Banco de España: Cámara acorazada.
Vamos a visitar, por intercesión de Nuria, la cámara
acorazada del Banco de España. El edificio, en estilo ecléctico, ya es
imponente por fuera –el arte siempre utilizado como medio de exaltación del
![]() |
Benjamín, NURIA y José Luis |
Mientras llega la hora vemos el nuevo patio de
operaciones, de 27 m de altura y unos 900 m2, que se aparta algo del concepto
clásico y presenta ejemplos de Art Decó, como la vidriera superior o el reloj del
centro. Se forma el grupo y bajamos hasta el primero de los ascensores, el
cuello de
botella de la visita. Con curiosidad arqueológica y con ojos
exploratorios descendemos unos 8 m y llegamos a la primera de las puertas
acorazadas. Todas están fabricadas en acero inoxidable por la casa York en
EE.UU., pesan 13,5 Tm aunque se mueven fácilmente, deben protegerse porque
cualquier mota de polvo impediría su apertura para la que necesitan dos llaves
y dos claves. Tras la puerta llegamos a una sala donde hay un gran mapa de
España en relieve, fotografías y unos grabados que representan las fases del
proceso de construcción de las bóvedas. En la sala contigua tomamos otro ascensor
con el que descendemos 28 m, 36 m en total, y salimos a un estrecho pasillo donde
puede sentirse una sensación claustrofóbica, en una zona que podría quedar
anegada en caso de intento de robo por la canalización del arroyo subterráneo
Oropesa, que también alimenta a la Cibeles. Es el arma secreta.
Cruzamos un pequeño puente, pasamos por otra puerta y se
llega a una sala alargada con otras dos
puertas a los lados. A la izquierda hay
dos salas con cajas para distintos ministerios e instituciones y donde se
guardan trofeos ocasionales (Copa de fútbol). A la derecha hay otras cinco
salas. En total son unos 2.500 m2, de los que 1.500 m2 son muros. Entramos a la
derecha, a un vestíbulo. De frente se guarda la colección numismática, de más
de 500.000 monedas. A un lado hay dos salas donde se guardaba la plata,
inexistente ahora, y, al otro lado hay otras dos salas, con estanterías
metálicas. En la primera sólo hay unos “zapatos” metálicos para proteger los
pies de los trabajadores y en la segunda hay unas 90 Tm de oro, un tercio de
las 280 Tm de que se dispone actualmente –en 1936 había 710 Tm y en 1999 había
523 Tm, pero el ministro Pedro Solbes vendió casi la mitad de la reserva-,
estando los otros dos tercios en el R.U. y en EE.UU.
Las 90 Tm se dividen en tres apartados: el de Mont de
Marsan (monedas –dólares principalmente- que fueron a Francia en garantía de un
préstamo concedido en 1931, de las que volvió el resto), el de fundición en
lingotes y el de los lingotes reglados, aunque hay algunos irregulares. Una
observación
pensamientos pugnan por hacerse un hueco, pero cada lingote pesa 12,5 kg y se maneja mal, por lo que decidimos pensar que la riqueza no se mide por las cosas que se poseen sino por aquellas de las que sabemos prescindir. Aunque conservamos intactas determinadas ignorancias, hemos aprendido algo. Al volver sobre nuestros pasos la cámara recupera su silencio y su soledad.
Aquí acaba la visita, pero una amiga de Nuria, Ana, nos enseña
algo más. Vamos al antiguo patio de operaciones, la actual biblioteca,
magnífica y solitaria. Pasamos por pasillos con cajas de seguridad antiguas, el
Centro de Estudios, etc., y por una impresionante escalera con una gran maqueta
del edificio debajo. Seguimos por la Escalera Real –a la que se accede por la
puerta del Príncipe, desde el Paseo del Prado-, en mármol de Carrara, con
peldaños de una sola pieza de 6 m, que tiene encima vidrieras de estilo
simbolista con figuras alegóricas como la diosa Fortuna, con el cuerno de la
abundancia, repartiendo monedas de oro. Al lado está, en la ampliación de 1936 –como
consta en el dintel- el vestíbulo dedicado a José Echegaray –dramaturgo y
ministro de Fomento y Hacienda, que dio al banco la facultad de emitir-, con un
motivo escultórico recurrente, Mercurio, dios romano del comercio y protector
del banco. Tras pisar -con mucho cuidado- las gruesas alfombras del piso
superior, el noble, salimos.
En la calle, recuperamos el pulso de la ciudad, que
hierve en multitudes. Nos vamos pensando en poner en práctica el consejo de Ana
de que nos inscribamos en la visita general. Así lo haremos otro día y,
mientras tanto, agradecemos a Nuria y Ana su amabilidad de esta ocasión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario