sábado, 12 de julio de 2025

Proust y las artes

El museo Thyssen, Madrid, presenta una exposición sobre la importancia que el arte tuvo en la obra de uno de los escritores más influyentes del siglo XX, Marcel Proust (Auteuil, 1871 - París, 1922), reconocido tanto en la literatura como en la filosofía y la teoría del arte. Las ideas estéticas que Proust desarrolla en su obra, los ambientes artísticos, monumentales y paisajísticos que le rodearon y que recrea en sus libros, así como los artistas contemporáneos o del pasado que le sirvieron de estímulo son algunos de los aspectos que articulan el recorrido de la muestra. El objetivo es resaltar esa vinculación y la interrelación entre el arte y su figura, su vida y su trabajo. 

Para entender a Proust es importante conocer el París en el que vivió, la cosmopolita y rica capital de la Tercera República, su gran transformación tras las reformas urbanísticas del barón Hausmann, con la aparición de la electricidad, los coches, los espectáculos, los restaurantes y los cafés. Proust era un fascinado no solo de las artes, sino de esa modernidad tan en auge a fines del siglo XIX. La imagen de lo moderno que crearon los pintores impresionistas a través de su representación de las calles y otros ambientes de París está en la base de la estética proustiana: todo ello marcaría su biografía y también sus escritos.

Una de sus primeras obras publicadas,Los placeres y los días(1896), se presenta en la primera sala de la exposición, mostrando su temprano gusto por las artes, la música, el teatro y, especialmente, la pintura y sus frecuentes visitas al Museo del Louvre.Ese interés continúa en su obra cumbre, la novela A la busca del tiempo perdido, publicada en siete partes entre 1913 y 1927. El París de la Tercera República, sobre todo el entorno de los Campos Elíseos, el Bois de Boulogne y los palacios de la aristocracia del Faubourg Saint-Germain, o las playas y costas del norte de Francia, son algunos de los escenarios en los que se desarrolla la novela y que reflejaron en sus cuadros pintores como Manet, Pissarro, Renoir, Monet, Boudin o Dufy. Por otro lado, la importancia del teatro en la obra de Proust tiene su reflejo en la impresionante pintura de Georges Clairin, procedente del museo del Petit Palais de París, representando a Sarah Bernhardt, en la que se basó, entre otras, para crear el personaje de Berma, omnipresente a lo largo de la novela. 

La exposición hace también hincapié en uno de los temas más sobresalientes en la obra de Proust, el de la creación y consolidación en las últimas décadas del siglo XIX de una nueva y moderna disciplina, la Historia del Arte, en su fascinación por una ciudad como Venecia, en su interés por las catedrales y la arquitectura gótica y en la no tan conocida “conexión española” del escritor, a través de las figuras de Mariano Fortuny y Madrazo y Raimundo de Madrazo, incluyendo en las salas algunos trajes y telas diseñados por el primero para mostrar un tema, el de la moda, imprescindible en el autor francés. 

Camille Pissarro, Rue Saint Honoré por la tarde.

Proust y las artes.

La novela A la busca del tiempo perdido describe la sociedad parisina de finales del siglo XIX, fundamentalmente la alta burguesía, con el atractivo personaje de Charles Swann, y la aristocracia, con la inolvidable duquesa de Guermantes. Los distintos “mundos” o caminos, de Swann y Guermantes, se unirán al final del relato en el tomo que llamó El tiempo recobrado. Elstir es la creación literaria de Proust para reflejar al pintor por excelencia, Vinteuil es su equivalente musical, y Bergotte su paralelo en el campo de la literatura. 

Jacques-Émile Blanche, Retrato de Marcel Proust, 1892. Óleo sobre lienzo, Musée d´Orsay. Es el único retrato pictórico de Marcel Proust. Data de 1892, cuando el protagonista tenía 21 años. 

Los placeres y los días.

Proust mostró predilección por la pintura desde su adolescencia: ya entonces fueron frecuentes sus visitas al Museo del Louvre y a numerosas colecciones particulares, interesándose sobre todo por la pintura holandesa del siglo XVII, la italiana del Renacimiento y la francesa del XIX. Esenciales en sus gustos fueron también los pintores Joseph M.W. Turner y James McNeill Whistler y el teórico John Ruskin.

