Seis mujeres diez.
Los grandes museos han dedicado últimamente exposiciones a mujeres artistas que no habían tenido el espacio que merecían, así el Museo del Prado (Proyecto El Prado en femenino, exposiciones y obras de Clara Peeters, Sofonisba Anguissola, Rosario Weiss, Flora López Castrillo, Mª Luisa de la Riva, Rosa Bonheur, etc.) y el Museo Thyssen (Maestras, Artemisia Gentilexchi, Angelica Kauffman, Clara Peeters, Mary Cassatt, Berthe Morisot, María Blanchard, Maruja Mallo, Gabriele Münter, etc.).En el artículo referente a Gabrielle Münter se comentó las opiniones de María Martínez Collado sobre cómo las mujeres artistas habían sido silenciadas por la estructura patriarcal dominante. Ya en 1914 la sufragista Mary Richardson acuchilló la Venus del espejo de Velázquez, como forma de desafiar los estereotipos vigentes. En los años 70 las feministas se preguntaban la causa de que no hubiera habido grandes mujeres artistas frente a genios como Miguel Ángel o Delacroix, atacando la asociación de la genialidad a lo masculino. Como consecuencia de esta desvalorización las mujeres no entraron como artistas en los museos hasta prácticamente el siglo XX. En el Museo del Prado estuvo guardado en los depósitos durante más de cien años el cuadro El Cid (1879), de Rosa Bonheur, una de las pintoras más importantes del siglo XIX. Esta escasez de mujeres artistas en los museos sigue teniendo lugar: en el Prado apenas llega al 0,6%, el 1% en el Louvre, el 14% en el Reina Sofía y el 21% en el Guggenheim de Bilbao.
Como un intento de paliar esta situación, la Junta Municipal del Distrito I de Alcalá de Henares, en su sala de la quinta de Cervantes, presenta la exposición “Seis mujeres diez”, “un grupo de mujeres que, a través de sus cuadros, convergen en un punto común, punto de encuentro llamado ARTE”, como dice Antonio Luengo Noriega, que ha escrito una presentación actuando como comisario. Las seis pintoras son Sara Montero Remesal, Ana Mª García Nieto, María de la Sierra Cañero Viñedo (en el recuerdo), Asunción Poza del Campo, María Remesal Delgado y Trinidad Romero. “Este grupo de mujeres llegadas desde distintos lugares de España, afincadas en Alcalá de Henares … ofrecen a todos los alcalaínos aficionados al arte, la maestría y el manejo de las distintas técnicas y estilos que componen esta muestra, reflejando en dichas técnicas las personalidades de cada una de ellas. Técnicas que nos dejan contemplar mundos cromáticos, texturas y materiales, luces y matices que denotan la plenitud artística de sus autores”.
La pequeña y alargada sala de exposiciones se llena de la luz y el color que exhalan los cuadros expuestos como si fuera la fragancia de las flores pintadas en muchos de ellos. Estos espacios cobran gran importancia con actos como esta exposición que resulta claramente de sensibilidad femenina por sus detalles, aunque no se viese el título, y que deviene feminista inevitablemente. Estos ámbitos locales justifican plenamente su existencia con la posibilidad de que, en este caso, estas seis pintoras alcalaínas ofrezcan a la ciudadanía los frutos de sus esfuerzos y de su arte.Estas artistas, sonrientes en la sala, el aire evocador del tránsito lento de la creación, tienen en sus ojos el fulgor febril de la aventura y no son de las que se ponen en marcha para no llegar a ninguna parte. En su oasis emocional, que envuelve una calma profunda, el mundo crece sobre su mesa de trabajo con poética mirada de pintora mientras sus ojos trazan líneas invisibles, coordenadas, horizontes, vientos libres. Llenan el desierto de soledad de algunos momentos, quizá en las horas silentes de la noche, incluso cayéndose de fatiga, pero en estado de incandescencia espiritual, hasta que el sueño las envuelve. O quizá en la atmósfera ingrávida de la mañana, en silenciosa intimidad. No creen en la fugacidad de los días vacíos, piensan en imágenes y esta actividad se ha hecho un hueco en sus vidas. Este su sendero vital, su territorio emocional, dibuja un mapa existencial muy preciso e insufla ánimo para ver el mapa del día siguiente. Siguen su propio camino sin preocuparse por la opinión de Leonardo da Vinci (“El pintor producirá cuadros de poco mérito si toma como estandarte las obras de otros”), porque “aquellos que no quieren imitar nada, no producen nada” (Salvador Dalí). La Armonía, que es la fuerza primordial del universo, está presente en el proceso y así llegan a la belleza, la síntesis última. La creación ha dejado en sus vidas un instante de eternidad.
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Trinidad Romero |
Al tratarse de una obra privada, como no puede ser de otra forma, el tamaño se reduce a cuadros pequeños y algún mediano.
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Los amantes. Acrílico. María Remesal |
Bodegón de granadas. Óleo. Asunción Poza del Campo
En las telas expuestas aparecen frutas -enteras o partidas-, como unas cerezas que parecen arrancadas de algunos pómulos, femeninos, por supuesto; objetos metálicos y de vidrio; objetos cotidianos en los que se ha derramado la poesía del arte sobre la prosa de la vida doméstica y material (canastilla para el pan, taza, bol, tetera, cesto, etc.), que resaltan sobre una superficie plana y lisa, como una mesa, y sobre una pared también lisa. La luz provoca brillos que ayudan a dar forma y volumen a los objetos junto con las transparencias del vidrio. En unos casos la mesa y el fondo se igualan cromáticamente y en otros se diferencian. En todos hay escasa profundidad y perspectiva. El conjunto se aleja de los fondos oscuros de Zurbarán, del estilo con más profundidad de Paul Gauguin (Bodegón con girasoles, 1901) y se parece más a Henri Matisse (Bodegón con berenjenas) en la simplificación de la perspectiva, aunque no en el cromatismo. También se asemejan a alguno de Paul Cézanne (Bodegón, jarra y frutas) en su organización geométrica.Las marinas expuestas se caracterizan por una vista amplia, sin paisaje, sin perspectiva, sin identificación posible salvo algún caso. Los protagonistas son el agua y el cielo, con algunos ocasos sangrientos, y el ligero oleaje que permite la espuma que resalta en color. Los casos más concretos como el reflejo en la noche plateada de luna -otro personaje femenino- o el velero también marcan una distancia corta, lo mismo que la mujer que pasea por la playa, sin paisaje, con el cromatismo azul y blanco acentuado.
En las construcciones destaca el fondo profundo e iluminado que enmarca un potente arco de Atienza, montando guardia en el extremo de la calle, y el fondo blanquecino y escalonado de Chefchaouen con el fuerte cromatismo azul de sus puertas, así como la envoltura vegetal de la arquitectura del patio andaluz. Por su formato destaca “Panorámica de las torres de Alcalá” y por su estructura “Una dama de Modigliani en Alcalá de Henares”, ambos con la arquitectura reconocible de nuestra ciudad.
Técnicas: mayoría de óleo, algunos acrílicos y un pastel.
Arco de Atienza. Pastel. María Remesal
Marcos: variedad: sin marco, sencillos, adaptados al color del tema, más anchos, más barrocos.
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