Agüero
Saliendo del valle del río Aragón (Huesca) hacia el del río Gállego pasamos el puerto de Santa Bárbara, zona en la que se pasa del bosque a la estepa. Los Pirineos son una barrera climática, con la cara norte abierta a los vientos atlánticos, más húmeda, y la cara sur más seca y soleada. Desde el Cuaternario en el valle, pasamos casi directamente al Plioceno (Terciario). Después, en la zona del embalse de la Peña (río Gállego), atravesamos lo que fue un mar eoceno, con gran variedad y concentración de fósiles que permiten imaginar un fondo marino de escasa profundidad, como un mar tropical. Las rocas son calizas, formadas por la acumulación de caparazones calcáreos de organismos que vivían en el mar. Aquí también hay restos del Triásico (Secundario)El río Gállego nos lleva hacia las Sierras Exteriores, la puerta del Pirineo. El plegamiento que las originó se produjo a la vez que se depositaron areniscas y conglomerados por la erosión de este relieve emergente. Los relieves más famosos son los Mallos de Riglos. Durante el Terciario se produjeron grandes abanicos aluviales por el desmantelamiento de las Sierras Exteriores. En el Cuaternario se erosionan estos depósitos dando lugar a unas morfologías características, los “Mallos”, gigantes de conglomerado, que tienen una morfología caracterizada por grandes desniveles debidos a un gran espesor (más de 250 m), desniveles verticales orientados hacia el Sur por cambio brusco de conglomerados a areniscas (la erosión ha desmantelado fácilmente las areniscas, dejando en relieve los conglomerados, más resistentes) y forma de pináculo derivada de la red de fracturas verticales por donde progresa la erosión. Estamos en la cercanía de Murillo de Gállego (Zaragoza).Poco después nos desviamos a la derecha, dejando el río Gállego, hacia el pueblo de Agüero, pintoresca población emplazada al pie de otros Mallos, igualmente de rojizos conglomerados. Tiene un trazado urbano medieval con casas de fisonomía prepirenaica y un rico conjunto románico, además de vestigios de su castillo medieval. Está ubicado en las estribaciones de la sierra de Santo Domingo, que comunica las Cinco Villas con San Juan de la Peña, excelente ubicación para una defensa militar. Toda la zona fue conquistada en el año 921 por Sancho Garcés I de Pamplona y tendría importancia para los reyes de Aragón.En 1033 se produjo el desalojo definitivo de los musulmanes, pasando a manos de Sancho III el Mayor de Navarra y quedando Agüero de realengo, gobernado por seniores. El reino de los Mallos, de corta vida, se debió a la dote que otorgó el rey Pedro I de Aragón a su esposa doña Berta con motivo de sus esponsales en 1096. La dote comprendía también Murillo, Riglos, Marcuello, Ayerbe, y otros pueblos cerca de Huesca. Tuvo vida hasta el año 1111, en que pasó a la corona de Alfonso I el Batallador y se gobernó por tenentes. En el siglo XIV pasó de ser lugar de realengo a señorío. El castillo de Agüero en Peña Sola todavía dio noticias en el siglo XVII, igual que su iglesia de San Miguel y el monasterio contiguo de San Salvador. Eclesiásticamente dependió de la diócesis de Pamplona y en la actualidad al obispado de Jaca.
En la plaza se ubica la iglesia parroquial de San Salvador, con partes de la mitad del siglo XII y la torre de los siglos XVI-XVII. En la actualidad tiene tres naves, dos laterales góticas y una central románica tardía. Se conservan los capiteles de la fase románica. El elemento románico más destacado es la portada septentrional, bajo porche sin cubierta posterior. Está formada por cuatro arquivoltas decoradas y una chambrana de taqueado. Las arquivoltas descansan sobre pares de columnas rematadas por capiteles figurativos cuyos cimacios presentan decoración diferente a cada lado. Las mochetas se sustituyeron por capiteles y columnas para soportar el tímpano, el elemento más interesante: una Maiestas Domini sedente, en alargada mandorla, bendiciendo con la mano derecha mientras sujeta con la izquierda un libro abierto. Acompañan los símbolos del Tetramorfos, con el nombre de los evangelistas. La talla del tímpano presenta un tratamiento de la proporción de las figuras, de su anatomía y de los pliegues mucho más naturalista que la de los capiteles. Las piezas centrales de cada arquivolta y la chambrana han sido cortadas, al igual que impostas y basas, lo que indicaría que el tímpano se encajó después en una portada ya hecha. Quizá el tímpano fue proyectado para la iglesia de Santiago, interrumpida en su construcción, con la que tiene paralelismos, al igual que con Santo Domingo de la Calzada.Iglesia de Santiago
Antes de llegar al pueblo, sobre una altiplanicie con buenas vistas sobre los mallos, está la iglesia en zona explanada al efecto en colina de suave pendiente. Sorprende sus dimensiones y el estar inconclusa. No hay noticias y las marcas “ecia de aresa me fecit” y “anoll” no han aclarado nada.
Este taller llegó a concebir un estilo propio con características muy definidas visibles en el claustro de San Juan de la Peña o de San Pedro el Viejo de Huesca, así como en las portadas de San Nicolás de El Frago o San Antón de Tauste, entre otras. Sus rasgos formales más importantes son los ojos en forma de almendra, los pliegues de las ropas semicirculares o el uso de un repertorio fijo de formas vegetales. Además de las constantes iconográficas, también hay que señalar que las obras de este maestro están ligadas a cuatro marcos arquitectónicos concretos: frisos, arquerías de claustros -San Juan de la Peña-, capiteles a la altura del arranque de las bóvedas y portadas -Agüero-.
El interior se divide en tres zonas acotadas por líneas de impostas.
