Sorbas (II/3).
El dominio cristiano no significó la desaparición de las
tradiciones musulmanas. Una de ellas, de larga pervivencia, fue la alfarería.
Madoz cuenta que en el siglo XIX existían 24 fábricas de alfarería, cuyos
productos se vendían en Jaén, Granada, Murcia y se enviaban más lejos a través
del puerto de Almería. Todavía perdura el barrio Alfarerías o Cantarerías,
donde los alfareros siguen trabajando con los conocimientos que han pasado a
través de las generaciones, y donde se conserva en buen estado un “horno árabe” de más de 500 años, además
de alfares, pilones, balsas, etc. Los motivos más identificativos parece que
eran el botijo con forma de gallo y el “ajuarico”, un conjunto de útiles de
cocina (almirez, cazuelas, sartenes, cazos, cucharas, etc.) en miniatura. Las
tierras se extraen de la zona, la arcilla blanca proviene de la Cañada Siscar y
la rubial o roja de La Mojonera.
También han quedado en la memoria apellidos de grandes
familias alfareras como “los Mañas”, “Cúllar” –de origen granadino-, los
“García Alpáñez”, “García Lario”, “García Muñoz” emparentados con los “Muñoz”,
los “Ayala” oriundos de Totana-Murcia –otro gran foco alfarero-, los “Fenoy” de
Tabernas, los “Madriles”, etc. Para la decoración de las piezas se asociaron
con pintores sorbeños como Pedro Soler y Miguel Capel.
La morfología urbana del pueblo se estructura en unas
cuantas plazas que organizan todo el callejero. La principal es la Plaza de la
Constitución, donde se encuentra el Ayuntamiento, la Iglesia Parroquial y la
Casa de los Duques de Alba. En el lugar más alto está la Plaza de la Torreta,
nombre debido a una antigua torre vigía, donde se encuentra el Teatro Municipal
Villaespesa y, detrás, el Mirador de Santa Cecilia, con vistas a la rambla “del
Cucaor”. Otras plazas importantes son la de las Alfarerías, con la Ermita de
San Roque, la del Castillo y la reciente de Joaquín de Haro, sorbeño que se
dedicó a la artesanía de la hojalata (candiles).
La Plaza de la Constitución acapara varios de los
monumentos más importantes: la Iglesia
Parroquial de Santa María (fachada neoclásica de fin del s. XIX con
rosetón, torre s. XIX, cabecera barroca s. XVIII, planta de cruz latina con
tres naves de estilo mudéjar, s. XVI, y armadura también mudéjar) en el lugar
de la antigua mezquita. La Casa
Consistorial, compuesta por dos edificios (el propio Ayuntamiento, con
balcón corrido en la fachada, y el edificio señorial anejo, la Casa de la
Cámara Agraria, con torreón, ambos de estilo ecléctico, s. XIX). La Casa del
Duque de Alba (Señores de Sorbas y Lubrín, estilo neoclásico s. XVIII, tres
plantas, imponente fachada de color rojo).
En el Barrio de las Alfarerías está la pequeña Ermita de San Roque, ss. XVIII-XIX, de
una nave, sencilla, sin apenas decoración. Acceso por arco de medio punto, con
óculo encima y gran espadaña. En el interior se encuentra San Roquillo, un San
Roque de menores dimensiones que el patrón del pueblo que está en la Iglesia de
Santa María. En el mismo barrio se conserva un horno musulmán, de los muchos que hubo. Tiene dos niveles, uno
inferior para la leña y otro superior para las piezas de cerámica, conectados
por pequeños orificios. También son de destacar el Teatro Villaespesa, reformado en 1997, y el Museo de la Lana,
ubicado en una antigua fábrica de lana y harina, donde es posible ver el
proceso de transformación de la lana en hilo y las máquinas que se utilizaron
para ello.
En la construcción popular, según cuenta Antonio Gil
Albarracín (“Sorbas: enclave de arquitectura popular”, El Afa nº 2), se
utilizaba el muro de piedra y yeso, que también se usaba en suelos, techos y
terrados. La teja era cerámica, curva, árabe. Los terrados se impermeabilizaban
con arcilla magnesiana violácea, denominada launa o roya, que da el color
característico y resalta la blancura de lo demás (“Blanquear no es sólo dar
cal”. Ana María Rodríguez Agüero, El Afa, nº 27, invierno 2013). Con el tiempo
ha ido progresando el tejado en detrimento del terrado.
La primavera y el verano son los meses de las fiestas. El
13 de mayo se celebran en honor a la Virgen
de Fátima, el 15 de mayo la romería
de San Isidro, y el 16 de agosto las de San Roque, patrón del pueblo, con una
procesión en la que se lanzan roscas de pan a los asistentes. Al día siguiente
es la procesión de San Roquillo.
Sobre este patronazgo, Rosa María Piqueras Valls
(“Patronazgo de San Roque en Sorbas. Historia o leyenda”, El Afa nº 3) cuenta
una graciosa anécdota. En 1642, Sorbas y Lubrín formaban el señorío del Marqués
del Carpio, Sorbas estaba bajo la protección de San Sebastián y Lubrín bajo la
de San Roque. El alcalde de las dos
villas encargó dos imágenes a un taller
granadino. De los dos pueblos fueron a recogerlas y se encontraron a la vuelta,
cargados, en la posada de Ochoa de Guadix. Les salió un trabajo por horas y
descargaron las imágenes, para volverlas a cargas después del trabajo. En
Sorbas se había reunido mucha gente, que quedó asombrada al ver la talla de San
Roque en lugar de la de San Sebastián. Lo mismo ocurrió en Lubrín. Las personas
de fe creyeron ver en esto la mano divina, un significado religioso, y
cambiaron de patrón.
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