jueves, 17 de febrero de 2022

 Johannes Vermeer (II).

 Lectora en la ventana (1657).

Éste podría ser el primero de los numerosos cuadros en que Vermeer situó a sus modelos rodeados de diversos objetos junto a los muebles de su estudio. La muchacha que lee la carta es probablemente Katharina, ataviada con el mismo vestido que lleva en “Militar y muchacha sonriente”. La vemos dos veces, una de perfil y la otra reflejada de forma oblicua en los cristales de la ventana abierta. Este doble retrato refuerza la sensación de que está totalmente absorta en la lectura. Colocadas de cualquier manera sobre la mesa reposan dos de las importaciones preferidas de la época, una alfombra turca y una fuente china. La fuente, una pieza azul y blanca importada de Jingdezhen, la capital de la porcelana, es de un estilo que causaba furor cuando Vermeer pintó este cuadro. La luz del sol que ilumina la fruta es el primer uso de la técnica puntillista por parte de Vermeer.

Vermeer pintó “Lectora en la ventana” hacia la misma época en que pintó “Militar y muchacha sonriente”. Vemos la misma habitación de la primera planta, las mismas mesa y silla, la misma mujer que lleva incluso el mismo vestido, de nuevo su esposa Katharina Bolnes, o eso parece. Aunque los cuadros muestran escenas distintas ambos narran un suceso muy similar, la historia del cortejo entre un hombre y una mujer. Esta historia resulta evidente en “Militar y muchacha sonriente”, donde vemos al soldado cortejar a la muchacha. En “Lectora en la ventana” vemos solo a la mujer, el hombre está presente en el cuadro a través de la carta que lee la joven. Ella lee junto a la ventana para tener más luz. La ventana no está entornada esta vez, sino abierta de par en par.


Aunque comparten tema y habitación los dos cuadros exhiben objetos distintos. La figura femenina de “Lectora en la ventana” ocupa poco espacio en relación con el tamaño del lienzo, pero en la escena aparecen más objetos que contribuyen a crear una mayor actividad visual. Para compensar esta acumulación de objetos Vermeer ha dejado la pared vacía, pero no lisa. Ésta es una de las paredes vacías de textura más trabajada en el arte occidental. El análisis radiográfico revela que, en un principio, Vermeer pintó el cuadro de un cupido en dicha pared -lo usaría más tarde en “Dama tocando el virginal de pie”- para indicar que la mujer lee una carta de amor, pero más tarde decidió evitar la obviedad de las indirectas simbólicas y lo cubrió con pintura a fin de conferir una sensación de profundidad y volumen a la habitación.


Vermeer emplea la técnica convencional de pintar cortinas en el cuadro, una colgada sobre la ventana abierta, la otra retirada hacia un lado en primer plano, como si la hubiera corrido para revelar la escena. La mesa está cubierta esta vez con una alfombra turca de vivos colores que aparece arrebujada a la izquierda para aportar vitalidad a la escena. Tales alfombras eran demasiado valiosas para ponerlas en el suelo como hacemos hoy. Y ladeado sobre la alfombra, en medio de la mesa, hay un objeto que como el sombrero del militar nos remite al vasto mundo en el que quizás se encuentre el amante o marido de la joven, una fuente de porcelana llena de fruta. Fuentes como esta eran un deleite para la vista, aunque todavía resultaban poco comunes y no todo el mundo podía permitirse su elevado precio. Una o dos décadas antes los platos chinos no solían figurar en los cuadros holandeses, pero a partir de 1650 serán muy comunes y darán lugar a un nuevo género pictórico, los bodegones.

El primer cuadro holandés que muestra un plato chino fue pintado por Pieter Isaacsz en 1599, varios años antes de que las primeras grandes subastas de cargamentos incautados a los portugueses pusieran estos objetos al alcance de los compradores holandeses. El arte imitaba a la vida y los pintores incluían fuentes chinas en las escenas domésticas para dar un toque de distinción. Los europeos se sintieron inclinados a incorporar dichos objetos a su espacio vital e incluso a replantearse sus estándares estéticos. Tanto la fuente como la alfombra turca son artículos extranjeros, fruto del comercio.

 

El geógrafo (1669)


Se trata de uno de los dos cuadros protagonizados por sabios que pintó Vermeer, probablemente encargados por el hombre que aparece en ellos. El otro, titulado “El astrónomo”, comparte el mismo tema, la búsqueda de conocimiento. El modelo podría ser Antonie van Leeuwenhoek, comerciante de telas, agrimensor, perfeccionador del microscopio y amigo de la familia Vermeer.  




La habitación está repleta de indicios del mundo exterior: otra alfombra turca ocupa la parte delantera del cuadro, y las cartas de navegación que rodean al sabio muestran las rutas seguidas por los navegantes para atravesar los océanos; de la pared del fondo cuelga una carta náutica de Europa, impresa por Willem Blaeu, mientras que sobre el armario reposa un globo terráqueo realizado por Hendrik Hondius. El geógrafo posa como un héroe sorprendido en un momento de reflexión, esforzándose por trazar una descripción exhaustiva del mundo a partir de los nuevos conocimientos geográficos que llegaban a Europa desde todos los rincones del globo.


El cuadro nos muestra una imagen convencional, la del estudio del pintor. Se trata del mismo espacio cerrado que esperamos encontrar en un cuadro de Vermeer, donde de nuevo las luminosas ventanas se han pintado en un ángulo tan oblicuo que los cristales no revelan imágenes del exterior. Esta vez, sin embargo, la habitación está abarrotada de objetos que señalan hacia un mundo más amplio. Vermeer ha construido el lienzo alrededor de un personaje que está absorto en sus quehaceres y que no posa para el espectador, pero no se percibe la sensación de intimidad de los otros cuadros. La tensión intelectual no se convierte en experiencia emocional para el espectador.


El hombre aparta la alfombra turca de la mesa y se inclina sobre un mapa con un compás de topógrafo en la mano. Bajo la ventana hay una carta náutica en pergamino enrollada y dos mapas enrollados reposan en el suelo a su espalda.



El astrónomo


Lo que le interesa al geógrafo es la información que traen los barcos a su regreso, información que recogerá, analizará y sintetizará al elaborar las cartas náuticas y los mapas que los comerciantes llevarán de nuevo al vasto mundo. Lo que necesitaban los comerciantes era información precisa sobre las rutas en las que viajaban sus barcos para reducir la posibilidad de un naufragio, así como para aumentar la velocidad a las que las embarcaciones podían ir y volver y por tanto acelerar la rotación de su capital. Pero el personaje posa como un hombre de ciencia, no como hombre de negocios.





 

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