Alfonso X.
La exposición está situada en el piso superior, organizada de forma cronológica sobre la vida del rey sabio, pero también de forma temática según las distintas facetas que desarrolló a lo largo de su reinado. Se compone de paneles explicativos, libros, maquetas, mapas, documentos y objetos de todo tipo (instrumentos musicales, espadas, vestidos, etc.). Todos los fragmentos forman un relato completo, y el orden lógico y racional evita tener un tumulto de imágenes a la salida.
Comienza en la ciudad de Toledo, su lugar de nacimiento en 1221 -en las Casas de Galiana, los antiguos palacios musulmanes-, hijo primogénito de Fernando III y Beatriz de Suabia.
Tras su infancia
y juventud, tuvo que hacerse cargo -ya en 1243- de operaciones militares en el
sur, firmando en Alcaraz -lugar de origen de las pinturas de la segunda
exposición- un pacto que le permitió entrar en Murcia, y, al año siguiente,
otro pacto, el de Almizra, con Jaime I de Aragón, estableciendo los límites
entre ambos reinos.
Al pasar por el
centro de los cuatro brazos de la cruz puede verse la exposición permanente en
la parte baja.
uvo una gran
actividad conquistadora, en el sur, y repobladora, tanto en el sur como en el
norte, dando privilegios, fueros, mercados, etc.
Expuso su clara concepción del poder político regio y de su primacía jurídica, y reorganizó las instituciones, convocando en varias ocasiones Cortes y Ayuntamientos.
Fue un rey historiador, legislador y juez, y tuvo relaciones difíciles con la Iglesia.
Como su territorio aumentó mucho, dio impulso a la industria naval, trazó una red de caminos norte-sur, suprimió portazgos y otros impuestos sobre el tránsito de mercancías, fundó nuevas ferias y mercados, y acuñó moneda de cobre o vellón para facilitar las transacciones comerciales.
Bajo la expresión de Scriptorium Alfonsí se designa al conjunto de integrantes, de diferentes territorios y tradiciones culturales, que estuvieron asociados al proyecto cultural regio. Se preocupó por la lengua y la educación, con el latín descompuesto en múltiples romances dio impulso al castellano, manifestó su devoción mariana en las Cantigas, estudió los astros tratando de descifrar los enigmas a través de los que hablan, recopiló el material científico elaborando tablas astronómicas, promovió las traducciones de textos árabes, trató de la integración de los judíos, e incluso se interesó por temas más lúdicos escribiendo el Libro de los Juegos.
Con la mirada manchada de dudas sintió sus ilusiones vivir dentro de él y alimentar los rescoldos de un fuego que quizá en algún momento creyó apagado, pero le llegaba la tarde, se acercaba al final de su reinado sin haber podido poner en práctica todas sus medidas políticas ante la oposición de los sectores privilegiados, la Nobleza y la Iglesia, porque los poderosos no se atienen a las leyes, son leyes ellos mismos.
En sus últimos
años de reinado se quebró el camino que parecía recto, estando marcados por una
profunda crisis al morir en 1275 el heredero, el infante don Fernando de la
Cerda, y sublevarse contra él su otro hijo, el infante don Sancho.
Sus ojos se oscurecieron y la muerte alcanzó al rey en 1282, en Sevilla, con sus lealtades divididas, con las esperanzas que había levantado perdidas, sin dejar como heredero a su hijo Sancho, prefiriendo a su nieto mayor. No obstante, Sancho tuvo los suficientes apoyos para imponerse como sucesor.
En resumen, una
magnífica exposición sobre este hombre, símbolo heliotrópico, con todos como girasoles
volviendo la cara a su luz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario