lunes, 17 de marzo de 2025

 Seis mujeres diez.

Los grandes museos han dedicado últimamente exposiciones a mujeres artistas que no habían tenido el espacio que merecían, así el Museo del Prado (Proyecto El Prado en femenino, exposiciones y obras de Clara Peeters, Sofonisba Anguissola, Rosario Weiss, Flora López Castrillo, Mª Luisa de la Riva, Rosa Bonheur, etc.) y el Museo Thyssen (Maestras, Artemisia Gentilexchi, Angelica Kauffman, Clara Peeters, Mary Cassatt, Berthe Morisot, María Blanchard, Maruja Mallo, Gabriele Münter, etc.).

En el artículo referente a Gabrielle Münter se comentó las opiniones de María Martínez Collado sobre cómo las mujeres artistas habían sido silenciadas por la estructura patriarcal dominante. Ya en 1914 la sufragista Mary Richardson acuchilló la Venus del espejo de Velázquez, como forma de desafiar los estereotipos vigentes. En los años 70 las feministas se preguntaban la causa de que no hubiera habido grandes mujeres artistas frente a genios como Miguel Ángel o Delacroix, atacando la asociación de la genialidad a lo masculino.  Como consecuencia de esta desvalorización las mujeres no entraron como artistas en los museos hasta prácticamente el siglo XX. En el Museo del Prado estuvo guardado en los depósitos durante más de cien años el cuadro El Cid (1879), de Rosa Bonheur, una de las pintoras más importantes del siglo XIX. Esta escasez de mujeres artistas en los museos sigue teniendo lugar: en el Prado apenas llega al 0,6%, el 1% en el Louvre, el 14% en el Reina Sofía y el 21% en el Guggenheim de Bilbao. 

Como un intento de paliar esta situación, la Junta Municipal del Distrito I de Alcalá de Henares, en su sala de la quinta de Cervantes, presenta la exposición “Seis mujeres diez”, “un grupo de mujeres que, a través de sus cuadros, convergen en un punto común, punto de encuentro llamado ARTE”, como dice Antonio Luengo Noriega, que ha escrito una presentación actuando como comisario. Las seis pintoras son Sara Montero Remesal, Ana Mª García Nieto, María de la Sierra Cañero Viñedo (en el recuerdo), Asunción Poza del Campo, María Remesal Delgado y Trinidad Romero. “Este grupo de mujeres llegadas desde distintos lugares de España, afincadas en Alcalá de Henares … ofrecen a todos los alcalaínos aficionados al arte, la maestría y el manejo de las distintas técnicas y estilos que componen esta muestra, reflejando en dichas técnicas las personalidades de cada una de ellas. Técnicas que nos dejan contemplar mundos cromáticos, texturas y materiales, luces y matices que denotan la plenitud artística de sus autores”. 

La pequeña y alargada sala de exposiciones se llena de la luz y el color que exhalan los cuadros expuestos como si fuera la fragancia de las flores pintadas en muchos de ellos. Estos espacios cobran gran importancia con actos como esta exposición que resulta claramente de sensibilidad femenina por sus detalles, aunque no se viese el título, y que deviene feminista inevitablemente. Estos ámbitos locales justifican plenamente su existencia con la posibilidad de que, en este caso, estas seis pintoras alcalaínas ofrezcan a la ciudadanía los frutos de sus esfuerzos y de su arte. 

Estas artistas, sonrientes en la sala, el aire evocador del tránsito lento de la creación, tienen en sus ojos el fulgor febril de la aventura y no son de las que se ponen en marcha para no llegar a ninguna parte. En su oasis emocional, que envuelve una calma profunda, el mundo crece sobre su mesa de trabajo con poética mirada de pintora mientras sus ojos trazan líneas invisibles, coordenadas, horizontes, vientos libres. Llenan el desierto de soledad de algunos momentos, quizá en las horas silentes de la noche, incluso cayéndose de fatiga, pero en estado de incandescencia espiritual, hasta que el sueño las envuelve. O quizá en la atmósfera ingrávida de la mañana, en silenciosa intimidad. No creen en la fugacidad de los días vacíos, piensan en imágenes y esta actividad se ha hecho un hueco en sus vidas. Este su sendero vital, su territorio emocional, dibuja un mapa existencial muy preciso e insufla ánimo para ver el mapa del día siguiente. Siguen su propio camino sin preocuparse por la opinión de Leonardo da Vinci (“El pintor producirá cuadros de poco mérito si toma como estandarte las obras de otros”), porque “aquellos que no quieren imitar nada, no producen nada” (Salvador Dalí). La Armonía, que es la fuerza primordial del universo, está presente en el proceso y así llegan a la belleza, la síntesis última. La creación ha dejado en sus vidas un instante de eternidad.

Trinidad Romero
El formato de las telas es el normalizado, vertical y horizontal, ninguno curvo, con algún caso más extremo como uno horizontal muy apaisado. El formato es importante porque puede llegar a determinar el encuadre y forzar la composición. En las proporciones abundan las que se aproximan a la razón áurea, siendo otros más cuadrados, con una razón menor. Algunos se acercan al rectángulo áureo o dorado, el que posee una proporcionalidad entre sus lados igual a la razón áurea (1,618 resultado de dividir el lado mayor por el menor; en el cuerpo humano, la proporción entre la altura total y la altura del ombligo). El único cuadro del que constan las medidas es “Una dama de Modigliani en Alcalá de Henares”, cuya razón es 1,52. Ya los griegos lo consideraban una de las figuras geométricas de estructura más bella y fue utilizado en templos como el Partenón de Atenas, siglo V a.C., cuya fachada delantera es un rectángulo áureo. Representa una armonía y equilibrio que resulta visualmente atractivo al ojo humano, la proporción estética adecuada con patrones en la naturaleza. Leonardo da Vinci y Salvador Dalí, entre otros, lo usaron. Tiene múltiples usos, como en la fotografía la regla de los tercios. 


                                Panorámica de las torres de Alcalá. Óleo. Trinidad Romero

Al tratarse de una obra privada, como no puede ser de otra forma, el tamaño se reduce a cuadros pequeños y algún mediano. 

Los amantes. Acrílico. María Remesal   
La temática quizá no represente la variedad de obras de las autoras, puesto que es una selección pequeña. Las vivencias de cada artista, sus circunstancias, su entorno, su cultura, etc., son lo que marcan la temática. En una exposición amplia los cuadros significarían un recorrido por el aprendizaje y desarrollo de las técnicas hasta llegar a la identificación con su obra, por lo que la temática podría oscilar según las experiencias y el tiempo. A algunos artistas se les encasilla en un estilo y temática (retratistas, paisajistas, etc.), con el tema iconográfico ligado a un contexto histórico y cultural concreto, pero otros cruzan por distintos estilos y técnicas (Picasso). En lo expuesto aparecen marinas, flores, animales, frutas, bodegones, construcciones y alguna representación de temas cotidianos. No hay temas “anticuados” como la pintura de historia, ni otros temas recurrentes como retratos o escenas de género. La representación iconográfica es sencilla en general, salvo el cuadro “Una dama de Modigliani en Alcalá de Henares”, en el que se da una mezcla de representación de la arquitectura alcalaína a la manera renacentista, pero con múltiples perspectivas al estilo cubista.

Un tema muy trabajado es el del bodegón o naturaleza muerta, presente en pintoras importantes como Clara Peeters. El hecho de que dé más libertad compositiva que otros géneros pictóricos como el paisaje o el retrato hace que aparezca en todas las épocas, aunque se hizo más popular a partir del siglo XVII. Antes de 1700, los objetos representados pudieron tener un simbolismo religioso y alegórico, pero lo habitual es la representación de animales, flores y objetos naturales o artificiales, que producen un efecto de bienestar, serenidad y armonía, de intimidad. 

                                      Bodegón de granadas. Óleo. Asunción Poza del Campo

 En las telas expuestas aparecen frutas -enteras o partidas-, como unas cerezas que parecen arrancadas de algunos pómulos, femeninos, por supuesto; objetos metálicos y de vidrio; objetos cotidianos en los que se ha derramado la poesía del arte sobre la prosa de la vida doméstica y material (canastilla para el pan, taza, bol, tetera, cesto, etc.), que resaltan sobre una superficie plana y lisa, como una mesa, y sobre una pared también lisa. La luz provoca brillos que ayudan a dar forma y volumen a los objetos junto con las transparencias del vidrio. En unos casos la mesa y el fondo se igualan cromáticamente y en otros se diferencian. En todos hay escasa profundidad y perspectiva. El conjunto se aleja de los fondos oscuros de Zurbarán, del estilo con más profundidad de Paul Gauguin (Bodegón con girasoles, 1901) y se parece más a Henri Matisse (Bodegón con berenjenas) en la simplificación de la perspectiva, aunque no en el cromatismo. También se asemejan a alguno de Paul Cézanne (Bodegón, jarra y frutas) en su organización geométrica.


