragón y Enrique II de Castilla, que puso fin a la Guerra de los Dos Pedros, 1356-1375), en terreno aragonés y castellano, de forma que la frontera entre ambos reinos pasa por mitad de la nave, de forma que de la pila bautismal a la cabecera es de Pozuel de Ariza y de la pila hasta los pies es de Monteagudo. En las romerías, los asistentes se colocaban de este modo. Los bautizados en su pila bautismal tenían el privilegio de la doble condición de aragoneses y castellanos. Tiene un interesante artesonado en la cabecera, de gusto mudéjar.




En una esquina de la muralla, que incluye un torreón, está la llamada casa de Leonor, donde vivió la que sería esposa del poeta Antonio Machado. Necesita de una urgente restauración.