Édouard Manet (París, 1832-1883), Muchacho comiendo cerezas, hacia 1858. Óleo sobre lienzo. Lisboa, Museo Caluste Gulbenkian. Édouard Manet es mencionado varias veces en la novela, donde se discute sobre su novedad pictórica y sobre la pertinencia de colgar su famosa Olimpia en el Louvre. El presente cuadro se relaciona con determinados géneros de la pintura holandesa del siglo XVII, otra de las pasiones de Proust.

Georges Jules Victor Clairin (París, 2843-Belle-ille en Mer, 1919). Retrato de Sarah Bernhardt, 1876. Óleo sobre lienzo, París, Petit Palais, Musée des Beaux Arts de la Ville de París. Esta gran actriz, admirada por Proust, está en la base de la creación de su personaje de la Berma, que aparece varias veces en la obra. El pintor Clairin formaba parte del grupo de artistas cercanos al escritor.

París.

La novela se desarrolla en el París de la etapa central de la Tercera República (aproximadamente entre 1890 y 1920) y describe la vida social, artística e intelectual de esta época en torno a las clases altas de la sociedad. Es el momento inmediatamente posterior a las grandes transformaciones urbanísticas del barón Haussmann, el de la importancia de los bulevares, las avenidas y los jardines, entre los que destaca el Bois de Boulogne. El joven Marcel se interesa por introducirse en la alta sociedad, la pintura, el teatro y la música.

Édouard Manet (París, 1832-1883), Amazona de frente, hacia 1882. Óleo sobre lienzo. Madrid. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.

Pierre-Auguste Renoir (Limoges, 1841-Cagnes-sur-Mer, 1919). Después del almuerzo, 1879. Óleo sobre lienzo, Francfort, Städel Museum. Las clases altas y medias de París, objeto, una y otra vez, de las pinturas de Renoir, disfrutaban de lugares de esparcimiento como los jardines y el estanque del Bois de Boulogne, el Jardín de Aclimatación, los de Versalles o los de las Tullerías. El paseo y los almuerzos al aire libre eran una de las señas de identidad de la “vida moderna”.

James Tissot (Nantes, 1836-Cheneccy-Barillon, 1902), El Círculo de la Rue Royale, 1866. Óleo sobre lienzo, París, Musée d´Orsay. Este círculo era el más exclusivo de París después del Jockey club. El personaje de pie en la derecha es el crítico del arte Charles Haas, uno de los modelos de Swann, quien, a pesar de su origen burgués, pertenecía a ambas instituciones.

Por la parte de Swamm

Charles Swann es el personaje que representa en la novela la alta burguesía parisina culta, refinada, interesada por el coleccionismo artístico, la crítica y la historia del arte, normalmente de origen judío. También por la vida lujosa y refinada relacionada con lo más alto de la sociedad francesa y europea, lo cual no es óbice para su relación y matrimonio con la cocotte Odette de Crécy, con la que tiene una hija, Gilberte, primer amor del Narrador, el innominado protagonista de la novela.

Claude Monet (París, 1840-Giverny, 1926), El deshielo en Vétheuil, 1880. Óleo sobre lienzo. Madrid, Museo Nacional Thyssen Bornemisza. Proust, en Jean Santeuil, describe un Monet de esta serie de deshielos en las colecciones de Charles Ephrussi. Monet es el principal modelo de Elstir, la creación literaria de Proust en relación a la pintura.

Johannes Vermeer (Delft, 1632-1675), Diana y sus ninfas, hacia 1653-1654. Óleo sobre lienzo. La Haya.Mauritshuis. Vermeer fue uno de los pintores favoritos de Proust, quien menciona este cuadro, entonces recientemente comprado por la Mauritshuis de La Haya. Charles Swann está escribiendo una monografía sobre este pintor que nunca acaba.

Babani, Abrigo de noche, hacia 1920. Seda, hilo metálico, tafetán, tela moldeada, estampada y teñida, cordón, cuentas de cristal, satén y crepé. París, Palais Galliera, Musée de la Mode de la Ville de Paris.

Mariano Fortuny y Madrazo (Granada, 1871-Venecia-1949), Abrigo de noche, hacia 1912. Seda, terciopelo estampado y teñido, tafetán y perlas. París, Palais Galliera, Musée de la Mode de la Ville de Paris.

El mundo de la moda siempre apasionó a Proust. Estas dos prendas pertenecieron a la condesa de Greffulhe, una de las aristócratas más elegantes de París, modelo principal de la duquesa de Guermantes. En la fotografía de Nadar la vemos con un vestido de Charles F. Worth, uno de los más espectaculares de su vestuario.