Las marinas expuestas se caracterizan por una vista amplia, sin paisaje, sin perspectiva, sin identificación posible salvo algún caso. Los protagonistas son el agua y el cielo, con algunos ocasos sangrientos, y el ligero oleaje que permite la espuma que resalta en color. Los casos más concretos como el reflejo en la noche plateada de luna -otro personaje femenino- o el velero también marcan una distancia corta, lo mismo que la mujer que pasea por la playa, sin paisaje, con el cromatismo azul y blanco acentuado. 

Playa de Santa Justa. Óleo. María de la Sierra Cañero Piñero

Atardecer sobre el mar. Óleo.  Ana Mª García Nieto


En las construcciones destaca el fondo profundo e iluminado que enmarca un potente arco de Atienza, montando guardia en el extremo de la calle, y el fondo blanquecino y escalonado de Chefchaouen con el fuerte cromatismo azul de sus puertas, así como la envoltura vegetal de la arquitectura del patio andaluz. Por su formato destaca “Panorámica de las torres de Alcalá” y por su estructura “Una dama de Modigliani en Alcalá de Henares”, ambos con la arquitectura reconocible de nuestra ciudad.


Chefchaouen (Marruecos). Óleo. Ana Mª García Nieto

Las flores destacan sobre fondos suaves, resaltando los blancos, verdes, rojizos o rosáceos. En algún caso están individualizadas a mayor tamaño, resaltando sobre un fondo diferente y con detalles en la mesa sobre la que se apoyan, lo que da más profundidad al cuadro. Hay muy importantes detalles florales menores, una nota de color, en “El gramófono…” o en “Sola con sus pensamientos”. En otros casos no se trata de flores individualizadas sino de macizos de buganvillas o setos verdes. En los bodegones, también las flores son las protagonistas absolutas, aunque con indicación de los recipientes.

Magnolias. Óleo. Asunción Poza del Campo

María Cañero

Los animales se presentan muy individualizados, incluso en el caso en que son varios juntos (loros), ya que no hay otro detalle que les haga competencia. En unos hay algún colorido que destaca alrededor como en el gato, el cromatismo tropical del guacamayo (inicio de mimetización con la vegetación) y los loros (sinfonía de color en sí mismos). Todos miran de frente al espectador (el guacamayo y algunos loros como en el Egipto arcaico, la cabeza de lado y el ojo de frente). Finalmente, dos cuadros en gama de grises sin llegar al blanco y negro, la cebra, con mirada resignada como si se cansara de posar, y el primerísimo e inquietante plano del tigre con ojos verdes hipnóticos y amenazadores. 

Tigre. Acrílico. Sara Montero Remesal

Guacamayo. Acrílico. Sara Montero Remesal

En ausencia de retratos hay dos cuadros en los que se representa claramente la cara de dos mujeres -no hay hombres, si acaso animales macho-. Uno es un desnudo con influencias de Renoir y un fondo no identificado y el otro es el cuadro cuyo título nombra a Modigliani, cuya influencia en el personaje principal es clara. En otro aparece la mujer de espaldas, con clara influencia también de Sorolla en este caso. Otras dos pinturas son interpretaciones casi no figurativas. “Los amantes” muestra una visión personal e intuitiva de la artista que se fija más en la expresión que en la impresión o realidad, denotando una influencia expresionista, de cuando el tiempo comenzó a perdonar atrevimientos, que resulta de una interpretación subjetiva, de una expresión de los sentimientos más que la descripción objetiva, además de los colores violentos, vivos como gritos, con que está plasmada. Otro cuadro presenta a una mujer descompuesta, fragmentada en partes y colores, sin perspectiva, con una influencia que podría parecer cubista, aunque mantiene un punto de vista único y la sensación geométrica se atenúa al ser curvas las líneas. 

                                         Sola con sus pensamientos. Acrílico. María Remesal


                                     Técnicas:
mayoría de óleo, algunos acrílicos y un pastel.

                                                    Arco de Atienza. Pastel. María Remesal

Marcos: variedad: sin marco, sencillos, adaptados al color del tema, más anchos, más barrocos.


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