Johannes Vermeer (II).
Lectora en la ventana (1657).
Éste podría ser el primero de los numerosos cuadros en
que Vermeer situó a sus modelos rodeados de diversos objetos junto a los
muebles de su estudio. La muchacha que lee la carta es probablemente Katharina,
ataviada con el mismo vestido que lleva en “
Militar y muchacha sonriente”.
La vemos dos veces, una de perfil y la otra reflejada de forma oblicua en los
cristales de la ventana abierta. Este doble retrato refuerza la sensación de
que está totalmente absorta en la lectura. Colocadas de cualquier manera sobre
la mesa reposan dos de las importaciones preferidas de la época, una alfombra
turca y una fuente china. La fuente, una pieza azul y blanca importada de
Jingdezhen, la capital de la porcelana, es de un estilo que causaba furor
cuando Vermeer pintó este cuadro. La luz del sol que ilumina la fruta es el
primer uso de la técnica puntillista por parte de Vermeer.
Vermeer pintó “
Lectora en la ventana” hacia la
misma época en que pintó “
Militar y muchacha sonriente”. Vemos la misma
habitación de la primera planta, las mismas mesa y silla, la misma mujer que
lleva incluso el mismo vestido, de nuevo su esposa Katharina Bolnes, o eso
parece. Aunque los cuadros muestran escenas distintas ambos narran un suceso
muy similar, la historia del cortejo entre un hombre y una mujer. Esta historia
resulta evidente en “
Militar y muchacha sonriente”, donde vemos al
soldado cortejar a la muchacha. En “
Lectora en la ventana” vemos solo a
la mujer, el hombre está presente en el cuadro a través de la carta que lee la
joven. Ella lee junto a la ventana para tener más luz. La ventana no está
entornada esta vez, sino abierta de par en par.
Aunque comparten tema y habitación los dos cuadros
exhiben objetos distintos. La figura femenina de “
Lectora en la ventana”
ocupa poco espacio en relación con el tamaño del lienzo, pero en la escena
aparecen más objetos que contribuyen a crear una mayor actividad visual. Para
compensar esta acumulación de objetos Vermeer ha dejado la pared vacía, pero no
lisa. Ésta es una de las paredes vacías de textura más trabajada en el arte
occidental. El análisis radiográfico revela que, en un principio, Vermeer pintó
el cuadro de un cupido en dicha pared -lo usaría más tarde en “
Dama tocando
el virginal de pie”- para indicar que la mujer lee una carta de amor, pero
más tarde decidió evitar la obviedad de las indirectas simbólicas y lo cubrió
con pintura a fin de conferir una sensación de profundidad y volumen a la
habitación.

Vermeer emplea la técnica convencional de pintar cortinas
en el cuadro, una colgada sobre la ventana abierta, la otra retirada hacia un
lado en primer plano, como si la hubiera corrido para revelar la escena. La
mesa está cubierta esta vez con una alfombra turca de vivos colores que aparece
arrebujada a la izquierda para aportar vitalidad a la escena. Tales alfombras
eran demasiado valiosas para ponerlas en el suelo como hacemos hoy. Y ladeado
sobre la alfombra, en medio de la mesa, hay un objeto que como el sombrero del
militar nos remite al vasto mundo en el que quizás se encuentre el amante o
marido de la joven, una fuente de porcelana llena de fruta. Fuentes como esta
eran un deleite para la vista, aunque todavía resultaban poco comunes y no todo
el mundo podía permitirse su elevado precio. Una o dos décadas antes los platos
chinos no solían figurar en los cuadros holandeses, pero a partir de 1650 serán
muy comunes y darán lugar a un nuevo género pictórico, los bodegones.

El primer cuadro holandés que muestra un plato chino fue
pintado por Pieter Isaacsz en 1599, varios años antes de que las primeras
grandes subastas de cargamentos incautados a los portugueses pusieran estos
objetos al alcance de los compradores holandeses. El arte imitaba a la vida y
los pintores incluían fuentes chinas en las escenas domésticas para dar un
toque de distinción. Los europeos se sintieron inclinados a incorporar dichos
objetos a su espacio vital e incluso a replantearse sus estándares estéticos.
Tanto la fuente como la alfombra turca son artículos extranjeros, fruto del
comercio.
El geógrafo (1669)
Se trata de uno de los dos cuadros protagonizados por
sabios que pintó Vermeer, probablemente encargados por el hombre que aparece en
ellos. El otro, titulado “El astrónomo”, comparte el mismo tema, la búsqueda de
conocimiento. El modelo podría ser Antonie van Leeuwenhoek, comerciante de
telas, agrimensor, perfeccionador del microscopio y amigo de la familia Vermeer.

La habitación está repleta de indicios del mundo exterior:
otra alfombra turca ocupa la parte delantera del cuadro, y las cartas de
navegación que rodean al sabio muestran las rutas seguidas por los navegantes
para atravesar los océanos; de la pared del fondo cuelga una carta náutica de
Europa, impresa por Willem Blaeu, mientras que sobre el armario reposa un globo
terráqueo realizado por Hendrik Hondius. El geógrafo posa como un héroe
sorprendido en un momento de reflexión, esforzándose por trazar una descripción
exhaustiva del mundo a partir de los nuevos conocimientos geográficos que
llegaban a Europa desde todos los rincones del globo.

El cuadro nos muestra una imagen convencional, la del
estudio del pintor. Se trata del mismo espacio cerrado que esperamos encontrar
en un cuadro de Vermeer, donde de nuevo las luminosas ventanas se han pintado
en un ángulo tan oblicuo que los cristales no revelan imágenes del exterior. Esta
vez, sin embargo, la habitación está abarrotada de objetos que señalan hacia un
mundo más amplio. Vermeer ha construido el lienzo alrededor de un personaje que
está absorto en sus quehaceres y que no posa para el espectador, pero no se
percibe la sensación de intimidad de los otros cuadros. La tensión intelectual
no se convierte en experiencia emocional para el espectador.
El hombre aparta la alfombra turca de la mesa y se
inclina sobre un mapa con un compás de topógrafo en la mano. Bajo la ventana
hay una carta náutica en pergamino enrollada y dos mapas enrollados reposan en
el suelo a su espalda.
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El astrónomo
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Lo que le interesa al geógrafo es la información que
traen los barcos a su regreso, información que recogerá, analizará y
sintetizará al elaborar las cartas náuticas y los mapas que los comerciantes
llevarán de nuevo al vasto mundo. Lo que necesitaban los comerciantes era
información precisa sobre las rutas en las que viajaban sus barcos para reducir
la posibilidad de un naufragio, así como para aumentar la velocidad a las que
las embarcaciones podían ir y volver y por tanto acelerar la rotación de su
capital. Pero el personaje posa como un hombre de ciencia, no como hombre de
negocios.
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