Los ábsides, que se cubren con la habitual bóveda de cuarto de esfera, presentan una variedad de soportes simples y compuestos con cierta disparidad en su disposición. En apoyo del abovedado de la cabecera aparecen dos arcos, aunque su contribución es más estética. El arco triunfal tiene una desproporcionada sección rectangular uniforme y una traza ligeramente apuntada.
Las fachadas también son el exponente de las sucesivas modificaciones ajenas al programa inicial. Los vanos de la cabecera siguen modelos del proyecto inicial, pero los de la fachada oeste pertenecen a la fase de cierre. Sus características comunes son la estrechez del hueco, el derrame abocinado al interior. En el ábside central se abren tres parejas de ventanas de diseño similar a la cabecera de la catedral de Santo Domingo de la Calzada. En los absidiolos, las dimensiones son más reducidas.
Consecuencia de la composición en planta y de la orografía del entorno es la localización de la única portada en el tramo sur de la nave meridional.
La sillería está magníficamente tallada en sus caras vistas y se compone de dos lienzos más relleno. Los paramentos presentan un aparejo de gran regularidad, con potente espesor en todo el perímetro exterior e incipientes contrafuertes.
Los trabajos se acometieron en dos etapas que se descomponen, a su vez, en diferentes fases. Llama la atención la abundancia de signos lapidarios (1532 marcas, con 52 modelos diferentes). Extraordinarias son la marca “an oll”, la llave, una cruz potenzada -la más numerosa, 390 localizaciones).
El tímpano de la iglesia parroquial de San Salvador quizá fue hecho para esta iglesia de Santiago, portada oeste, y al quedar descontextualizado se reutilizó.
Otro estilo es el que se utilizó en la ornamentación del interior del ábside central.
Lo que más llama la atención, la portada meridional (maestro de San Juan de la Peña). Cuatro arquivoltas, las dos inferiores con molduras aboceladas en las esquinas y las otras dos lisas de sección rectangular, enmarcadas por chambrana de perfil en doble bocel. Las arquivoltas rodean un tímpano deficientemente acoplado en el hueco de la primera y cuyo tamaño es pequeño en relación a las dimensiones de la portada. Está decorado con el episodio de la Adoración de los Magos, con el centro presidido por la imagen sedente de la Virgen -su cuerpo de mayor tamaño que los demás personajes- que alberga en su regazo la figura del Niño.
El tímpano está soportado por dos ménsulas con cabezas monstruosas en las que destacan los grandes ojos saltones. Una muerde el pie de un individuo que se defiende con una maza y clavándole un puñal en la frente, y la otra muerde los dos pies de una figura femenina desnuda.
Capitel más occidental, dos leones devoran a un cabrito tumbado. Los dos capiteles centrales reproducen escenas de danza. En el primero, un arpista ajusta su instrumento mientras una danzarina en pie y con las manos en las caderas espera que inicie la música con el arpa-salterio. Detrás, otro músico tañe una fídula. En el siguiente ya se ha iniciado la danza y un músico con capucha toca un albogue mientras que una bailarina contorsiona su cuerpo, quizá ambos musulmanes.
En el último, dos individuos ataviados con largas túnicas y mantos señalan la escena del otro lado, en el que dos guerreros vestidos con cota de malla combaten protegidos tras sus largos escudos y sujetan voluminosas espadas, quizá lucha entre musulmán y cristiano, oposición entre la paz de los filósofos dialogando y la guerra.
Los capiteles del lado este se decoran con escenas zoomórficas, con seres monstruosos como dos mantícoras rampantes o esfinges, y también más comunes como dos perros sentados.
El más oriental muestra sendos centauros sagitarios que llevan colgando el carcaj con las flechas, luchando contra un grifo y contra un guerrero con escudo y espada, respectivamente.
Los cimacios se decoran con motivos vegetales compuestos por tallos sinuosos que rodean carnosas hojas de variado diseño.
La decoración de los seis canecillos que soportan el tejaroz que corona la portada repite la temática ya vista en los capiteles: bailarina contorsionista, seres monstruosos (arpía, dos dragones) y animales (león). Es particularmente interesante el que muestra a un hombre de pie –que se sujeta un pliegue del manto con la mano de la misma forma que uno de los presuntos filósofos– junto a una mujer que apoya una mano en la cintura y eleva una hoja con la otra. Cabría plantearse si pudiera tratarse de una escena de amor cortés.
Canecillos de izquierda a derecha: Una arpía. Un dragón que se muerde la cola. Un hombre y una mujer de pie. Un juglar contorsionado. Un león. Un dragón.
Se ha comentado que el tímpano pudo colocarse posteriormente al levantamiento de la portada, pero la comparación estilística con los capiteles pone de manifiesto la identidad.
El cuerpo interior de la portada, que sobresale respecto al paramento del muro sur, tiene dos parejas de columnas geminadas que flanquean el tramo abovedado en medio punto que formaliza el acceso, las cuales se rematan con sendas cestas dobles en las que se representan dos parejas mixtas de arpías con cola de escorpión, la del lado oriental, y dos combates de guerreros a caballo, en la occidental. Los capiteles y canecillos, tanto del exterior como del interior de la portada hacen referencia a la lucha entre el Bien y el Mal –representado este por el Islam–, a la tentación –personificada en los músicos y bailarinas– y a la amenaza de seres monstruosos y leones que acechan el alma del cristiano.
Datación: escultores que trabajaron en Santo Domingo de la Calzada -cabecera entre 1158 y 1180- fueron a Agüero a realizar los frisos y algunos capiteles, entre 1170 y 1185. También hay opiniones en contrario, lo que adelantaría las fechas de Agüero entre 1155 y 1165. La portada sería de finales del siglo XII, 1185-1195 o incluso el primer tercio del siglo XIII.
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