martes, 8 de julio de 2025

San Vicente de Labuerda (Huesca)

Pequeña población de escasos vecinos situada a 780 m de altitud cerca del pueblo de Labuerda, al que pertenece. Inicialmente tenía bajo su jurisdicción a Labuerda, y la parroquia de san Vicente -rectoría- a la iglesia de Labuerda, situación que se invirtió en el siglo XVI. El caserío se articula alrededor de la fuente de san Visorio, nacimiento del barranco de san Vicente, que baja a Labuerda y al río Cinca, en la ladera del Pico Moro (1.323 m) y flanqueado por otros barrancos. En la documentación histórica aparece citado a partir del siglo XI con categoría de villa.

 

Las casas son ejemplo de arquitectura popular pirenaica, destacando Casa Buil, ejemplo de las Casas torreadas del Alto Aragón, del siglo XVI, con torreón adosado, que pertenecía al infanzón del lugar. Es una magnífica residencia que destacaba por su volumen sobre el conjunto, indicando poder y riqueza. La fortaleza del torreón atestigua la inseguridad de la época debido a los conflictos nobiliarios, a los fronterizos con Francia y a la existencia de bandoleros.

El origen de la familia Buil en la localidad se remonta al siglo XIII y debió tener una torre-vivienda, sustituida por la actual en el siglo XVI.


Es de planta cuadrangular y tiene cinco pisos, el inferior cubierto con bóveda. La segunda planta se utilizaba como vivienda y cuenta con una ventana ajimezada con arcos de medio punto. Otras aberturas son las aspilleras de ranura y gota central que se reparten por los distintos pisos. Una capilla a la Virgen del Rosario, dedicada al culto de la familia propietaria, se abrió al resto de la población, al estar la iglesia de San Vicente algo apartada.


 

Lo más destacado es el conjunto formado por la iglesia, la abadía y el esconjuradero, situado en un altozano separado del pueblo. Se accede por el esconjuradero, edificio de raigambre popular, religioso, construido en sillarejo, de época románica (otros en Asín de Broto, Guaso, Mediano, etc.), planta cuadrada, cubierta a cuatro aguas con lajas de piedra y cuatro grandes vanos con arcos de medio punto abiertos a los cuatro puntos cardinales. Aquí se situaba el sacerdote para rezar para que las tormentas y las plagas no arruinasen a los agricultores. Rociaba el suelo y el cielo con agua bendita para ahuyentar los fenómenos meteorológicos y las brujas, en un rito ancestral precristiano. Está situado junto al ábside de la iglesia. Estas construcciones de pequeño tamaño hablan de las viejas creencias populares de gentes en total dependencia de los avatares climatológicos. Se alzaban en puntos altos del paisaje, dominando excelentes vistas.

La iglesia de san Vicente es un templo románico de una nave orientada de planta rectangular -siguiendo el modelo de Aínsa- y bóveda apuntada de cañón, salvo la bóveda de cuarto de esfera en el ábside. La consagración de Santa María de Aínsa en 1181 da pie para fechar este templo a finales del siglo XII o principios del XIII. En el interior la nave se remata con cabecera semicircular y se cubre con cañón apuntado. En el siglo XVI se modificó su planta para darle aspecto de cruz latina, añadiéndose la sacristía en el lado del evangelio del presbiterio, dos capillas laterales y la torre campanario en el muro norte y una capilla en el muro sur.  



El ábside se estructura en tres niveles de diámetros decrecientes debidos a dos discretos retranqueos, uno bajo los ventanales (dos, con derrame) y el otro bajo las columnitas en que apean las ménsulas, que forman un friso de 19 baquetones -dos tipos, sección poligonal o redondeados- relacionados con la ornamentación del románico lombardo de la zona, aunque con diferencias.