 

La parte de Guermantes.

Está protagonizada por la elegante duquesa de Guermantes y el barón de Charlus, genial personaje, aristócrata, poeta y homosexual. La moda, las fiestas, los amores, el sexo, los engaños, los celos, la política y la guerra (son básicos en el relato el asunto Dreyfus y la Gran Guerra), así como las discusiones sobre pintura, música y literatura, son las ocupaciones esenciales de esta “clase ociosa”, que Proust analiza implacablemente.

Edgar Degas (París, 1834-1917), En la sombrerería, 1882. Pastel sobre papel. Madrid, Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.

Ignacio Zuloaga (Éibar, 1870-Madrid, 1945), Retrato de la condesa Mathieu de Noailles, 1913. Óleo sobre lienzo. Bilbao, Museo de Bellas Artes. Anna de Noailles se casó con el conde Mathieu de Noailles, primo de Robert de Montesquiou. Poetisa, conoció en 1898 a Proust, con el que mantuvo una interesante correspondencia. Los dos textos más importantes de nuestro autor sobre la condesa con su larga crítica a su libro Les Éblouissements, y el inserto en Jean Santeuil, donde aparece como Madame de Réveillon.

Mariano Fortuny y Madrazo (Granada, 1871-Venecia-1949), Vestido Delphos, hacia 1909. Raso de seda, cuentas de cristal de Murano y cinturón. Madrid, Museo del Traje.

Mariano Fortuny y Madrazo. Túnica de Marcel Proust, 1910-1920. Seda de Nápoles, estampado por estarcido. Tarrasa. Museo Téxtil.

Esta preciosa capa, de inspiración copta, propiedad de Marcel Proust, fue regalada a María Hahn. En la correspondencia entre Proust y María se menciona con frecuencia a Mariano Fortuny como uno de los mejores diseñadores del momento.

Venecia.

Italia y el arte clásico siempre constituyeron la “utopía viajera” de Proust, que, sin embargo, nunca llegó a conocer ni Roma, ni Florencia, ni Nápoles. Al contrario, sí pudo gozar, en 1900, de su amada Venecia, que visitó con los libros del inglés Ruskin bajo el brazo y con las imágenes de Turner y Whistler en su cabeza. Las evocaciones del gótico veneciano se unen a las de pintores renacentistas como Carpaccio, o de artistas contemporáneos como Mariano Fortuny y Madrazo.

Joseph M. W. Turner (Londres, 1773-1851), La Dogana y San Giorgio Maggiore, Venecia, 1834. Óleo sobre lienzo, Washington, National Gallery of Art, Widener Collection. Proust llegó a Turner, uno de sus artistas favoritos, a través de escritos como Los pintores modernos de Ruskin. El pintor británico es uno de los modelos de Elstir, y el novelista veía Venecia a través de sus cuadros de difusa luz en los que, como en muchos de Monet, era difícil distinguir el cielo de la tierra.

Michele Marieschi (Venecia, 1710-1743), El Gran Canal con Santa Maríadella Salute, hacia 1738-1740. Óleo sobre lienzo, Madrid, Museo Nacional Thyssen Bornemisza. Proust compara la cúpula del Institut de France, situado a orillas del Sena, con una de sus obsesiones venecianas: la cúpula de la iglesia de la Salute, a la entrada del Gran Canal. 

Paul-César Helleu (Vannes, 1858-París 1927), Interior de la catedral de Reims, hacia 1892. Óleo sobre lienzo. Rulán, Musée des Beaux-Arts. Uno de los géneros favoritos de Paul-César Helleu fue la pintura de interiores góticos y la significación en ellos de las luces y las vidrieras. Estas obras fueron citadas elogiosamente por Proust, uno de los amigos de Helleu.

Ruskin.

Una experiencia estética y arquitectónica esencial para Proust fue la de las catedrales góticas de Francia, que visitaba guiado por los escritos de Ruskin y los del historiador del arte francés Émile Mâle, todo ello en un coche que conducía su chófer, secretario y amante, Alfred Agostinelli. Opuesto a la desacralización de estos edificios y su conversión en museos, lamentó amargamente la destrucción de varios de ellos por los alemanes en la Primera Guerra Mundial. 

Frederick Carl Frieseke (Owosso, 1874-Le Mesnil-sur-Blangy, 1939), Malvarrosas, hacia 1912-1913. Óleo sobre lienzo. Colección Carmen Thyssen.

