José de Madrazo
El pintor montañés José de Madrazo y Agudo (Santander, 22.4.1781-Madrid, 8.5.1859) fue uno de los grandes nombres del Neoclasicismo español y fundador de una estirpe de artistas que protagonizaron el siglo XIX. Inició su formación en Madrid, pero en 1801 acudió a París donde estudió con Jacques Louis David, que le inculcó su aprecio por el mundo clásico. En 1803 pintó “Jesús en casa de Anás”, que le valió la prórroga de su pensión que le llevó a Roma, donde conoció a Ingres. Al año siguiente pintó “La muerte de Lucrecia”, de filiación neoclásica y pensó un proyecto artístico de grandes pinturas de la historia antigua, del que sólo pintó “La muerte de Viriato, jefe de los lusitanos”, icono de patriotismo y libertad. En 1808 fue encarcelado por enfrentarse a Bonaparte y, sin la pensión, pintó retratos de la aristocracia que residía en Roma, como la “Princesa Carini”. En 1813 recibió el nombramiento de académico de San Lucas y pintó “El amor divino y el amor profano”, donde derivó a fórmulas más tradicionales. En 1818, fallecidos en su exilio Carlos IV y su esposa María Luisa, regresó a Madrid como pintor de cámara y académico de San Fernando, realizando alguna obra histórica, como “El asalto de Montefrío por el Gran Capitán”, pero vinculando su carrera artística al retrato: “Fernando VII a caballo” o “Manuel García de la Prada”, éste de inspiración romántica. Desarrolló iniciativas empresariales como el Real Establecimiento Litográfico, fue profesor de Pintura en la Real Academia y fue nombrado primer pintor de cámara a la muerte de Vicente López en 1850, año en que ocupó el cargo de director del Museo del Prado.Autorretrato. Hacia 1840. Óleo sobre cartón, 73,5 x 56 cm
Tuvo múltiples cargos y ocupaciones que le dificultaron su dedicación a la pintura, pero que no impidieron que se autorretratara bajo su condición de pintor con la paleta y los pinceles en las manos, en un retrato de luz ajustada y mirada penetrante reflejo de su formación clasicista al lado de David, pero con la suavidad que caracteriza a sus retratos familiares, cercanos a las tendencias románticas.
La muerte de Viriato, jefe de los lusitanos, 1807. Óleo sobre lienzo, 307 x 462 cm
Este cuadro ha sido considerado la pintura más emblemática del neoclasicismo español y la obra maestra de José de Madrazo. Fue pintado en Roma como inicio de una serie de lienzos con escenas evocadoras de la resistencia de los pueblos peninsulares frente a la dominación romana. La serie acabó con “La destrucción de Numancia” y quedaron sin pintar “Los funerales de Viriato” y “Mégara obliga a los romanos a capitular”. Concibió estas dramáticas escenas históricas con la grandiosidad que había visto en París junto a su maestro Jacques-Louis David, reforzada con el conocimiento directo de los vestigios del esplendor de la Antigüedad clásica.
El núcleo de la composición es el lecho del difunto general sobre quien se abalanzan con dolor sus allegados, siendo el grupo de ejecución más cuidada y señalado con una iluminación más clara que lo hace destacar. La escena está concebida a modo de relieve, dispuestos los personajes en un solo plano principal, cerrado el espacio por el cortinaje de la tienda, que también sirve para proporcionar el punto de fuga espacial al descorrerlo parcialmente para mostrar el fondo del campamento. La lectura moral supondría una advertencia sobre el peligro de traición de los colaboradores más íntimos.
El Museo del Prado presenta la exposición “Juramentos de papel. El pacto ciudadano en los dibujos de José de Madrazo” que permite acercarse a la evolución ideológica de este artista a través de sus dibujos. Son doce obras que incluyen desde estudios anatómicos hasta composiciones preparatorias para grandes lienzos, poniendo de manifiesto la profunda influencia de su maestro Jacques-Louis David, su singular interpretación de la iconografía del juramento y la huella de la estatuaria clásica. También permiten comprender el proceso creativo del artista y su versatilidad ideológica.
Madrazo aborda temas como el heroísmo, la virtud y la resistencia que, aunque enmarcados en la historia clásica, reflejan la convulsa realidad política de la España de su tiempo, con el juramento como eco artístico de las inquietudes políticas, por lo que, más allá de su valor estético, estos dibujos poseen un profundo significado político que muestra las tensiones y debates de una nación en plena transformación. Revelan no sólo la maestría del artista, sino la necesidad de abordar el proceso creativo desde nuevas perspectivas para introducir cuestiones políticas.
La exposición.
Modellino para La muerte de Viriato, jefe de los lusitanos, José de Madrazo. h. 1807. Lápiz, aguada de tinta parda y albayalde sobre papel verjurado.
Su maestro David le regaló un dibujo preparatorio para el “Juramento del Juego de pelota”, que simboliza uno de los principales hallazgos simbólicos, el juramento, creación iconográfica del francés que aludía a la virtud cívica y al patriotismo tras la Revolución francesa. Madrazo continuó esta idea desde una perspectiva patriótica española, con los juramentos en “Muerte de Viriato” o “Destrucción de Numancia” son símbolo de oposición a la llegada de las tropas napoleónicas a España. Este discurso patriótico alcanza su culmen en el “Heroísmo de la ciudad de Santander”, donde la imagen del juramento refleja la fidelidad patriótica hacia Fernando VII. Estos dibujos pretenden forjar una narrativa de identidad nacional.
Estudio de desnudo masculino de perfil con un puñal en alto para La muerte de Viriato. Hacia 1807. Lápiz compuesto sobre papel agrisado, 285 x 220 mm
Estudió detenidamente cada figura de la composición, analizando la musculatura en cada uno de los gestos, buscando la fórmula más persuasiva y con mayor carácter. El grupo de los dos personajes armados que juran la venganza de Viriato es uno de los que trabajó con más detalle, planteando varias alternativas.
Estudio de dos hombres abrazados por la espalda para La muerte de Viriato /
Hacia 1807. Carboncillo sobre papel, 215 x 215 mm
Los dibujos están concebidos con sentido práctico, con idea de utilidad expresiva, síntesis y brevedad, como aprendió de su maestro David y de sus estudios de estatuas antiguas. Sus estudios de anatomía replican las poses de famosas estatuas que pudo ver.
Dos hombres desnudos saludando con el brazo derecho extendido, estudio para La muerte de Lucrecia y el juramento de Bruto. Hacia 1804. Carboncillo, Lápiz sobre papel verjurado de estraza, 240 x 340 mm
Estudio de hombre alzando una cadena y estudio de brazo empuñando una espada para La destrucción de Numancia. Hacia 1821. Carboncillo, Clarión sobre papel preparado, 570 x 435 mm
La figura del caudillo Megara exigía una atención especial, por lo que sus dibujos son los de ejecución más refinada. Su postura y actitud representa a un personaje barbado de presencia rotunda y vigorosa, en ligero escorzo, con una anatomía reforzada por un tratamiento heroico. Muestra las cadenas y la empuñadura de la espada que inspiran la arenga, subrayando el dramatismo con el gesto ceñudo. Este estudio pertenece al estilo maduro, con figuras de corporeidad contundente, desnudas o con paños de pureza, siguiendo los dictados académicos ajustados a los cánones de belleza clásica.
La muerte de Lucrecia y juramento de Bruto. Hacia 1804. Aguada, Lápiz sobre papel, 398 x 506 mm
Como ejemplo de virtud femenina para el mundo clásico es considerado el suicidio de Lucrecia tras ser violada por el hijo del último rey de Roma, lo que llevó a su padre Lucrecio, su esposo Colatino, Publio Valerio y Bruto, los hombres de su familia, a jurar venganza contra el violador. Esta historia fue el origen de la República romana y se convirtió en alegoría política en el contexto de la Revolución francesa. Madrazo la adaptó a un estilo declamativo, influido por el teatro neoclásico que había visto en París y por el arte de su maestro David.
Para subrayar su sentido político, Madrazo situó el interés de La muerte de Lucrecia en el juramento, inspirándose en la estatuaria clásica que había estudiado en París y Roma. Los dibujos preparatorios, las diferentes propuestas, reflejan su preocupación por los detalles y por la monumentalidad, aunque finalmente aligeró esa condición.
Estudio de hombre con una antorcha y una espada para La destrucción de Numancia. Hacia 1821. Carboncillo, Clarión sobre papel preparado, 570 x 435 mm
Del grupo de soldados que responden con entusiasmo a la proclama de Megara adquieren principal protagonismo entre los estudios preparatorios los tres que figuran en primer término. Este estudio pertenece al estilo dibujístico maduro de José de Madrazo.
La destrucción de Numancia. Hacia 1807. Aguada, Albayalde, Carboncillo, Pluma, Preparado a lápiz sobre papel, 405 x 560 mm
Se trata del modellino de La Destrucción de Numancia, preparatorio para el gran cuadro del que Madrazo tenía bosquejada la composición en febrero de 1808, en el momento en el que las tropas francesas entran en Roma. Para desarrollar el planteamiento narrativo y escenográfico de tan ambiciosa composición, Madrazo manejó fuentes historiográficas y literarias, que hacía recaer el protagonismo del heroico episodio en el anonimato del pueblo numantino. La disposición escenográfica se somete a las formulaciones de la Antigüedad consolidadas en la pintura académica y, en el dibujo, se aprecia la asimilación de las enseñanzas académicas en el manejo del claroscuro y gradación, con especial habilidad en el uso de la aguada.
Heroísmo de la ciudad de Santander. Hacia 1816. Carboncillo sobre papel, 440 x 570 mmEn 1815, tras la llegada de Fernando VII al trono, José de Madrazo fue reconocido por el Ayuntamiento de Santander por su fidelidad a la legitimidad borbónica y le propuso, en 1816, que representara el Juramento pronunciado por el capitán Emeterio Velarde de defender con su vida el estandarte de la ciudad hasta que se consumara la expulsión de los franceses. Poco tiempo después, el propio pintor ofrecería a Fernando VII una segunda versión de mayor tamaño del mismo lienzo. Esto supone una paradójica adaptación del modelo artístico del juramento revolucionario de David en el cuadro de los Horacios, al mensaje antinapoleónico de la España fernandina.
La disputa de griegos y troyanos por el cuerpo de Patroclo. Hacia 1812. Acuarela, Pluma, Preparado a lápiz, Tinta china, Cuadriculado sobre papel verjurado, 420 x 950 mm
Esta obra desaparecida es uno de los escasos diseños del artista iluminado con aguada de colores. Se realizó para decorar una estancia del Palazzo del Qurinale, que debía servir de residencia a Napoleón, lo que brindó la oportunidad de colaborar con Jean-Dominique Ingres, con quien mantendría amistad. Este dibujo es el modellino definitivo de la composición, de gran calidad plástica, cuadriculado y coloreado. El episodio concreto corresponde al momento de la guerra de Troya en que las tropas aqueas rescatan el cadáver de Patroclo, compañero de Aquiles, muerto por el príncipe troyano Héctor.
Tres hombres admirando el Gladiador a la luz de una candela
1769. Manera negra sobre papel avitelado, 472 x 560 mm
Pether, William -Grabador- (Autor de la obra original: Wright of Derby, Joseph)
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