lunes, 3 de febrero de 2025

 Campisábalos.

Este pueblo de 80 habitantes (INE 2024) está situado a 1.351 m de altitud cerca de la sierra de Pela, divisoria con la cuenca del Duero, en zona de pequeños valles con fondos planos y algunos escarpes. Los arroyos son temporales y sus aguas fluyen hacia el Sorbe de norte a sur. Debajo del término hay un inmenso acuífero, alimentado por lluvias y nieves, que rebosa en fuentes y manaderos (Somolinos) en los que nacen los ríos Sorbe y Bornova en la cuenca del Tajo, y Pedro y Aguisejo en la cuenca del Duero. Toda el área es destacada por la pureza del aire.

La zona ya era transitada por pastores al ser el paso que comunicaba las dos mesetas en la Edad del Bronce. Cerca, en el abrigo Portalón de Villacadima, hay manifestaciones rupestres de entre el Calcolítico y el primer Bronce, y se han encontrado restos de cerámica e industria lítica en lo que serían asentamientos estacionales. La falta de yacimientos de la Edad del Hierro puede ser debida a formar parte del territorio de la ciudad celtíbera de Tiermes, que sería municipium romano. Tampoco hay yacimientos romanos, sin embargo, un sondeo paleoecológico en la laguna de Somolinos indica la desaparición de la vegetación arbórea en la zona entre los siglos I y IV, relacionada con las necesidades de combustible de la población y con la explotación ganadera intensiva del territorio. Durante el periodo visigodo disminuyó la población y se recuperó la vegetación arbórea. En época andalusí se reocupó el territorio en los mismos lugares que en la Edad del Bronce debido a la ganadería y a la defensa (torreones y atalayas, Marca Media). Su situación fronteriza ocasionó expediciones de pillaje desde Atienza en el siglo X y el cambio de dominio. 

En el siglo XII se creó la Comunidad de Villa y Tierra y, con la repoblación, sería el momento en que debió surgir Campisábalos, en la primera mitad del siglo XII, y entre finales de ese siglo y comienzos del XIII se construyó la iglesia de San Bartolomé. Al final de la Edad Media pertenecía a los dominios de los Condes de Medinaceli, pasando (capitulaciones matrimoniales de doña Ana de la Cerda) a los Mendoza (casas de los duques de Pastrana, del Infantado y de Osuna). En 1533 estuvieron en el pueblo clérigos visitadores de monasterios cistercienses. En el siglo XVII hay noticias de un hospital fundado con los bienes legados por el caballero Galindo y de reclamaciones del pueblo ante autoridades eclesiásticas. En 1753, Catastro del marqués de la Ensenada, el pueblo tenía 66 casas, 59 vecinos (unos 240 habitantes), dos clérigos, taberna, panadería y el hospital. 

Sobre la Guerra de la Independencia hay pocas referencias, pero fue punto militar y debió ser zona de paso hacia Soria y retaguardia de El Empecinado, que tenía un hospital de sangre en Somolinos. Perteneció a la intendencia de Soria hasta la reforma de Javier de Burgos en 1833. En 1826 tenía 109 vecinos, 437 habitantes. Durante la I Guerra Carlista hubo combates de los isabelinos contra el líder carlista Juan Manuel Balmaseda. En septiembre de 1837, el ejército del pretendiente D. Carlos, tras el infructuoso intento de tomar Madrid, estuvo unas horas al ser perseguidos por Espartero. Se retiraron hacia Caracena por los pasos de Sierra de Pela, y por Gormaz y Burgo de Osma llegarían a Navarra. El general Espartero estableció su cuartel general tras el enfrentamiento de Somolinos. En 1839 volvería a atacar Balmaseda. A mediados de siglo, Pascual Madoz dice que había 77 vecinos, 270 almas, y una pequeña industria de carpintería. La población aumentó a 457 habitantes y creció hasta los 640 en el año 1877. La gran disminución se produciría en la segunda mitad del siglo XX.

En la actualidad, el pueblo tiene atractivos como la micología, el Centro de Interpretación Comarcal “El Mensario” y su aportación con San Bartolomé y la capilla de San Galindo a la ruta del Románico Rural (iglesias de finales del siglo XII y principios del XIII caracterizadas por su sencillez y por un toque mudéjar), que continúa en San Pedro Apóstol (Villacadima), Santa Coloma (Albendiego), El Salvador (Carabias) y La Asunción (Pinilla de Jadraque).

Centro de interpretación comarcal “El Mensario”: bar, restaurante y habitaciones (cada una el nombre de un mes del mensario). Aspectos históricos, culturales y medioambientales. Fotografías aéreas, mapa, paneles explicativos, vitrinas con objetos, industria artesanal carpintería. Recorrido histórico. Energía eólica, turismo rural, afición micológica, naturaleza, audiovisuales. 