La portada se abre en el muro sur, protegida por un arco apuntado de época posterior. Presenta arco de medio punto, sin tímpano y con cuatro arquivoltas de sección cuadrada sin ornamentar, que descansan sobre columnas circulares adosadas al muro con su parte superior tallada a modo de capitel, decorados con toscos motivos geométricos (hexapétala, función de salvaguarda), y la parte inferior tallada como basa. Estilísticamente está relacionada con la portada de Aínsa.









En el interior destaca el retablo de san Vicente mártir, dedicado a san Vicente de Huesca, discípulo de san Valero, obispo de Zaragoza, ambos martirizados en Valencia durante la persecución decretada por Diocleciano en el 303 y ejecutada en Hispania por el prefecto Publio Daciano. Tras grandes torturas, su cuerpo fue arrojado al mar atado a una rueda de molino, elemento que lo identifica iconográficamente.


 

El retablo es de madera, pintado al temple con dorados en los nimbos y adornos de las vestiduras de los santos. Se atribuye al maestro aragonés Juan de la Abadía el Viejo (retablos de santa Quiteria de Alquézar y santa Catalina de la iglesia de la Magdalena de Huesca), que trabajó en la zona a finales del siglo XV y principios del XVI. El estilo pictórico corresponde al hispano-flamenco y presenta cinco calles y dos pisos, todo protegido por un guardapolvo.

En la base aparecen san Pedro y san Pablo a escala real. En el banco están representadas santa Catalina (rueda), santa Bárbara (torre), santa María Magdalena (recipiente de perfume, sin palma de martirio) y santa Lucía (copa con sus ojos). Las tres calles centrales son mayores que las laterales. La tabla central está destinada al santo del templo, san Vicente de Huesca, con vestimenta de diácono, sentado en trono de traza gótica, con libro y palma de martirio en las manos y la piedra de molino. A la derecha, el arcángel san Miguel disputando el peso de un alma con un demonio. A la izquierda, san Lorenzo, patrono de Huesca, de pie sobre la parrilla. Sobre la tabla de san Vicente, el Calvario.

En las calles laterales figuran san Esteban (piedras de la lapidación) a la izquierda y Santiago (bastón y calabaza de peregrino) a la derecha. En el piso superior, flanqueando el Calvario, cuatro escenas del martirio de san Vicente: comparecencia maniatado, flagelación, martirio en la cruz y su cadáver arrojado al mar (recuperado en Cullera).




La capilla a la izquierda del presbiterio alberga el retablo dedicado a san Visorio, que nació en un pueblo francés a fines del siglo X y vino a situarse en las tierras que estaban siendo conquistadas a los musulmanes, que lo apresaron y decapitaron junto a sus dos discípulos, siendo enterrados por los habitantes de Labuerda. La pintura barroca representa a san Visorio compareciendo ante el gobernador musulmán, con los discípulos abajo y la representación de la decapitación arriba. Sus reliquias están en una arqueta de madera dorada, sobre el altar.



 





Junto al esconjuradero y la iglesia, el tercer elemento del conjunto es el casal del abad o párroco, del siglo XVI (1568), sobrio edificio renacentista de dos plantas. Su gran tamaño indica la importancia de las rentas que recibía la parroquia.




Fuera del pueblo hay dos ermitas importantes, la de san Miguel, situada en el viejo camino a Boltaña con bella panorámica de la Peña Montañesa, y la de san Visorio, de tradición transfronteriza. Ésta, rupestre, se sitúa en la bajante de la sierra homónima, a 1.100 m de altitud, y a ella se va en romería el primer domingo del mes de mayo. Es uno de los eremitorios del excepcional conjunto de la provincia de Huesca, emplazados en espectaculares parajes rocosos, guardianes de las tradiciones locales y ancestrales testigos del paso del tiempo. El interior es una sencilla nave con la cabecera excavada en la roca. En la decoración destacan motivos florales, geométricos y arquitectónicos, con las figuras del santo y sus dos compañeros flanqueados por ángeles e imágenes contrapuestas del sol y la luna, símbolos del día y la noche.




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