Eugène Boudin (Honfleur, 1824-Deauville, 1898), La plaza de la iglesia de Saint Vulfran en Abbeville, 1884. Óleo sobre tabla. Madrid, Museo Nacional Thyssen- Bornemisza.

Alfred Sisley (Paris, 1839-Moret-sur-Loing, 1899), La iglesia de Moret y el viejo mercado, 1894. Óleo sobre lienzo. Aviñón, Musée Calvet

Modernidad.

Además de por el arte del pasado, Proust se sintió muy atraído por el arte de su tiempo, fundamentalmente por artistas como Manet, Monet, Degas, Renoir, Moreau o Vuillard. Los gustos estéticos cambiaron rápidamente en París en torno a la Primera Guerra Mundial con el desarrollo de las vanguardias o el éxito de los Ballets Rusos de Diághilev, que Proust y Reynaldo Hahn siguieron con pasión.

Gustave Moreau (París, 1826-1898), Poeta muerto llevado por un centauro, hacia 1890. Acuarela sobre papel. París, Musée National Gustave Moreau. Elstir pasó por una etapa simbolista que hay que personificar en Gustave Moreau. En casa de los duques de Guermantes dos obras de Moreau colgaban en la misma habitación que los Monet. Uno era éste, el otro Las voces, que posee en su parte central un fragmento del otro cuadro en posesión de los Guermantes.

Eugène Delacroix (Charenton-Saint-Maurice, 1798-París, 1863), Jinete árabe, hacia 1854. Óleo sobre tabla. Madrid. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.

William Merritt Chase (Ninive, 1849-Nueva York, 1916), Joven con vestido japonés. El quimono, hacia 1887. Óleo sobre lienzo. Madrid, Museo Nacional Thyssen Bornemisza. Proust se interesa tanto por los exotismos japonistas del Extremo Oriente, cuando describe, por ejemplo, ciertosvestidos y objetos de Odette, como por el orientalismo norteafricano de Delacroix o Decamps, que evoca en los paseos nocturnos del barón de Charlus por el París bombardeado. Elstir pasó por una etapa japonesa antes de llegar a la madurez de artista.

Balbec y Elstir.

Proust resumió su interés por la pintura en la creación de un personaje como Elstir, el pintor por excelencia en su novela. Los modelos en los que se basa son muchos, pero los principales son Whistler, Moreau, su amigo Helleu y, sobre todo, Monet, sin olvidar a un pintor de su pasado inmediato como Turner y uno del presente como el americano Harrison.

Claude Monet (París, 1840-Giverny, 1926), Campo de tulipanes en Holanda, 1886. Óleo sobre lienzo. París, Musée d´Orsay. Proust tenía esta pintura como una de las mejores de Monet.

Paul-César Helleu (Vannes, 1859-París, 1927), Mujer joven son sombrilla en un embarcadero, hacia 1900. Óleo sobre lienzo. París, Musée des Arts décoratifs.

Marcel Proust, sentado, con sus amigos Robert de Flers, izquierda, y Lucien Daudet, derecha.

El tiempo recobrado.

Al final de los siete tomos de la novela, los mundos de Swann y de Guermantes, que el Narrador hacía creído tan separados, se unen en la última gran fiesta de la obra, la matinée Guermantes, que tiene lugar tras la Primera Guerra Mundial. En ella, es ya consciente no solo de lo que debe ser su estética literaria, sino que, para recuperar el “tiempo perdido”, debe describir el origen y el desarrollo de su vida, personal e intelectual, en una gran novela. Junto a ello, Marcel describe, en páginas magistrales, el implacable y destructor paso del tiempo. 

Rembrandt (Leiden, 1606-Ámsterdam, 1669), Autorretrato con gorra y dos cadenas, hacia 1642-1643. Óleo sobre tabla. Madrid, Museo Nacional Thyssen Bornemisza. Proust se refiere a los últimos cuartetos de Beethoven y los últimos autorretratos de Rembrandt como muestras insuperables de los estragos del tiempo sobre la creación artística y el cuerpo de las personas. “Acaptamos el mal físico […] a cambio del conocimiento espiritual que nos aporta; dejemos que nuestro cuerpo se disgregue. […] Las ideas son sucedáneos de las penas …”, dice al final de su novela.

Rembrandt (Leiden, 1606-Ámsterdam, 1669), Autorretrato como el apóstol san Pablo, 1661. Óleo sobre lienzo. Ámsterdam, Rijksmuseum.


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