Cementerio. Tiene una puerta románica procedente de una ermita desaparecida. Es un ejemplo sencillo de tres arquivoltas, la central decorada con flores y pomas y el arco interior con cruces en circunferencias. Las jambas tienen arista abocelada y hay una pareja de columnas con capiteles sin decoración. 




San Bartolomé, s. XII, y la Capilla de San Galindo, ss. XII-XIII, ejemplo más importante del románico rural. 

Capilla de San Galindo


Edificio de cuidada sillería anejo al muro meridional de la iglesia de San Bartolomé. La falta de correspondencia de sus volúmenes y la diferente estilística en la escultura hace probable que las cabecera y nave se construyeran en fechas y mediante talleres distintos, a finales del XII y a principios del XIII respectivamente. Podría corresponder con la misma época y autores que la iglesia. 


Tiene una nave cubierta con bóveda de medio cañón, con fajones apoyados en columnas con capiteles de palmetas. La cabecera es mucho más baja que la nave. El arco triunfal semicircular apoya sobre dobles columnas con capiteles de raíz silense. En el capitel septentrional se muestran centauros disparando su flecha a un cuadrúpedo con cabeza humana que lleva en su lomo una arpía encapuchada. En el capitel opuesto hay una serie de monstruos difíciles de identificar, con figuración vegetal.

El tramo presbiterial es rectangular y cubierto con bóveda de medio cañón. En él está el enterramiento del caballero San Galindo, fundador, con escudo de armas ovalado (cuatro cuarteles, tres flores de lis añadidas posteriormente, castillo, animal rampante y castillo sobre rocas, leyenda). Hubo una reja gótica, desaparecida.




El ábside es de planta semicircular y está cubierto con bóveda de cuarto de esfera. En el centro se abre un vano con celosías formando el sello de Salomón y la cruz de la Orden de San Juan, rodeado por un arco semicircular con ancha decoración de ajedrezado. 




La portada, en el muro meridional, es semejante a la de San Bartolomé y casi idéntica a la de Villacadima (manos mudéjares). Se abre bajo tejaroz sostenido por ocho canecillos figurados con cabezas de animales monstruosos y personajes humanos. El guardapolvo está decorado con tallos ondulantes. 

Tiene cuatro arquivoltas. La externa es de ancho baquetón, la segunda se decora con una escocia estrecha, la tercera muestra decoración de doble zigzag formando rombos. Por último, la arquivolta interna es polilobulada con una rosa inscrita en un círculo en cada dovela. El conjunto es soportado por las jambas interiores y tres pares de columnas con decoración vegetal esquemática. Las esquinas de las jambas a las que se acodillan las columnas tienen sus aristas aboceladas imitando columnillas más finas. 

Por debajo del mensario se abre un vano circular rodeado de una chambrana de entrelazos.



Mensario. Friso escultórico, calendario agrícola, cuyo orden se interpreta de derecha a izquierda. 


Primera escena:
combate ecuestre entre caballeros que luchan con lanzas, quizá como enfrentamiento entre cristianos y musulmanes. Frecuente a partir del último tercio s. XII.




Escena realista de caza del jabalí con perros mordiendo al animal y un hombre atravesándolo con su lanza; a la izquierda un ojeo anima a los perros. Momento clave de la acción, con un perro encaramado.




Mensario o menologio:






Enero: personaje sentado a la mesa celebrando el banquete navideño.


Tres meses de trabajos propios de la explotación vinícola, muy importante, constante dedicación, documentadas en cartas pueblas y fueros.





Febrero: un campesino airea las raíces de la cepa con ayuda de una extraña pala de alargado mástil para facilitar la absorción del agua, suprimir las malas hierbas y los sarmientos que nacen cerca y al pie.







Marzo: el campesino cava las cepas con un azadón. Faena equivalente al binar cerealero, sin ayuda de animales ni arada para no dañar las viñas. 








Abril: poda de las cepas. Retraso de un mes respecto a la mayoría de calendarios.








Mayo: un jinete alimenta a su caballo (frescos de San Isidoro de León). La escena tradicional es la cetrería. El caballero viajero está autorizado a alimentar a su bestia con el cereal de los campos, aunque aquí no hay silla de montar. 


Los dos meses siguientes son iguales a los de Beleña.






Junio: el campesino corta los cardos en flor nacidos entre los trigos con un útil muy similar. Representación de los mensarios ingleses, pero no en Francia e Italia.








Julio: siega de las altas mieses, ya totalmente maduras.








Agosto: el campesino amontona la paja separada del grano con su horca. Está aventando las mieses aprovechando la fuerza del viento. En Beleña, el labriego sostiene sobre el trillo el bielno, en alusión a la faena posterior. En la catedral de Tarragona, en julio, un campesino amontonando o aventando la mies con la horca mientras otro la golpea con un mayal.







Septiembre: vendimia. El cuévano al pie de la viña.








Octubre: siembra, el campesino labra con un arado romano tirado por dos bueyes y lo sujeta y dirige colocando su mano en el orificio existente, a modo de anillo, en el extremo superior de la mancera, mientras parece espolear a las bestias con la aguijada.






Noviembre: matanza, el campesino clava un cuchillo sobre un gran cerdo, cuya carne será el ingrediente de los banquetes navideños que romperán la severidad y austera alimentación cotidiana. Se sacrifica al animal a la usanza italiana, degollándole, como en Beleña.





Diciembre: extrañamente se representa el trasiego del vino a la cuba. Normalmente este episodio marca el fin de los trabajos anuales y el inicio del reposo invernal pero aquí aún se cincela una faena más al concluir el año en diciembre con el trasiego del vino desde un recipiente que semeja un cántaro, y no el tradicional odre, a la cuba; tarea que en la mayoría de los calendarios se realiza en octubre, tras la vendimia.

Quizá hubiera otras secuencias de escenas costumbristas: después de diciembre se adivina la mitad de un tonel. 


Diferencias con el de Beleña, aunque elementos comunes. Parece obra de los mismos artistas o discípulos muy cercanos a los que trabajaron en las cercanas poblaciones sorianas de Tiermes y Caracena, de clara influencia silense.

Particularidades: ubicación en muro, orden de lectura en sentido inverso (San Nicolás del Frago, Zaragoza, San Claudio de los Olivares, Zamora, ambos en una arquivolta, Santa María de Ripoll, Gerona, en las jambas del vano, calendarios italianos), presencia de dos escenas ajenas a las tareas agrícolas en su extremo derecho (Hormaza, Burgos). 


Iglesia de San Bartolomé.


En el siglo XVI hubo modificaciones en la nave y en la torre que impiden ver los muros presbiteriales románicos, quedando como partes románicas la puerta del muro del mediodía y la cabecera (parte más antigua, 1182-1190) con su presbiterio recto y el ábside semicircular, fabricado externamente con buena sillería y conformado en tres calles verticales por dos semicolumnas, rematadas con capiteles de hojas, que hacen de contrafuerte. 

En cada paño se abría un ventanal como el conservado en la parte norte, cuyas columnas tienen capiteles de cestería y dos órdenes de hojas. Dos impostas recorren el muro, una (decoración de “ochos”) a la altura de los alféizares de las ventanas y otra (entrelazos circulares) a la altura de los cimacios de las columnillas. Los canecillos, historiados, muestran secuencia de cacerías, tanto de conejos o liebres, como de un lobo con su presa, asociados a San Pedro de Caracena (Soria), la Anunciación de Alpanseque, en el pórtico de Santa María de Tiermes y en la torre de Santa María del Rey de Atienza. También en el muro norte quedan los canecillos de mascarones y cabezas con gestos grotescos.

En el muro meridional hay un pórtico que aprovecha cuatro gruesas columnas románicas con toscos capiteles vegetales apoyados sobre podio, que sujetan un dintel base para la cubierta. Parte se destruiría al adosar la torre. Debajo aparece la puerta, similar a la de la capilla de San Galindo y relacionada con San Pedro de Villacadima. Es obra más tardía que la cabecera, de comienzos del siglo XIII, y está rodeada por dos haces de parejas de columnillas que llegan hasta el tejaroz. Consta de cinco arquivoltas y chambrana achaflanada. La externa tiene entrelazos, la siguiente exhibe óvalos encadenados, en la tercera aparecen bocel, nacela y dientes de sierra, la cuarta es similar con bocel de moldura en zigzag. La interior es polilobulada, con una flor inscrita en un círculo en cada dovela. Los apoyos son las jambas y cuatro pares de columnas delgadas y de capitel vegetal muy sencillo.

Tiene nave única de un tramo, de planta rectangular, amplio presbiterio con tramo recto y ábside semicircular. A la cabecera se ingresa por un arco triunfal de medio punto y arquivolta plana que se apoya en pilastras a través de impostas. La bóveda del presbiterio es de medio cañón y la del ábside es de cuarto de esfera. En el muro del hemiciclo se abren dos ventanas con arco doble de aristas vivas y derrame interior, mientras que la del sur se rehizo posteriormente, agrandándola y convirtiendo su forma en adintelada.

Al pie de la nave, bajo el coro, está la pila bautismal románica.

La torre está adosada en el lado este de la fachada sur y la capilla en el tramo occidental. 

En el siglo XVII se adosó la sacristía en el tramo este de la fachada norte. 







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