domingo, 23 de junio de 2019


Sorbas (II/3).

El dominio cristiano no significó la desaparición de las tradiciones musulmanas. Una de ellas, de larga pervivencia, fue la alfarería. Madoz cuenta que en el siglo XIX existían 24 fábricas de alfarería, cuyos productos se vendían en Jaén, Granada, Murcia y se enviaban más lejos a través del puerto de Almería. Todavía perdura el barrio Alfarerías o Cantarerías, donde los alfareros siguen trabajando con los conocimientos que han pasado a través de las generaciones, y donde se conserva en buen estado un “horno árabe” de más de 500 años, además de alfares, pilones, balsas, etc. Los motivos más identificativos parece que eran el botijo con forma de gallo y el “ajuarico”, un conjunto de útiles de cocina (almirez, cazuelas, sartenes, cazos, cucharas, etc.) en miniatura. Las tierras se extraen de la zona, la arcilla blanca proviene de la Cañada Siscar y la rubial o roja de La Mojonera.



También han quedado en la memoria apellidos de grandes familias alfareras como “los Mañas”, “Cúllar” –de origen granadino-, los “García Alpáñez”, “García Lario”, “García Muñoz” emparentados con los “Muñoz”, los “Ayala” oriundos de Totana-Murcia –otro gran foco alfarero-, los “Fenoy” de Tabernas, los “Madriles”, etc. Para la decoración de las piezas se asociaron con pintores sorbeños como Pedro Soler y Miguel Capel.


La morfología urbana del pueblo se estructura en unas cuantas plazas que organizan todo el callejero. La principal es la Plaza de la Constitución, donde se encuentra el Ayuntamiento, la Iglesia Parroquial y la Casa de los Duques de Alba. En el lugar más alto está la Plaza de la Torreta, nombre debido a una antigua torre vigía, donde se encuentra el Teatro Municipal Villaespesa y, detrás, el Mirador de Santa Cecilia, con vistas a la rambla “del Cucaor”. Otras plazas importantes son la de las Alfarerías, con la Ermita de San Roque, la del Castillo y la reciente de Joaquín de Haro, sorbeño que se dedicó a la artesanía de la hojalata (candiles).


La Plaza de la Constitución acapara varios de los monumentos más importantes: la Iglesia Parroquial de Santa María (fachada neoclásica de fin del s. XIX con rosetón, torre s. XIX, cabecera barroca s. XVIII, planta de cruz latina con tres naves de estilo mudéjar, s. XVI, y armadura también mudéjar) en el lugar de la antigua mezquita. La Casa Consistorial, compuesta por dos edificios (el propio Ayuntamiento, con balcón corrido en la fachada, y el edificio señorial anejo, la Casa de la Cámara Agraria, con torreón, ambos de estilo ecléctico, s. XIX). La Casa del Duque de Alba (Señores de Sorbas y Lubrín, estilo neoclásico s. XVIII, tres plantas, imponente fachada de color rojo).



En el Barrio de las Alfarerías está la pequeña Ermita de San Roque, ss. XVIII-XIX, de una nave, sencilla, sin apenas decoración. Acceso por arco de medio punto, con óculo encima y gran espadaña. En el interior se encuentra San Roquillo, un San Roque de menores dimensiones que el patrón del pueblo que está en la Iglesia de Santa María. En el mismo barrio se conserva un horno musulmán, de los muchos que hubo. Tiene dos niveles, uno inferior para la leña y otro superior para las piezas de cerámica, conectados por pequeños orificios. También son de destacar el Teatro Villaespesa, reformado en 1997, y el Museo de la Lana, ubicado en una antigua fábrica de lana y harina, donde es posible ver el proceso de transformación de la lana en hilo y las máquinas que se utilizaron para ello.

(Acudiendo al teatro. Dibujo de Pedro Soler)



En la construcción popular, según cuenta Antonio Gil Albarracín (“Sorbas: enclave de arquitectura popular”, El Afa nº 2), se utilizaba el muro de piedra y yeso, que también se usaba en suelos, techos y terrados. La teja era cerámica, curva, árabe. Los terrados se impermeabilizaban con arcilla magnesiana violácea, denominada launa o roya, que da el color característico y resalta la blancura de lo demás (“Blanquear no es sólo dar cal”. Ana María Rodríguez Agüero, El Afa, nº 27, invierno 2013). Con el tiempo ha ido progresando el tejado en detrimento del terrado.

 (Fotografías antiguas, revista El Afa)

La primavera y el verano son los meses de las fiestas. El 13 de mayo se celebran en honor a la Virgen
de Fátima, el 15 de mayo la romería de San Isidro, y el 16 de agosto las de San Roque, patrón del pueblo, con una procesión en la que se lanzan roscas de pan a los asistentes. Al día siguiente es la procesión de San Roquillo.


Sobre este patronazgo, Rosa María Piqueras Valls (“Patronazgo de San Roque en Sorbas. Historia o leyenda”, El Afa nº 3) cuenta una graciosa anécdota. En 1642, Sorbas y Lubrín formaban el señorío del Marqués del Carpio, Sorbas estaba bajo la protección de San Sebastián y Lubrín bajo la de San Roque. El alcalde de las dos
villas encargó dos imágenes a un taller granadino. De los dos pueblos fueron a recogerlas y se encontraron a la vuelta, cargados, en la posada de Ochoa de Guadix. Les salió un trabajo por horas y descargaron las imágenes, para volverlas a cargas después del trabajo. En Sorbas se había reunido mucha gente, que quedó asombrada al ver la talla de San Roque en lugar de la de San Sebastián. Lo mismo ocurrió en Lubrín. Las personas de fe creyeron ver en esto la mano divina, un significado religioso, y cambiaron de patrón.


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