viernes, 31 de enero de 2025

Santa Cruz de la Serós (I/II)

San Caprasio

A Santa Cruz de la Serós se llega desde Jaca (Huesca) a través de la N-240 y se toma el desvío en la “Venta de Esculabolsas” o mesón Aragón. Está situada a 788 m de altitud debajo del conjunto rocoso que esconde el monasterio de San Juan de la Peña. El actual nombre de la población es tardío, 1920, y alude a la propiedad de la villa, concedida al monasterio por el rey Alfonso II de Aragón en agosto de 1172, como figura en su Cartulario. En la Edad Media fue conocida como Santa Cruz y más tarde como Santa Cruz “de las Sorores”, “Sorors” y “de las monjas”, en alusión a las hermanas benedictinas que habitaban en el cenobio femenino allí asentado. El apelativo Sorores significa hermanas, equivalente femenino de la palabra latina fratres, aplicado a los monjes. La historia de la villa discurrió en paralelo al desarrollo, auge y decadencia de este centro monástico femenino; de él dependía la economía y el progreso cultural y social. Sus propiedades se extendían incluso por tierras navarras, motivo por el que se derivaron algunas disputas con el vecino cenobio pinatense. 



Digno de mención, su entramado urbano de trazado anárquico, y su caserío, en desordenada alineación, expresan las características de la arquitectura popular aragonesa: los tejados de losa gris, las buhardillas y palomares, las galerías abiertas al sur para aprovechar el solano, y las típicas chimeneas troncocónicas con los conocidos “espantabrujas”. Su composición formal, su orientación y materiales están condicionados por la zona en la que se asientan las viviendas, así como por el clima montañoso, áspero y frío. La población descendió en la segunda mitad del siglo XX, aunque parece notarse una recuperación en los últimos años. 



A la entrada de la población encontramos el primero de sus tesoros, la iglesia de San Caprasio, templo de breves dimensiones, teniendo en cuenta la lógica del lugar, ya que fue pensada para albergar a una exigua cantidad de parroquianos. Exhibe a la vez un exterior ligero, por su pequeño tamaño, y rotundo, por su firme disposición. Su nave única está orientada canónicamente y corona en ábside de planta semicircular. La torre se edificó posteriormente sobre el primer tramo de la nave, sin desequilibrar el conjunto arquitectónico. El material utilizado para su construcción ha sido el sillarejo, trabajado a maza y aparejado a soga, excepto en las lesenas que aparece ajustado a tizón.

Esta pequeña iglesia fue construida en los años 20-30 del siglo XI, durante el contexto de repoblación en la primera mitad del siglo, iniciado bajo el reinado de Sancho III el Mayor (1004-1035) y continuado por su hijo Ramiro I de Aragón (1035-1063). Es el templo lombardo más al oeste de Aragón, excepto la cercana iglesia de los santos Julián y Basilisa en Bagües (Zaragoza). Se dedica a este santo del siglo IV, advocación quizá traída por los peregrinos del Camino de Santiago, muy próximo, aunque antes pudo llamarse San Cipriano, puesto que el culto a San Caprasio se introdujo hacia el año 1080. 

Siguiendo el lenguaje lombardo, es tremendamente austera en su decoración, constando la misma de pequeños detalles arquitectónicamente forjados, es decir, los elementos básicos del vocabulario de estos hábiles maestros: lesenas, friso de arquillos ciegos, disposición rítmica de los vanos, etc. Juegos de sombras, luces y volúmenes que constituyen ala única decoración de este tipo de templos. En el exterior, arquillos ciegos apeando en ménsulas alternativamente. En el ábside, arcos ciegos pareados que apean alternativamente en ménsulas o lesenas, de tamaño desigual, siendo más grande aquellos que cobijan cada uno de los tres vanos absidales, se ensanchan para acoger el vano, pero vuelven a estrecharse para acomodarse al ritmo inicial. 



La puerta de acceso se halla en el hastial occidental, descentrada al sur y su presencia elimina un par de arquillos ciegos en el mismo. Es de medio punto, con el tímpano colmatado, lo mismo que al interior. Las lesenas se reparten de forma desigual, situándose dos a la izquierda, con sus respectivos arquillos adaptados al corte del tejaroz, y una a la derecha, también con sus correspondientes arquillos. Quizá este descentramiento, que motiva asimismo la ausencia de decoración sobre la entrada, puede deberse a la inclusión de un pequeño vano cruciforme de valor simbólico sobre esta zona, actualmente cegado.







El hastial meridional, y también el septentrional, cuentan con siete lesenas, lo que genera siete espacios prácticamente iguales, excepto el más cercano al ábside que se achata para adaptarse a la estrecha extensión restante, al igual que sus arquillos. Mientras en el lado norte no hallamos aberturas, como suele ser habitual en estas tierras, al sur se abren dos vanos, de doble de derrame, en arco de medio punto dovelado. 






La torre es añadido románico del siglo XII y no desentona del conjunto. Se trata de un cuerpo paralelepipédico a modo de campanario que cubre con tejado a cuatro vertientes. Posee cuatro ventanas, de las cuales tres son geminadas, con arco de medio punto y parteluz con zapata. No tiene acceso desde el interior, por lo que sería con alguna escalera móvil. Durante los siglos XVII y XVIII se añadió un segundo cuerpo a la torre y se añadieron dos naves laterales a la iglesia, aunque todo se eliminó en la restauración de los años 60 del siglo XX. 






Los muros del templo son robustos y fuertes, con estructura de doble pared con relleno de mampostería. Al interior rige la misma ley de austeridad que al exterior, la sobriedad. La diafanidad interna es la transcripción de la claridad volumétrica externa y transmite la sensación de que el espacio se expande ayudada por la iluminación de los vanos. 



La nave se estructura en dos tramos desiguales, separados entre sí por un arco fajón, cubiertos ambas por bóvedas de arista. El ritmo binario del exterior se repite aquí también, de forma que al igual que se establecen dos tramos, la nave es doble alta que ancha. Característica lombarda es la “triple esquina” formada por la conjunción del arco fajón, el arco formero y el arranque de la bóveda. Un irregular presbiterio, de forma trapezoidal y con arco ciego a cada lado, cubre con bóveda de cañón. El ábside, cubierto con bóveda de cuarto de esfera -trabajada a base de hiladas concéntricas- tiene tres pequeñas ventanas con derramas interiores. 






Aunque su desnudez es total, no están ausentes los juegos de luces y sombras, sobre todo en el ábside con sus vanos y en el presbiterio con sus hornacinas, que juegan con los contrastes del claroscuro. Todo contribuye a la transmisión de la belleza sencilla derivada de su coherencia. 


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